Perfectas hipocresías
Netflix. Estreno. ·
Es danesa, fría y minimalista, pero juega con eficacia a ser incómoda. Lo psicológico y la turbiedad, tras los escenarios impolutos, visibilizan la tensiónViene a ser como una variante de los ricos también... matan. Pero no hay frivolidad ni sofisticación. Ficción nórdica, igual a fría y distante. Pero ... menos. Con los pies en el suelo, sin dejar de lado la posibilidad de crear atmósferas inquietantes y sombras y rastros de turbiedad, la serie 'Los secretos que ocultamos', que explora la desaparición de una joven 'au pair' filipina en un exclusivo barrio de Copenhague, presenta ante todo un elemento dominante que debería ser norma: es entretenida.

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Año 2025
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País Dinamarca
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Dirección Ingeborg Topsøe (Creadora), Per Fly
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Guion Topsøe, Ina Bruhn, Mads Tafdrup
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Reparto Marie Bach Hansen, Simon Sears, Danica Curcic, Lars Ranthe
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Género Thriller
Dada la profusión de thrillers replicantes, soporíferas y pedantes ficciones de creadores de contenidos, esos que rellenan pero que no cuentan, de vez en cuando bueno es toparse con una historia como esta: bien contada, estructurada con criterio, gestionada y dosificada con ritmo y vocación de estilo y cierta personalidad visual. Incluso sin estirar el enigma, la incógnita o la intriga, en algunos de sus episodios pasa incluso a ser secundaria porque hay un deseo elogiable que incide en la atmósfera, en ese magma a veces indefinible en el que se mueven las criaturas.
No es baladí lo que plantea 'Reservatet' ('la reserva' en su doble sentido). Porque bajo su envoltura de thriller de manual –una desaparición, la búsqueda, el rompecabezas, las mentiras, la hipocresía– se revela o subyace a partes iguales todo un microuniveso de apariencias, racismo, desigualdad social, miradas por encima del hombro, clasismo y tensiones entre seguridad, vidas privadas y corporativismo de privilegiados. El mosaico danés adquiere brillo cuando se evade del conflicto desencadenante y pone en un primer plano la turbiedad a la intemperie, las dobles vidas y ese extrañamiento que late tras la zona de confort, aquí muy, muy reservada. A modo de comuna de 'mírame y no me toques', de ecosistema de etiquetas, ya saben, de cadáveres en el armario, la miniserie ajusta sus seis episodios a una descripción sintética, entre el estatus económico y la hipocresía. La utilización de los espacios y distancia en la puesta en escena, las soledades de los personajes, la mujer que ejerce de columna vertebral o el adolescente, siempre en composiciones que parecen obras de Edward Hopper. Nada de lo que cuenta es nuevo. Pero hay que alabar la eficacia narrativa, la capacidad de síntesis, el uso de las elipsis y ese retrato de la incomodidad que aflora donde todo se sostiene en el orden arquitectónico, moral y social. Los silencios y las miradas actúan como perfectos agitadores del imperfecto sistema social, ese donde cabe tanto un crimen hogareño como una íntima falacia.
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