«Tirar alimentos es tirar el planeta a la basura y también es tirar el dinero»
José Miguel Herrero 'Foodie' (gastrónomo) ·
Mariana Cores
Santander
Lunes, 3 de agosto 2020, 06:59
Para Miguel Herrero (Segovia, 1973) comer o cenar es un ritual que disfruta con cada sentido. Con el olfato, el tacto o el gusto, pero también con el oído y la vista. Porque a él le complace compartir estos momentos rodeado de personas que aporten a la mesa conversaciones que hagan de la experiencia un momento único. Hace seis años, este ingeniero agrónomo, director general de Alimentación del Ministerio de Industria, Pesca y Alimentación, fundó el Club Foodie 'Nunca Comas Solo', cuyo objetivo es sentar a la mesa a diez personas que no se conozcan previamente, pero que les una la pasión por comer. El último fin de semana de julio puso en práctica esta experiencia en Cantabria. Resultado: «Todo un éxito». Curioso y paciente, trabaja en la Administración pública desde 2002. Tiene un firme propósito, «promover cambios». Con su tenacidad y constancia ha conseguido colar en los hogares de España una mayor conciencia sobre la perversión de desperdiciar los alimentos, entre otras iniciativas.
–Lleva toda su vida profesional vinculado al mundo de la alimentación desde la perspectiva del sector público y se define a sí mismo como un 'foodie'. ¿Cómo empezó esta adoración por los alimentos?
–Mi afición por los alimentos nace en mi infancia, cuando mis padres nos llevaban a mi hermano y a mí a recorrer España a través de sus restaurantes. Mis padres nos transmitieron la afición por la gastronomía. Siempre nos ha gustado comer fuera. No hay celebración familiar que no tenga lugar en un restaurante.
–Además de su trabajo, ha creado el Club Foodie 'Nunca Comas Solo'. ¿De qué se trata?
–En 2014 me inspiré en el libro de Keith Ferrazzi 'Nunca comas solo' y fundé un club gastronómico. Uní dos de mis pasiones: la gastronomía y mi gusto por conocer y mezclar gente de distintas procedencias e intereses. Desde entonces todas las semanas he organizado una cena y he ido convocando y mezclando a distintas personas, todas conocidas por mí, que están dispuestas a conocer gente nueva y a compartir experiencias en un restaurante diferente. Es mi proyecto personal, que yo llamo 'networking emocional', donde conecto a personas. La clave para formar parte del club: personas interesantes, que me inspiren, con ganas de conocer gente, celebrar la vida y descubrir restaurantes nuevos. Para mí es fundamental que les brillen los ojos cuando les cuento mi proyecto. Me baso en mi intuición. Durante la cena, creo un espacio de libertad en el que los asistentes se muestran tal y como son, sin tener que demostrar nada socialmente. La gastronomía es el hilo conductor de las cenas. Se suelen celebrar en Madrid y cada semana descubrimos un restaurante o lugar diferente (una noche cenamos en un anticuario) y, por supuesto, con gente distinta. Algunas, las organizo fuera de Madrid, como el último fin de semana de julio, que estuve en Cantabria. Disfruté mucho.
–Durante el confinamiento cenó en directo todas las noches a través de Instagram. No ha cenado ningún día solo. ¿Cómo valora esta experiencia?
–Cuando llegó el confinamiento decidí que el club debía continuar con su actividad, así que ideé las cenas a través de Instagram, con conexiones en directo. Fueron 70 noches seguidas. La experiencia resultó muy bonita y emotiva. Se conectó gente de todo el mundo, confinada y unidos por la gastronomía. Incluso me atreví a preparar mi cóctel favorito, el 'gin fizz', siguiendo los pasos de Diego Cabrera.
–¿El 'foodie' es el gastrónomo de toda la vida?
–Sí. Somos personas que nos interesan los productos. Su origen y sus posibilidades en la cocina. También tiene un componente hedónico, de disfrute con la comida y con la bebida. Para mí, la gastronomía es felicidad.
–La eterna guerra entre productores y distribuidores, ¿cree que algún día se podrá firmar la paz?
–En la cadena que va desde el campo a la mesa, hay multitud de personas que aportan su trabajo para que podamos comer todos los días. Eso que tenemos asumido como algo cotidiano, tiene un valor extraordinario. Pero tenemos muchos retos. Uno de ellos es que los productores también aprendan a vender. La tecnología ha eliminado barreras y costes. Hoy, cualquier productor de Cantabria puede vender al resto del mundo sin necesidad de tener un distribuidor. Es una oportunidad inmensa, que, si se sabe aprovechar, puede incrementar los ingresos de estos productores. Las guerras de precios, de tratar de aprovecharse de los más débiles, no son buenas, y es tiempo de darse cuenta de que todos pueden ganar en la cadena de comercialización.
– Lleva años luchando contra el desperdicio de alimentos. Ha dicho, por ejemplo, que tirar alimentos es tirar el planeta. ¿Qué estrategia se está siguiendo para cambiar las tornas?
–Lo digo siempre, tirar alimentos es tirar el planeta a la basura y también es tirar dinero. Después de esta crisis sanitaria, llegará para muchos la crisis económica y no podemos permitirnos tirar a la basura 26 millones de kilos de alimentos a la semana. Hay que reaprovechar los alimentos, darles una segunda vida y comprar lo que seamos capaces de gestionar. Y, por supuesto, también cocinar cantidades adecuadas a lo que vamos a comer. Lo mismo que en un restaurante, y no tener vergüenza de pedir un recipiente para llevarnos lo que no podamos terminar.
– Hágame una ruta gastronómica por Cantabria.
–Empezaría con un chocolate con churros en La Italiana, en su terraza. Para darse un homenaje hay que ir al Cenador de Amós. Y para disfrutar de un buen producto me encontrarás siempre en La Bombi (sus anchoas y el bonito con tomate, de mis favoritos). La Cigaleña y Cañadío son obligados, y un sitio también especial para mí es la Bodega Fuente De. Para guisos, el cocido de Casa Cofiño, y los callos de Casa Navarro, en Pámanes.
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