El actor y director Ricardo Moya, cofundador de la Escuela de Teatro del Palacio, muere a los 67 años
El intérprete y profesor santanderino trabajó a las órdenes de los grandes directores de escena de este país durante cuatro décadas
El actor y director de escena santanderino Ricardo Moya falleció ayer en Valdecilla a los 67 años víctima de un cáncer. El intérprete, también docente, ... fue uno de los fundadores de la Escuela de Arte Dramático del Palacio de Festivales junto a Obdulia Peredo y Román Calleja, ambos protagonistas activos de la historia escénica de la comunidad. Moya trazó una intensa trayectoria edificada en escenarios, compañías y producciones nacionales, sin perder nunca de vista su ligazón con la creación teatral de Santander y la región. Cómico «con cierta picardía», como gustaba definirse, trabajó a las órdenes de los grandes directores de este país, desde su amigo Mario Gas a Lluís Pasqual, Boadella y Flotats, entre muchos otros. El Palacio de Festivales, la Muestra de Teatro Contemporáneo, las programaciones estables como la de Caja Cantabria, la Filmoteca acogieron sus interpretaciones, de papeles protagonistas y secundarios, siempre muy personales e intensos.
El actor de 'Sueño de un hombre ridículo' o '¿Eterno? Eso sí que no' se formó en Cataluña y trabajó en Madrid y, sobre todo, Barcelona en muchas etapas. En ocasiones, en sus visitas temporales, confesaba sentirse «anfitrión» en Santander y orgulloso «de contribuir al embellecimiento de esta tierra mediante el acto de crear personajes».
Licenciado en Arte Dramático por el Instituto del Teatro de Barcelona, Ricardo Moya (Santander, 1954) abarcó terrenos de la interpretación, la dirección y la pedagogía. Como actor de teatro trabajó en más de cuarenta proyectos y producciones e intervino en varias producciones televisivas y cinematográficas. Ayudante de dirección de Mario Gas en una decena de óperas y obras dramáticas, como 'El sueño de un hombre ridículo' de Dostoievski, que representó en la Muestra de Teatro 'Solo tú' de la Teatrería de Ábrego.
En 1993, junto Eduardo Gruber y Obdulia Peredo, fue premiado por el proyecto para la ópera 'El cazador furtivo', que dirigió Pilar Miró
Fundó en 1989 la compañía Variedades del Cantábrico, donde dirigió e interpretó 'Háblame como la lluvia' y otras piezas, algo que reconocía como «heroico».
En una de sus entrevistas con este periódico contó su devoción teatral. «Yo dije un día: mamá, papá, me voy a Barcelona a estudiar Arte Dramático. No puedo más, si no voy me moriré de angustia. Me puse muy dramático. Fui un chico estudioso, un hipotético ingeniero de Caminos, pero me decanté por las letras. Mi ilusión hubiera sido estudiar Psicología en París, pero mis padres me dijeron que solo podían mandarme a Valladolid. Y fui a estudiar Filosofía y, en mi primer año de carrera, suspendí todas las asignaturas. Fue entonces cuando decidí irme a Barcelona. En aquella época el teatro era otra cosa, ahora ha vuelto a no ser, si es que alguna vez fue», sentenciaba. Moya salió de Barcelona con una predilección clara por el teatro gestual, dada la influencia de un maestro como el polaco Pavel Rouva. Luego su carrera se desarrolló, no obstante, más en el teatro de texto. También recibió clases de William Layton y con el tiempo trabajó con «grandes maestros», símbolo de la escena teatral de este país tan diferentes como como Albert Boadella y Arturo Fernández, un tipo al que adoraba, «un profesional como la copa de un pino».
El actor fallecido era muy crítico con la situación de la escena nacional: «Crear una pequeña compañía de teatro hoy en día es heroico. Tienes que soportar los envites de un medio hostil, sin facilidades para conseguir un crédito y sin subvenciones. Debes contar con la complicidad de los trabajadores, que estén dispuestos a flexibilizar el cobro de sus honorarios que, a veces, es exiguo». Abogaba por la «serenidad para contemplar los acontecimientos de la humanidad, agudeza para ser capaz de discernir los motivos, causas y consecuencias y, por último, gratitud».
En la trayectoria del actor santanderino, destaca la fecha de 1993 cuando, junto a la propia Obdulia Peredo y el artista Eduardo Gruber, obtuvo el Premio de Escenografía 'Ciudad de Oviedo' como asistente técnico para el proyecto de la ópera 'El cazador furtivo', de Carl Maria Von Weber, que dirigió escénicamente la cineasta y realizadora Pilar Miró.
Moya, que también intervino en varias producciones televisivas y cinematográficas (La mitad del cielo, Las razones de mis amigos, El pianista) consideraba que es «una gozada trabajar con los clásicos porque las obras se estaban creando en el mismo momento en que lo hace el lenguaje, con lo que eso significa». Moya siempre tenía presente el consejo que le dio Gas: «El texto unido al actor, produce la acción, lo demás es accesorio».
Actor de raza, fue premiado con el 'Solo tú' de las Artes Escénicas, concedido por Ábrego por el citado monólogo. Como se destacó entonces, ha estado «en casi todo y con todos los actores, directores y autores de la escena española de los últimos cuarenta años». Ligado a Teatro del Invernadero desde 2014, dirigió para la compañía cántabra Quasar 'El Rufián en la escalera'.
Moya trabajó en el Teatro Español en montajes como 'Cuarteto del Alba', de Carlos Gil, 'Ensayando Don Juan', de Boadella; en Teatros del Canal ('Una luna para los desdichados', 'Beaumarchais', 'El balcón', 'D. Juan, príncipe de las tinieblas', 'Las Troyanas'; o en el Centro Dramático Nacional ('Luces de Bohemia', 'No hay burlas con Calderón', 'Martes de Carnaval').
Profesor de interpretación, puesta en escena y expresión corporal, seguía esta máxima: «Todo está en el texto... aún si no está escrito. En él se encuentra la acción, que mueve al personaje. Y éste siempre sabe más de lo cree entender el intérprete. Silencio, aquietamiento, percepción refinada... Eliminar los obstáculos... y dar testimonio».
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