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Crítica/ Atra Bilis / Palacio de Festivales

Qué buena mala leche

Excelente noche de teatro, la de la disección de 'Atra bilis', con actrices perfectas Cristina Lorenzo, Laura Orduña, Beatriz Canteli y Concha Rodríguez, bajo la buena dirección de Sandro Cordero

Lunes, 6 de octubre 2025, 07:12

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Excelente noche de teatro, ya era hora, la que hemos disfrutado este fin de semana en la Sala Pereda del Palacio de Festivales, a cargo ... de Sandro Cordero como director de 'Atra bilis', conocido texto de Laila Ripoll, que personalmente ya tuve ocasión de ver hace muchos años, en montaje de Micomicón. Siendo la obra buena, no es extraño que varias compañías quieran acercarse a ella, y en este caso una coproducción de La estampa Teatro, Sótano B e Hilo producciones ha sido quien la ha traído hasta la escena santanderina. 'Atra bilis', como es sabido, es el humor negro, uno de los cuatro señalados por Hipócrates para el ser humano, y que castizamente podríamos traducir por «mala leche». Y mucha mala leche rezuma esta obra de Ripoll, en que cuatro mujeres ya en edad de muy poco merecer velan el cadáver de quien ha sido para ellas esposo, cuñado, amante y señor. Todo se desarrolla en la principal estancia de una gran hacienda, con algún momento ocasional fuera de campo. El texto de Ripoll no es sorprendente desde el punto de vista de la acción, que es bastante previsible aun en sus enredos y giros; diríamos que incluso le sobran diez minutos. 'Atra bilis', más bien, destaca por diseccionar perfectamente la personalidad de cuatro tipos femeninos muy relevantes en una España pretérita, aunque no tanto, que emanaban directamente de un clima opresor en que no cabían demasiadas opciones, y menos aún en el entorno rural de… los años 50, por decir: la propietaria déspota, la solterona amargada, la imbécil astuta y la criada resentida. Por lo demás, su baza estilística estriba en el uso de un lenguaje arcaizante de regusto rural, en el que la ristra de insultos es inacabable y delirantemente divertida (ya podían ser así de ingeniosas las lamentables arengas con que sus señorías nos martirizan cada día en el Congreso de los Diputados), y en que el refranero popular se torna arma arrojadiza de impensable agudeza.

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