Gritos mudos en danza
Cine Los Ángeles ·
Prima la efectiva claridad de la puesta en escena y esa energía de los cuerpos que reclaman su lugar social y su estancia personalEs una película necesaria, a ratos hermosa, y un tanto superficial en algunos elementos melodramáticos. Hay un peligro que transpira: generar un formato, una obra ... tipo de cineasta y actriz con idéntica perspectiva reivindicativa, aunque cambie el molde y los ingredientes. Al fin y al cabo, Mounia Meddour y Lyna Khoudri, ambas eso sí entregadas, vuelven a reunirse ahora. Primero fue 'Papicha, sueños de libertad', una opera prima apasionada, en la que se fundían feminidad y libertad, emoción y drama. En aquella ocasión eran jóvenes universitarias, el mundo del estilismo y un desfile de moda como trinchera frente al avance del fundamentalismo. Ahora es el sueño de la danza el acicate, el motor de libertad, la luz metafórica sobre la libertad personal.
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País Argelia
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Año 2022
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Dirección y guion Mounia Meddour
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Reparto Lyna Khoudri, Rachida Brakni, Francis Nijim,Salim Kissari
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Género Drama
Hay paralelismos e historias cruzadas y, en ambos casos, retratos femeninos intensos. El factor que quizá ayuda a crear distancia es que 'Houria' apela a la superación, traza un doloroso trayecto entre pasado y futuro con idénticos mimbres sociales y políticos pero con subrayados emocionales. La joven bailarina, que sobrevive en Argel limpiando habitaciones de hotel y que apuesta en peleas clandestinas de carneros, representa otro peldaño más en ese espacio de sororidad, en este caso a través del silencio y la expresión de un cuerpo dañado. Es en esa frontera que el filme cruza a un lado y otro: el combate y la renuncia, el sonido y lo silente, el grito sordo y la lucha coreográfica. Es en ese constante deambular y zarandear entre lo físico y lo psicológico donde el filme adquiere mayor lucidez y personalidad. Aunque la cinta no acaba de desprenderse de algunos tópicos, su mirada es incisiva y combativa con la violencia de género, la presión religiosa, entre la resistencia y la necesidad de generar espacios y lenguajes de resiliencia, no ya como vía de futuro, sino de mera supervivencia.
Hay otro rasgo sustancial más remarcado: el de apelar al interés en crear grupo, comunidad, fuerza de colectivo frente a la injusticia. Un juego de miedo y esperanza subyace en muchas imágenes mientras se impone la elocuencia, lo obvio pero necesitado de complicidad. Caben numerosos mensajes aunque prima la efectiva claridad de la puesta en escena y esa energía casi invisible que surge de la danza muda, clavándose en los cuerpos que reclaman su lugar social y su estancia personal.
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