Cabalgar sin perdon
Bonifaz. Filmoteca de Cantabria. Inicio programación de agosto. ·
Wéstern clave en el camino del Eastwood director, tanto en estilo como en poso clásico, que ratifica la importancia de no quedarse en las aparienciasClint Eastwood cabalgaba ya hacia 'Sin perdón'. Apenas siete años entre su 'jinete pálido', magistral equilibrio entre su mirada clásica y lo absorbido de Don ... Siegel y Sergio Leone, y su encarnación de William Munny, ese padre, viudo y pistolero retirado, uno de los personajes más fascinantes de la historia del wéstern. Remake (o no) de la popular 'Raíces profundas' (Shane, 1951) de Stevens, también 'El jinete pálido' está sembrado de otras huellas, pero lo cierto es que el filme adquiere un sello propio configurado por su ritmo, su coherencia y su estilizada colisión entre la frialdad de su forma y la carga emocional que lleva dentro.
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Año 1985
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País Estados Unidos
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Dirección Clint Eastwood
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Guion Michael Butler, Dennis Shryack
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Reparto Clint Eastwood, Sydney Penny, Michael Moriarty, Chris Penn
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Género Wéstern
Es un filme de gestos sin expresividad, presa de una quietud visceral como si se retratara la radiografía de un antihéroe que representa todos los estereotipos del género y, a su vez, el perfil bíblico de una atmósfera que anticipa muchas de esas criaturas marcadas por lo terminal y por la venganza, tantas veces exprimidas por el terror. Entre la desmitificación y la resurrección del género, más que crepuscular, 'El jinete pálido' es un volcán contenido que, de vez en cuando, suelta su lava marcando su territorio.
Su materia prima conecta con lo que sería esa obra maestra llamada 'Sin perdón'. Con 'El fuera de la ley', ya recordada aquí, quedaba conformada una trilogía desigual pero complementaria y un artefacto clave en la evolución del cineasta y actor y en la del propio género que parecía ir dando portazos a medida que pasaba de década. Hay algo único, muchas veces mal imitado después en la figura del jinete Eastwood: esa explotación espectral, ese juego de apariciones fantasmales, entre revelaciones y parábolas, todo atravesado por la metáfora de un ángel vengador. Narración seca y sólida, cuidado visual y una capa muy fina de humor envuelven el pequeño universo construido por Eastwood sobre un guión que elude los excesos y pone el foco sobre un personaje en su superficie aséptico pero en su mutismo rotundamente elocuente como algunos arquetipos del noir. Perfil e interpretación logran una simbiosis que dota de hondura a una historia, incluso cuando discurre cerca de la caricatura. Paradójicamente un entretenimiento sombrío, a veces cruel, donde prima casi siempre una curiosa mezcla mística, misteriosa, a modo de irónico pasaje al infierno entre el bien y el mal. Violencia áspera, sin regodearse, mientras el diálogo de luces y sombra dicta sentencia.
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