Agua, tocado, hundido
Momoa parece un profesor chiflado de aquagym y, la secuela, tan soporífera como innecesaria, es una disparatada y aparatosa nadería supervacía
Aquaman y el reino perdido. 2023. 124 minutos. EE UU.
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Dirección: James Wan
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Guion David Johnson.
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Música: Rupert Gregson-Williams.
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Fotografía: Don Burgess.
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Reparto: Jason Momoa, Patrick Wilson, Amber Heard, Nicole Kidman, Yahya Abdul-Mateen II
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Género: Fantástico/ Acción.
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Salas: Cinesa, Ocine y Yelmo.
La cosa es más delirante y disparatada que caótica. Porque nunca hubo un orden. Porque nunca tuvo sentido ni como secuela ni como operación de ... DC Studios que, poco a poco, ha convertido un supuesto mecanismo de resurrección en una tumba de superhéroes del fantástico. Jason Momoa, a medio camino entre un profesor chiflado de aerobic y otro de aquagym, regresa como el aquaman efervescente de tridente megalómano, en un desfile de cefalópodos parlanchines, ruido y acumulación de supuestas idas y venidas dentro de un guion que parece haber sido elaborado una mañana de resaca más que marina.
Asistir a las imágenes de 'Aquaman y el reino perdido' es como acceder a un museo marítimo de aguas turbias, sin el más mínimo sentido de emoción y con enfrentamientos que recuerdan las cargas de profundidad del subgénero de submarinos. Aquí la colisión de reinos, aderezada con connotaciones shakespearianas, de hijos con sentimientos de culpa, destierros y familiares ambiciosos, alcanza como mucho el nivel de una versión acuática y húmeda de Falcon Crest. Lo peor, en cualquier caso, no es la diluida manifestación de caballitos de mar y langosta gigante, mariposas enormes y mucha bestia y monstruo de bajamar, sus reiteraciones y cansinos diálogos, sino su bobería, lo plano de las situaciones y su soporífero conflicto interno.
A lo del humor de tono un tanto tontorrón y esa guasa macarra y chulesca ya nos habíamos acostumbrado como marca de la casa del universo extendido DC. Con estos mimbres y algún toque especial en escenas de acción, cercanas a la serie B de cierto lujo, el resto es la enésima pirotecnia de fuegos artificiales de salón, que compiten en cantidad y no en calidad. A falta de una buena consistencia narrativa, todo se acerca a un vertedero marino de despojos de la película que quiso hacerse y que vivió más batallas previas de producción, fechas y desatinos que las que se incluyen en la ficción.
James Wan, responsable de 'Saw' y 'Expediente Warren', nunca logra dar viveza a su particular acuario digital, con escenarios y litigios que se plasman en modo videojuego. La estética, por si fuera poco es más bien feísta y el mensaje que atraviesa la cinta desprende un discurso buenista, pero impostado, como de manifiesto feak de cumbre climática. Mediocre y dispersa, vulgar y superficial. De haber llegado a tiempo el estreno, Momoa podía haber dado las campanadas desde la Puerta del Sol junto a Pedroche y su vestido de agua, cual ninfa fluvial.
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