Colgados de la parodia
Cinesa, Ocine y Yelmo ·
El elogio de la estupidez está presente. Lo lúdico intenta rimar con la nadería insustancial. El slapstick alocacado triunfa y el descontrol es tan alegre como dañinoEs un jocoso despropósito. Una sucesión solapada de gags verbales y visuales, más de los primeros. Y, sobre todo, una descacharrante forma de comedia, más ... simpática que divertida. Lo cierto es que la reencarnación de Leslie Nielsen en Liam Neeson, no deja de ser un artefacto tan planificado, desde la nostalgia, desde el reboot , esa reinvención que no es tal, que resulta enternecedor, como abrazar un peluche reconocible. Pero hay algo que envuelve a todos estos factores: no engaña. 'Agárralo como puedas', con espíritu de punto y seguido se postula como un elogio de la autoparodia. Y todos, los que aparecen en la pantalla y los espectadores, firman un pacto de no agresión. Lo que reina es el disparate, la agitación, la sorpresa bobalicona, o la gracieta que se estira hasta lo imposible. La dirección de Akiva Schaffer, vinculado al Saturday Night Live, garantiza ese descaro del que goza pero que no acaba de explotar la película. Después de tanto Hollywood con profiláctico se agradece este desagüe chusco entre la falta de miedo a la tontería y lo irrisorio.
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País EE UU
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Año 2025
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Dirección Akiva Schaffer
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Guion Jim Abrahams, Dan Gregor, Mark Hentemann, Doug Mand
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Música Joel McNeely
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Fotografía Brandon Trost
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Reparto Liam Neeson, Pamela Anderson, Paul Walter Hauser, Danny Huston
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Género Comedia
Por supuesto, es un filme irregular, lleno de baches, que tan pronto aprovecha algún desfase como exprime la actitud de reírse de sí mismo y lógicamente de la trilogía precedente, aunque siempre desde el respeto a un concepto de comedia que ha desaparecido de las pantallas para ser absorbido por el formato de monólogos. En este rescate, secuela, o lo que queramos, hay más intención que logros. Uno de ellos nace de la ecuación a la que se prestan Liam Neeson y Pamela Anderson con algunos momentos de pareja con comicidad y sintonía pero sin la mordiente ácida que hubiera propiciado un guion sólido. En realidad, no hay ningún deseo de inventar ni siquiera de regenerar el original y sus copias. El elogio de la estupidez está presente. Lo lúdico intenta rimar con la nadería insustancial de su materia prima.
El cineasta de 'Malditos vecinos' se mueve en una zona de confort, consciente de que está construido para fieles y la falta de riesgo se deja notar en el desmayo que va sufriendo la trama. Hay retratos 'trasuntos de...' (caso de Elon Musk) y aunque no existe ánimo de adentrarse en la política o en la actualidad, es cierto que a veces se regodea en la estupidez reinante. No todas las confusiones lingüísticas pueden pillarse y a cambio uno acaba saturado de dislates visuales como ese Bloody Mary que Anderson prepara sobre el brazo de Neeson. El slapstick alocado triunfa y ese descontrol resulta tan alegre como dañino.
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