Sin asideros
Embajadores Santander ·
Su estilo nunca es afectado. Logra un vaivén de gesto y plano que se reencuentran o se desturyen. Un musical quizás frustrado pero un relato con su propia coreografíaEl personaje es (y parece) una adulta aniñada y una niña adulterada. Todo respira y exuda nouvelle vague, desde lo formal a las sensaciones de ... su atmósfera. Es Nueva York y la ambientación y los pasajes desprenden una impostura intemporal. Noah Baumbach, con su musa entonces Greta Gerwig, también coguionista, firmó 'Frances Ha' y su sello no ha dejado de crecer. De hecho el inminente Festival de Venecia acogerá su última película 'Jay Kelly', en la que George Clooney encarna a una gran estrella de cine que atraviesa una crisis personal. Precisamente en la cinta volverá a tener protagonismo Greta Gerwig. El director y guionista neoyorquino viene construyendo desde los noventa un ecosistema propio emocional, especialmente desde que firmara hace veinte años 'Una historia de Brooklyn'. En el caso que nos ocupa la simbiosis con Gerwig, la inevitable iconografía que remite a Woody Allen y los guiños a François Truffaut (no muy lejos de 'Jules y Jim') edifican una historia de balbuceos y dudas, de miedos y asideros sentimentales, donde todos, y ella entera (personaje, protagonista y persona) busca un lugar en el mundo. Un filme que rebosa autenticidad en el que el cineasta de la magistral 'Historia de un matrimonio' juega con los límites, se revela constructor de un híbrido y rinde homenaje a la nouvelle vague.
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País EE UU
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Año 2012
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Dirección Noah Baumbach
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Guion Baumbach y Greta Gerwig
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Fotografía Sam Levy
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Reparto Greta Gerwig, Mickey Sumner, Adam Driver, Michael Esper
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Género Comedia dramática
Quizás el movimiento más vivo que ha dado el cine y al que muy pronto también rendirá tributo el cineasta Richard Linklater. Es en ese aire de provisionalidad, en los vasos comunicantes entre el encanto y el desencanto, entre el vacío y el espacio, donde 'Frances Ha' invita a un paseo de equivocaciones y búsquedas, tintado en blanco y negro, que discurre entre el elogio de la espontaneidad y el aprendizaje vital. Hay una visualización curiosa de la levedad, de una criatura que se disuelve y recompone con la misma facilidad, entre diálogos y conversaciones que giran, pero nunca concretan, en torno a una manera de estar y no ser, y viceversa.
El estilo de Baumbach nunca es afectado ni artificial. Logra un vaivén de gesto y plano que intercambian golpes del mismo modo que se reencuentran o se destruyen. Tiene aires de musical frustrado pero posee su propia coreografía y una mezcla de levedad y trascendencia que cruza lo vulnerable y la ensoñación. Todo sin subrayados, como un rasguño sobre una herida abierta que no cicatriza.
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