A golpe de roca
Cinesa, Yelmo y Ocine. ·
Igual que el innombrable Trump quiere el Nobel, Dwayne Johnson se postula para el Oscar. Eso sí, con más fundamento. Cómo combatir el biopicTan voluntariosa como trillada, la cinta de Benny Safdie (esta vez sin su hermano) es un título 'al servicio de...'. Y ahí nace y muere ... la película. Las posibilidades de combatir el biopic que fundamenta la película no pueden llegar a conocerse porque cada paso del guion en 'The Smashing Machine' está mediatizado por la servidumbre hacia el protagonista. Eje lógico del relato, por supuesto, pero también un monocorde, pesado y monolítico artefacto narrativo sin muescas ni arañazos sobre la Roca. Todo hay que decirlo, el actor y exluchador profesional estadounidense Dwayne Douglas Johnson, conocido por su físico, ha sabido salvar obstáculos, eludir encasillamientos y hasta arriesgarse en algunos papeles, además de protagonizar comedias en las que a priori su presencia tenía todas las papeletas para chirriar. Sin camino alternativos, el bloque de granito, cuerpo e imagen, no permite que la película del cineasta de 'Diamantes en bruto' (no es chiste), presente matices, aproveche otros personajes o refleje el verdadero drama del luchador Mark Kerr, figura clave en el origen de la UFC (la firma de artes marciales mixtas).
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Año 2025
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País Estados Unidos
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Dirección y guion Ben Safdie
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Reparto Dwayne Johnson, Emily Blunt, Bas Rutten, Paul Lazenby
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Género Drama/Biopic
Sin ironía ni dobleces el filme responde a la caligrafía y la escritura que no tiene en cuenta márgenes ni libre albedrío. Como un niño que recibe el castigo, el filme escribe cien veces sobre la pantalla: 'ascenso y caída', 'ascenso y caída' , 'ascenso y caída'. Lo brutal se sobreentiende pero otra cosa es mostrar la desgarradura y el drama interior. Incluso la figura de Dawn Staples, encarnada por Emily Blunt, se difumina y disuelve cuando requería un intenso contraplano, casi el espejo y el otro lado del luchador, más allá de los tópicos de la ambición y el sacrificio subrayados con insistencia.
Todo es previsible y correcto, pero por ello resulta imposible esperar un matiz, un giro, una mínima cuota de riesgo para superar esa contención basada precisamente en desmayar el relato ante la omnipresencia del actor. El uso de la elipsis es inteligente y elude así recrearse en los subrayados del pasado. Asimismo, busca apoyo en el documental que sirve de inspiración. La pregunta es dónde reside la novedad. No hay sorpresas pero tampoco un tono personal, una luz propia, un gancho visual que lleve a la lona los modelos establecidos. Con cierto toque a telefilme, falta el golpe bajo a la cultura americana. Sin detalles, todo es fuerza bruta.
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