Sarcasmo no volador
Cinesa y Embajadores Santander. ·
Una Feel-good movie menos liviana de lo que aparenta, que transcurre entre ideales, extravagancias y algún disparate. Los matices los ponen los actoresCuando la película supera el metraje lógico de un corto, ha esbozado ya su planteamiento y en la pantalla hemos asistido a un preludio híbrido. ... tan estereotipado como enigmático, el personaje protagonista escribe sobre una pizarra la palabra sarcasmo. Y ese es el verdadero título de esta comedia simpática, menos ligera de lo que presume y con animal dentro. 'Lo que aprendí de mi pingüino' (The Penguin Lessons) es británica por los cuatro costados si nos atenemos no ya a sus factores humanos y artísticos, sino al humor que recorre las entrañas de este pasaje sobre un profesor (de inglés, claro) y un amigo alado (y aliado). No obstante el escenario, en lo geográfico y en lo político es argentino.
-
Año 2024
-
País Reino Unido
-
Dirección Peter Cattaneo
-
Guion Jeff Pope
-
Reparto Steve Coogan, Jonathan Pryce, Vivian Jaber, Björn Gustafsson
-
Género Comedia
Sobre una historia real, con Steve Coogan al frente, el filme no es fábula ni animación, sino una jocosa, graciosa y casi surreal sucesión de encuentros y desencuentros que poseen algo de azaroso pero no menos de ingeniosa forma de zarandear la realidad. Una trama para lo bueno y lo malo, tan atractiva como desequilibrada. Quizá su originalidad estriba en que uno no sabe nunca si el filme busca la seriedad en el humor, o la sonrisa en lo serio. Los chistes subyacen en la superficie y al mismo tiempo, asoman, se insinúan o afloran otras capas derivadas de la colisión o el engarce surgidas de la extraña pareja que el espectador tiene ante sus ojos.
Coogan aporta matices allí donde el guion o la dirección de Peter Cattaneo no llega. Sí, el cineasta de 'Full Monty' que aquí, desde otro extremo, intenta mutar o intercambiar la comedia con el retrato social y político, a veces con devaneos de mirada colonialista y paternalista. En este caso, el contraste es delicado y difícil de conjugar, de ahí la dispersión de tono y la sensación en ocasiones de que discurren dos películas en paralelo, solapadas o definitivamente contrarias. En ese diálogo imposible y en los contrastes con los que juega el guion, al parecer alejado del libro original, vence por goleada la presencia en el filme de Jonathan Pryce. Dos actores, sin olvidar al pingüino, que suman y restan rostros, muecas, ironías y mensajes subliminales que se basan más en la maestría de las interpretaciones que en el hallazgo oportuno y oportunista. El cineasta de '¡Que suene la música!' logra los mejores momentos cuando desprende anarquía, cierta caricatura controlada. Ahí reside el aprendizaje vital, la necesidad de reinventarse, los contrastes entre las criaturas y una cierta llamada a redescubrir un humanismo cotidiano, casi una sanación del cinismo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión