Cine 'Balconing', o cómo proyectar al vacío
'Un verano en Ibiza' | Dirección: Arnaud Lemort; Género: comedia; Salas: Cinesa y Peñacastillo
Guillermo Balbona
Santander
Martes, 13 de agosto 2019, 09:30
Por si todavía existía alguna duda el título original del filme es 'Ibiza'. Si se trataba de promocionar las Pitiusas, ningún folleto turístico o ... web de agencia al uso, podría superar tal cúmulo de despropósitos. Pero peor aún disfrazar los objetivos de cualquier film commission (ese invento que engorda el funcionariado y que llena las carteras de artefactos infames al servicio de las excelencias autóctonas de determinados paisajes y costumbres), en una nefasta, desgraciada, lamentable y burda comedia familiar moralista donde los tópicos y los estereotipos generan un irrisorio periplo ibicenco. Si querían un claro ejemplo y demostración de por qué las salas de cine están vacías durante buena parte del verano –salvo la respuesta a la lluvia con las franquicias animadas–, aquí tienen una ilustrativa razón. Por no recordar esos veintitantos agobiantes minutos de toda clase de publicidades, autopromoción y publi reportajes con los que muchas cadenas buscan compensar la débil taquilla. 'Un verano en Ibiza', cortita, menos mal, es una invitación a la contra –el protagonista no quiere viajar a la isla- que desprende vergüenza ajena.
De la cala a la disco y tiro porque me toca, el cóctel techno bobalicón, con escapada a Formentera, es una vulgar, torticera y aburrida forma de alentar la visita a las Baleares, como si además lo necesitaran. El enredo en busca de la unidad familiar, nada inocente, no es sino la mascarada de uno de los peores, más innecesarios y torpes títulos del año. Arnaud Lemort, director de 'El amor es cosa de dos', se atreve a firmar la administración de esta cosa poniéndose al servicio de Christian Clavier, actor de enorme éxito en Francia (que lleva la misma deriva que De Niro cuando empezó a aceptar comedias basura) que encabeza esta poco libertaria y sutil excursión hasta caer rendida a la juerga y la fiesta. Las situaciones que supuestamente incitan a la risa y a la parodia son nulas, no hay gags posibles y todo es una sucesión de verborrea inútil, escenas que dan grima como las del avión, o los pasajes turístico-postales por las callejuelas de la parte antigua de la capital.
Lo demás es un festival gesticulante, una mirada reaccionaria y burguesa, de humor jurásico, entre disparates varios. De secuencia hostelera a secuencia playera en una travesía cansina pese a su escaso metraje con inevitable paso por Ushuaia, que imaginamos habrá subvencionado esta acumulación chabacana, también ñoña, con ataques nada simulados a la diferencia, e instalada en su permanente rótulo propagandístico. Si exceptuamos a Mathilde Segnier metida con calzador en este sarao, el balconing familiar de cine con salto al vacío es intragable. Un ejercicio que suena a comedia censora franquista hecha por franceses. No dejen de ir a Ibiza, ni al cine, claro, por semejante paletada, tan pedestre como mediocre.
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