Celebrar el cine
Embajadores Santander. ·
Poética y melancolía fluyen y confluyen en esta obra que cumple cien años: su perfeccionismo enfermizo, su equilibrio rotundo entre comedia y dramaNos enseña cómo comer unas botas en caso de hambruna. Y, al mismo tiempo, a mirar con sentido crítico al capitalismo, a los abusos de ... la historia, a la ambición mal entendida. Hablar de obras maestras en Chaplin es tan frívolo como inane. Pero no es menos cierto que 'La quimera del oro', por su perfeccionismo casi enfermizo, su poética entrañable (de emoción y entraña), su equilibrio rotundo entre comedia y drama, entre los dos Chaplin que convivían en el actor/director, es la película que merece con naturalidad ese calificativo.

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Año 1925
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País EE UU.
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Dirección y guion Charles Chaplin
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Reparto Charles Chaplin, Mack Swain, Georgia Hale, Tom Murray
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Género Comedia dramática
El próximo día 16 de julio se cumplen cien años de esta celebración del cine y las salas la recuperan con su correspondiente versión restaurada. Más allá del oportunismo comercial, es una de esas ocasiones que permiten volver con otra mirada sobre una historia que forma parte del vínculo fundacional más íntimo con la memoria del cine.
No son solo esas secuencias icónicas, inherentes a una manera de contar el mundo, –desde convertir una cabaña al borde un precipicio en un personaje en sí mismo, en lo físico y en lo emocional, al baile de los panecillos, una de las coreografías más tristes y hondas donde se funde la comedia y la tragedia en una misma sinfonía– sino ese espejo de la condición humana que nos pone Chaplin ante nuestros ojos. Todo desde una claridad narrativa, transparente, luminosamente reveladora de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser. Más de diecisiete meses de rodaje, un montaje desesperante en busca de la precisión más absoluta y hasta curiosamente (hoy se antoja innecesaria) una versión semi sonorizada, durante la Segunda Guerra Mundial, que fue un gran éxito. En su amargura de fondo, mezcla de burla, parodia y metáfora del sueño americano (hoy en las escuelas sería una asignatura en sí misma) reside su grandeza. El Chaplin cómico, acróbata, genial en sus soluciones de la puesta en escena se abraza al visionario trágico, al dueño ordenado del caos (valga la paradoja) que logra asentar el lenguaje del cine en un código reconocible. Una estancia universal, que discurre con idéntica lucidez tanto sobre la superficie como en el interior del objeto cotidiano y, de igual modo, en el sentimiento más profundo. Chaplin es el auténtico buscador de ese paraíso perdido que nos implica a todos.
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