Ladridos de redención
Una fábula perruna y humana, un wéstern existencial y una road movie que brilla en su potencia visual con muchas metáforas políticas
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Película Black dog
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Duración 110 min
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País China
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Dirección Guan Hu
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Guion Rui Ge y Guan Hu
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Música Breton Vivian
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Fotografía Weizhe Gao
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Reparto Eddie Peng, Tong Liya, Jia Zhangke, Zhang Yi
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Género Drama
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Salas Embajadores Santander
El ladrido del perro y el silencio del hombre tienen la misma nota. Esa que suena a rendención y afecto. 'Black dog' es fábula existencial, ... metáfora política, wéstern con expresidiario y noble chucho callejero dentro. Un lamento humano y perruno cubierto por una textura a veces irreal e impregnada de humor, visualizada de manera espléndida. El cineasta Guan Hu crea un ecosistema simbólico configurado por un paisaje desolado y una localidad en estado de extinción, condenada a su demolición. El filme, premiado en Cannes, parece tan pronto un fragmento de realismo mágico trasplantado a la China profunda en vísperas de los Juegos Olímpicos de 2008, como un esqueje de neorrealismo con Pasolini en su interior. El propio punto de partida está habitado por imágenes que remiten a muchos clásicos del wéstern.
El cineasta de 'Los 800' genera con facilidad un mundo propio cargado de simbolismos entre lo urbano y lo rural, los ciudadanos sometidos y los inadaptados, o el contraste entre ese país que espera entre espejismos la llama olímpica y el que amanece desmoronado. Derrumbe y poética perruna conviven en la cinta. Gran parte de su excelencia reside en su sutil combinación de géneros: el poema periférico con sus metáforas sociopolíticas, la intriga criminal, lo noir y cierto aire surrealista.
'Black Dog' exuda una violenta ternura y, al tiempo, una delicada resistencia. La colisión entre lo salvaje y lo poético se plasma en dualidades, casi continuas, a veces solapadas, caso de comedia y drama más esos vasos comunicantes entre un hombre perruno y un perro muy humano. Hay antecedentes como 'Dogman' de Matteo Garrone, pero la cinta china está alejada de ese realismo y nunca pierde su mirada definida, ese hieratismo, magnetismo e hipnotismo en torno a estos perros callejeros y la rabia del animal...y del hombre. Dos centauros del desierto en su regreso a un hogar que no existe, con mezcla de distopía y sueño. Tragicómica y, en ocasiones, conceptual, lo mismo ladra fuerte que deja la cámara fija en modo enigma.
El cineasta nunca descuida la potencia visual de ese paisaje en el que coinciden lo intimista y lo colectivo. Una road movie, también lo es, agitada, sentimental y catártica. Esa sucesión de lugares vacíos, de espacios que parecen umbrales inútiles rendidos a una presencia, tiene algo de pulso social y de fantasía. Una poderosa incursión en esa necesidad de afecto surgida donde menos se espera.
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