Pío, pío
Cinesa, Yelmo y Ocine ·
La resurrección es loable, el graznido no tanto. En su discurso de amor y muerte, que exuda impostura, triunfa el artificio sobre la supuesta transgresiónSu atractivo reside en el ánimo de postularse como una alternativa díscola a lo ya conocido. Y su perdición en no tener mucha fe en ... sí misma. Y luego está ese rictus de estética muy relamida en el encasillamiento de modas y tendencias. Entre la pose y el vuelo corto 'El cuervo' insinúa más que logra y se diluye en ese graznido visual que busca un impacto peculiar entre lo gótico y los simbolismos e iconos de múltiples referencias. Además, los factores externos pueden ser una llamada muy útil para la taquilla pero no aportan nada a esta especie de revisitación, que no remake, del original.
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Año 2024
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País EE. UU.
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Dirección Rupert Sanders
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Guion Zazh Baylin
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Reparto Bill Skarsgård, FKA Twigs, Danny Huston, Isabella Wei
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Género Thriller
Hay declaración de intenciones al apartarse del famoso cómic de James O'Barr y tampoco comparte mucho del Proyas de la película que dio fama al personaje. Salvo, eso sí, cuando el interés pide la mirada referencial. Esa apelación al malditismo que rodeó a Brandon Lee y los guiños dentro y fuera a toda sombra de leyenda. Aquí hay mucho 'crack-crack' de violencia y escasa lucidez a la hora de adentrarse en lo oscuro.
Rupert Sanders, director osado cuando quiere, conocido por su 'Blancanieves y la leyenda del cazador' y la serie 'Fundación', se regodea en un diseño visual recargado y en una puesta en escena muy absorbente. Los cambios de escenario y atmósfera, tan pronto operísticos como distópicos, parecen fruto de un cierto y saneado libertinaje en la dirección, pero otras veces es mera ambigüedad y desconcierto. Han pasado cerca de quince años hasta poner en pie esta producción, entre cambios de cromos de directores e intérpretes posibles, pero 'El cuervo' no es ni más ni menos que cualquier otro intento loable de resurrección de una historia con sus variantes, encrucijadas y senderos consentidos y con sentido. Lo malo es cuando se busca la marca, el tatuaje y el golpe de gracia. Por ello tan pronto resulta epatante, grotesca y disparatada como nos mira desde un gesto nada sutil de obra de videoarte, con toques conceptuales. Historia irregular con muchos frentes abiertos y otros tantos olvidados alcanza su mayor personalidad gracias a su actor: Bill Skarsgård, notable, camaleónico y capaz de mimetizarse con algunas arriesgadas decisiones de la puesta en escena. En su discurso de amor y muerte, de tragedia y marginalidad, que exuda impostura, triunfa el artificio sobre la supuesta transgresión.
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