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El edificio del Museo Altamira se proyectó, hace dos décadas, en una zona alejada de la cueva original, fuera de su área impluvial y evitando ... cualquier alteración, pero con suficiente proximidad para mantener una estrecha conexión.
El arquitecto y pintor santanderino Juan Navarro Baldeweg adaptó su visión creativa a la topografía del entorno, creando un espacio singular que se adentra y distribuye en la montaña.
El edificio ha recibido el reconocimiento del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España. Así, el Museo Altamira ha resultado finalista del Premio Permanencia de Arquitectura. Una mención especial entre más de 600 proyectos presentados, que llega cuando el museo celebra su vigesimoprimer aniversario. Una fecha y un premio con los que el concepto de permanencia cobra todo su sentido.
Como destacan desde la organización, el edificio sigue resultando tan atractivo como el día de su inauguración gracias a que la geología, la naturaleza y el paisaje en el que se inserta «tienen un protagonismo especial que logra hacer partícipes a los visitantes de ese tiempo dilatado que compartimos con los acontecimientos prehistóricos».
El Museo Altamira recrea la tectónica geológica, manipulándola mediante la disposición de estructuras, lucernarios y cubierta inclinada. El efecto se remata gracias al código de colores, donde el ocre simula la capa de la tierra, el rojo delimita las superficies seccionadas y los muros de mampostería de piedra dorada representan el estrato rocoso desde el que nace la construcción. Con esta constitución física, Navarro Baldeweg logró anticipar la temática del Museo mediante la narrativa arquitectónica.
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