La cosa empieza en convulsión traumática, tras la estela de Dario Argento y Mario Bava, y acaba como una aventura de 'Los Goonies', a modo ... de gran celebración colectiva de la amistad. 'It' dos, –podría ser el capítulo 25 y nada cambiaría–, es cine masticado y domesticado, elaborado con el rasca y gana sabido y resabiado. Una sopa de sustos, efectos de sonido (brillantes pero repetitivos), giros argumentales, que desembocan en el tópico, y varias dosis de carnaza gore.
El lado psicológico se limita a los resquicios por los que asoman, entre casi tres horas injustificadas de metraje, los espejismos de ese territorio fértil y lúcido que asocia la infancia al terror. Son los miedos primarios, las pruebas no superadas de la adolescencia y todas esas emociones y sentimientos varados como un pecio de dolor y herida no cicatrizada. Pero esa es otra película. Aquí los destellos sólo se manifiestan como espíritus tímidos en determinadas ideas, secuencias y soluciones visuales: el arranque que revela el paso de la normalidad al disturbio; algunas transiciones entre el pasado y el presente, y viceversa; la secuencia de los espejos en la feria; y los ejercicios de mutación que pierden su efectividad por acumulación. Entre cameos, el del propio Stephen King, y homenajes (las salas de cine y teatro abandonadas o el anuncio de títulos como 'Pesadilla en Elm Street'), 'It' es un bebedizo con tropiezos que se atraganta por la falta de talento oxigenado y por su desmedida esquematismo.
A cada personaje, los de ese club de perdedores que se enfrentan a sus reflejos 27 años después, se le concede un espacio protagónico excesivo que permite, pero no justifica, el despliegue de género y todos sus modismos, aunque la mayor parte de las ocasiones deje fofa la narración. El omnipresente Pennywise, su risa y su histrionismo visceral –'bésame gordo' es una de sus melifluas caricaturas provocadoras–, no basta para visualizar los incisivos miedos que transparentan las palabras de King.
Es una obra, la de Andy Muschietti, cineasta de 'Mamá', tan trompetera como hímnica, falta de calidez y cercanía. Estamos en la era de las emociones envasadas o con preservativo y el humor aparece especialmente balsámico, con intención de narcotizar el pensamiento. La oscuridad de 'It' es un luminoso temblor epidérmico y superficial. No hay hondura. Si Poe levantara la cabeza. 'It' (eso), es eso, eso mismo, pues eso. Con menos, Rosalía levanta un himno. Y ahora el spoiler: el asesino es el tiempo, mejor dicho dos: el de la desmesura de metraje y ese otro fugaz por donde escapan los recuerdos y sentimientos de los personajes a través de la alcantarilla del olvido.
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