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Adelsy Aldana sostiene un hornillo (el único que quedó) y una linterna, con una caja de velas a su lado. Javier Cotera
«Fue una locura, se llevaban velas, hornillos de gas y traían radios y linternas para ver si funcionaban con pilas»

«Fue una locura, se llevaban velas, hornillos de gas y traían radios y linternas para ver si funcionaban con pilas»

En el bazar ·

En Decohogar, en Maliaño, vivieron un día intenso y agotaron algunos productos

Álvaro Machín

Santander

Martes, 29 de abril 2025, 19:02

Puede que lo que más sorprendiera a Adelsy Aldana, que trabaja en Decohogar, un enorme bazar en Maliaño (en el polígono de La Cerrada, junto a la gasolinera próxima a Ferroatlántica), fuese ver a varios clientes aparecer por la puerta con aparatos de radio enormes y linternas de hace muchos años. «Los traían para ver si teníamos las pilas que les hacían falta y también para ver si con esas pilas funcionaban». Tras años sin uso, no tenían todas consigo. En general fue, explica la trabajadora, «una locura de jornada».

La gente se echó en masa a este tipo de establecimientos en busca de productos concretos. «Venían a comprar pilas, velas, hornillos de camping gas...». De hecho, de los aparatos para cocinar sin necesidad de corriente «se agotaron prácticamente todas las unidades». Y lo del prácticamente fue algo que descubrió durante la mañana del martes, en la que encontró junto a la caja el único que no se llevaron –seguramente, porque no lo vieron (es el que sostiene la trabajadora en la foto que acompaña este texto)–. No fue lo único que se terminó. Se quedaron sin radios («hubo gente que se llevó hasta tres aparatos») y también sin un modelo de linternas que funcionan con carga de luz solar.

«También vinieron mucho a comprar baterías de móvil portátiles e incluso sacos de carbón. Decían que, como no podían cocinar, que lo harían con la barbacoa para no quedarse sin comer», explicaba la empleada. Y todo esto, por supuesto, prácticamente sin luz en el local (sólo con la iluminación de emergencia) y sin contar con el datáfono.

A Adelsy le tocó sacar las cuentas a mano y manejarse únicamente con efectivo. «Una locura», insiste. Porque así, de forma 'artesanal' y teniendo que dedicar algo más de tiempo en la caja a cada cliente, «se formaron colas» durante la jornada. Por eso y porque más de uno se llevó «el kit completo». «No les importaba pagar algo más y se llevaban todo: la radio, el hornillo, las pilas, la linterna...». Además, en un día de desconcierto, también le tocó resolver dudas de los clientes de la nave que tienen al lado, un lugar en el que se celebran eventos infantiles. «Venían a preguntarnos por sus cumpleaños (les trasladaron la fecha de las celebraciones)».

En Decohogar todavía se notaban este martes las huellas de lo que pasó el día anterior. Junto a la entrada tenían bien a mano una caja llena de velas. «No se agotaron porque tenemos grandes cantidades». Y una estampa muy parecida podía verse a primera de ayer en el bazar 'El vecino', de la santanderina calle San José. Chan Sun también montó su cesta con los productos que más se estaban vendiendo junto a la caja. «Puse, sobre todo, velas y pilas para que la gente las pudiera coger nada más entrar», explicaba. Fue lo que más vendieron –y aún tenían, porque de esos productos contaban con mucho género en el almacén y estaban bien visibles en las estanterías–. También radios, pero esas sí que se agotaron. «Normalmente no vendemos muchas, así que no teníamos tantas. Pero la gente necesitaba saber qué estaba pasando y salieron a buscar aparatos», contaba mientras señalaba, esta vez, el hueco vacío en la balda.

De eso, de la necesidad de saber y de las sensaciones con las que acudían los clientes al establecimiento, también hablaba Chan un día después del apagón. «La gente estaba nerviosa y, sobre todo, tenían miedo. Algunos entraban y decían que iba a durar como tres días». Muchos temores y también muchos rumores circulando.

La mejor demostración para explicar el día después y entender que el apagón dejó consecuencias llegó, precisamente, durante la conversación de los periodistas con la responsable del negocio junto a la caja de 'El vecino', cuando una señora entró a la tienda y preguntó.

–¿Tenéis radios para escuchar a pilas?

–No, se nos han agotado.

La mujer, contrariada, se fue a buscar entre pasillos un rallador (también había pedido eso). Una diferencia más, el gesto de ir a buscarlo, con lo que tuvieron que hacer el lunes. Porque en muchos locales –bazares y otros tipos de tiendas– se vieron obligados a atender junto a la puerta. De uno en uno y en fila. El dueño o empleado del establecimiento se quedaba allí, iba a buscar lo que le habían pedido, regresaba y les cobraba en ese mismo punto. Sin luz era imposible –y también bastante poco seguro– que la clientela pudiera andar deambulando por el negocio.

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