Hímnica, majestuosa, brutal
'Joker' | Dirección: Todd Phillips; Género: dramático; Salas: Cinesa, Peñacastillo
Guillermo Balbona
Santander
Lunes, 7 de octubre 2019, 09:17
En el círculo imperfecto que discurre entre la primera mueca y la última, entre el dibujo de la sonrisa triste e iniciática, que abre el ... filme, y la sonrisa perversa, desazonadora y casi satánica, que lo cierra, 'Joker' recorre un demoledor trayecto visual. Engañosa pero inteligentemente contenida, esta despiadada escapada al origen del personaje es una oscurísima vuelta de tuerca. El viaje al fin de la noche que propone Todd Phillips, tan hímnico en su intimidad –un retorcido vals de máscara y vértigo, de maquillaje y sangre–, como brutal en su contundencia amoral, se construye a través de un tándem generoso y eficaz: Un director que cede los correctos espacios a un actor inmenso; y un intérprete, protagonista y representación, que se erige en batuta y demiurgo de la función. 'Joker' es un puñetazo seco que congela la sonrisa, se sumerge en lo enfermizo y delata la permanencia de una verdad: algunos «siempre pisotean los sueños de la gente».
Cuento hipnótico y fábula anárquica, el patito feo que encarna Phoenix con aliento poético, transgresor y descarnadamente humano, se eleva a medida que se hunde en una paradoja existencial, vital y creativa forjada en la más profunda de las tristezas, en la hondura abismal de lo oscuro, en la desazón y el vértigo de una violencia casi atávica.
'Joker' es un corte de mangas a los uniformados y triunfantes retratos no ya de superhéroes, sino de los delirios positivos y felices que venden cada día los gobernantes populistas y fabricantes del sistema. Esta historia y su actor esbozan, desde lo difuso y hasta la alta definición, (el juego de lo que es verdad y no lo es forma parte de los mensajes perversos oficiales de los Estados) un retrato creativo que se apropia de tantas referencias como posibilidades. Su espacio tiene tanto de 'Malas calles' y 'Taxi driver' como de 'El rey de la comedia' y 'El caballero oscuro', hasta coser un traje guasón, transgresor y ambicioso donde lo sórdido adquiere texturas propias.
El sendero que se bifurca en torno a este personaje, entre el gigantismo y el intimismo, entre el himno al que apunta una banda sonora elegida con acierto y declaración de intenciones, y el primer plano contundente, sin concesiones, es el mismo que transcurre entre el hombre abatido que sube al inicio las escaleras interminables de su barriada en Gotham y desciende al final convertido en payaso terminal, alumbrado por las sombras.
El cineasta revela con una coreografía de lo desgarrado y una sinfonía visual inagotable (esa mirada urbana que del paisaje conocido logra parir una envoltura insólita, atemporal y extraña) la hendidura incómoda, muchas veces desagradable, donde se instala la desolación. Todo el filme de Phillips/Phoenix es una ácida carcajada que se asemeja a un puñal que nunca acabara de clavarse del todo. Secuencias como la del metro (algo así como la naranja mecánica del siglo XXI) o los pequeños tour de force que se marca el actor/personaje a modo de amargos y reveladores recitales, hacen levitar la grandeza de una obra majestuosa, sin fisuras. Lo malsano se vuele empático y el siniestro guasón alcanza la gloria frente a un sistema que busca imponer su falsa y fallida felicidad. Caos crepuscular, 'Joker' no pretende una lectura del personaje, sino levantar una provocación nihilista en el corazón de ese gesto donde todo es comedia y tragedia a la vez. Una sonora carcajada hasta que lágrima, máscara y sangre son una misma cosa. Una ruina que se construye desde la contestación. Un necesario canto al desasosiego contra quienes aún le encuentran puta gracia a un mundo que cada vez se asemeja más a un ridículo y estilizado meme con apariencia de protector amparo oficial.
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