«Todavía no he acabado con 'Calígula', sigo aprendiendo del personaje»
El actor Pablo Derqui interpreta hoy en la Sala Argenta del Palacio al sanguinario emperador «al que ha llegado a entender y querer»
Calígula es una de las grandes piezas dramáticas del novelista y dramaturgo francés, Albert Camus, uno de los autores imprescindibles de la Francia del siglo ... XX y Premio Nobel de Literatura en 1957. La obra de teatro llega hoy al Palacio de Festivales (20.30 horas), dirigida por Mario Gas y protagonizada por Pablo Derqui (Barcelona, 1976). Calígula se enfrenta a la muerte de su hermana y amante y, sumido en un mar de dudas, somete a sus súbditos a una aterradora serie de demostraciones de lo que él considera ser la verdad absurda: que los hombres mueren y son infelices. El rostro de Pablo Derqui se dio a conocer al gran público como el hermano malo de Isabel la Católica, el débil y dubitativo rey Enrique IV de Castilla. Fueron llegando más papeles en teatro, cine y televisión, que le han hecho merecedor de numerosos premios.
Derqui reconoce que Calígula «es un personaje muy apetecible al que he llegado a entender, incluso querer». Eso sí, «todavía no he acabado con Calígula, sigo aprendiendo del personaje». La obra «es uno de los referentes del teatro moderno, un reto muy bienvenido», indica Derqui, a quien además del personaje también le atrajo el texto, «una maravilla». Porque pese al tiempo transcurrido -se publicó en 1944- «trata de temas muy vigentes, que perduran con el paso de los años» como el amor y su imposibilidad, el paso del tiempo, el asesinato o los límites del poder. En definitiva, todo un mundo de atroces y convulsas acciones que desembocan en la autodestrucción están presentes en este atrayente texto teatral. «No podía decir que no a un texto precioso y un personaje que se plantea como un reto y, sobre todo, a Mario Gas que fue quien me lo propuso. Yo con Mario dónde quiera y cuándo quiera», añade el actor.
Pese a que Calígula «es un personaje que roza lo sobrehumano», Derqui señala que ha llegado a comprender a la persona. «Dispara muchas preguntas, demasiadas para la cabeza de cualquiera, por eso es difícil de entender. Pero todos hemos tenido dudas alguna vez sobre el sentido del amor, la justicia o la moral y de cómo todo se puede ir al garete en un soplido». Y es que, en el fondo, Calígula «habla del desapego y del desprecio que sientes cuando te das cuenta de que la moral es laxa y flexible y de que hay muchas varas de medir en la sociedad: Todos vamos de personas justas y buenas y todo es relativo».
«'Calígula' padece la tragedia de todos: a veces nos sedamos con pequeñas mentiras para vivir tranquilamente»
Por eso Pablo Derqui no sólo entiende a Calígula, sino que ha llegado incluso a querer al personaje cuando se desespera por las injusticias de la vida. «En ocasiones es alguien de extrema sensibilidad y lucidez que padece una tragedia común a muchos seres humanos que se sedan con pequeñas mentiras para vivir más tranquilamente». La versión de Mario Gas presenta a un emperador «demasiado lúcido y sensible». «Llegas a empatizar con el dictador, porque no está de acuerdo con el 'statu quo' y lo quiere romper. Pero también es cierto que las maneras que utiliza no son las correctas y es duro, sanguinario, despiadado y atroz».
Calígula bien podría haberse escrito en 2018, salvo porque es un texto heredero de la tradición del teatro francés, muy retórico. ¿Quién sería hoy Calígula? «Si lo juzgas por sus actos se puede comparar con dictadores despiadados, sanguinarios y atroces. Pero con un discurso tan lúcido no hay tantos. Es alguien muy consciente de lo que está haciendo. No hay nadie como él».
Derqui empezó en el teatro por casualidad. «No soy de familia de artistas ni tengo referentes. Fue de forma circunstancial. En el colegio hice teatro y me picó el gusanillo. Los actores estaban dentro de la televisión y no me imaginaba vivir de ello. En la universidad hubo unas pruebas de teatro y me presenté para experimentar. Me cogieron y fue entonces cuando sentí que era mi carrera. Desde entonces no he hecho otra cosa», puntualiza.
El teatro le ha enseñado grandes lecciones: «Hace que te escuches y reflexiones sobre los demás, sobre nuestras relaciones. Pero el teatro también es un arma de doble filo porque es lo que más te gusta y también lo que más triste te pone. Mi búsqueda de la felicidad pasa por conseguir papeles que me gusten porque los actores no nos jubilamos nunca». Hay un personaje que todavía no ha interpretado pero espera hacerlo. Es Hamlet, de Shakespeare, aunque de momento sigue centrado en Calígula: «Todavía no he acabo con él, sigo aprendiendo del personaje».
Termina la entrevista recordando que el teatro «siempre va a existir, es inevitable», aunque no se conceda a la cultura el valor que merece. «Estamos condenados a representarnos porque vivimos en una continua función. Y aunque estamos en una sociedad de mercado y prima el beneficio, necesitamos más inversiones sin voluntad cortoplacista porque la cultura es una inversión a muy largo plazo con muy grandes beneficios. Falta más teatro, no sólo lo que da beneficios tiene que salir adelante», concluye.
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