
Una valla rodeada de indignación
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«Nos han enjaulado», lamentan trabajadores y usuarios del centro Medinaceli de Soto de la Marina | Los vecinos, con permiso municipal para colocar la verja, se declaran «hartos»ANA ROSA GARCÍA
Santander
Viernes, 25 de agosto 2017, 10:00
En Soto de la Marina el malestar se extiende a los dos lados de la valla de dos metros de altura que desde el miércoles delimita la urbanización Virgen del Mar y la residencia sociosanitaria Medinaceli, concertada con Servicios Sociales (Icass), que atiende a 112 adultos con discapacidad física grave, enfermedad mental o trastornos conductuales.
La colocación del vallado sobre la acera paralela a la fachada principal del centro -«a poco más de un metro de la puerta de la recepción»-, así como en el lateral de la finca que linda con la urbanización, ha indignado a usuarios y familiares. «Nos han enjaulado, cuando sales del edificio y recorres la acera hasta la carretera te recuerda a la frontera de Ceuta y Melilla», señala la directora de la residencia, Raquel López.
Y es que desde hace dos días ese tramo es un pasillo con verja a ambos lados. Al propio cercado del centro se ha añadido la polémica valla, a propuesta de los vecinos, «hartos de que nos invadan y de que utilicen nuestra propiedad como si fuera pública», defienden ellos. Por si la verja no basta para frenar a los intrusos, han dispuesto dos señales verticales de 'prohibido el paso, salvo residentes y emergencias'.
Raquel López, Directora del centro Medinaceli
López confirma «el malestar» que esta medida ha generado entre los trabajadores (casi 90) y las familias de los pacientes atendidos en sus instalaciones. Pilar Cadenato, hermana de un usuario, transmitía su «indignación» a este periódico nada más «descubrir» que «les han cercado como si estuvieran en una cárcel, es una vergüenza». A su juicio, «supone un rechazo brutal a los enfermos mentales, aislarlos sólo genera más estigma. Allí también hay personas mayores, gente con discapacidad, imagínate cómo nos sentimos al ver que se les discrimina así».
Como consecuencia del vallado, «no podemos acceder en coche hasta la puerta, algo que yo hacía cada vez que llevo a mi madre, que tiene dificultades para caminar, a ver a su hijo. Ahora no hay más opción que entrar a pie o en silla de ruedas. No entiendo que se haya dado permiso para esto», se queja esta mujer.
Desde el Ayuntamiento de Santa Cruz de Bezana confirman que la urbanización solicitó la autorización para colocar la verja y «la junta de gobierno se lo aprobó». En este sentido, Lola Prieto, hermana de otro interno, con quien comparte su «enfado», señala «la dudosa legalidad de esa valla, ya que impide el acceso directo a la vía pública, fundamental en caso de evacuación».
Pilar Cadenato, Hermana de un usuario del centro
La responsable del centro, que recuerda que «las residencias tienen que existir», ha comunicado lo ocurrido a la Gerencia, en Madrid, donde «se darán los pasos oportunos para intentar revocar esa licencia».
Ajenos a la repercusión de su iniciativa, entre los vecinos de esta urbanización de chalés de Soto de la Marina, construida hace 23 años, «sobran argumentos para justificar la colocación de la valla». Partiendo -dicen- de que «nunca debió de haberse levantado este mastodonte delante de nuestras casas». Pero el rechazo vecinal no impidió que la residencia abriera sus puertas en 2010. «En su día, había una verja que delimitaba la urbanización y, cuando construyeron el centro, la quitaron», apunta un portavoz, que sitúa ahí el comienzo de la batalla por delimitar la parcela. «Nos ha costado cuatro años volver a ponerla, solo hemos defendido nuestro terreno».
Vecinos de la Urbanización Virgen del Mar
Los vecinos recalcan que «el Ayuntamiento y la Policía Local saben los problemas que tenemos. Lo hemos denunciado de forma reiterada». Y ponen una ristra de ejemplos con la que invitan a ponerse en su lugar: «Ves gente desconocida deambular por nuestras calles, hacen sus necesidades donde les cuadra; hemos tenido que cercar la pista y poner un candado porque salían a realizar aquí sus actividades; nos invaden los coches, tanto de los trabajadores como de los familiares que vienen de visita, que aparcan en las aceras, a veces delante de nuestros garajes. Todo ello, cuando la residencia tiene un parking privado sin utilizar». Insisten en que «es muy triste que no puedan salir nuestros niños a jugar al jardín de la urbanización porque salen grupos de enfermos. Y que conste que no tenemos nada en contra de ellos, pero está claro que siendo un tema tan sensible, si nos dieron permiso municipal para poner la valla es porque se entiende nuestra reivindicación», concluyen.
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