Cuando el sonido es luz
Bonifaz. Filmoteca. Esta semana. ·
Eastwood, en la primera película en la que no aparece como actor, fundió pasión y veneración para expresar su declaración de amor al jazz a través de Charlie ParkerLa tentación del biopic siempre está presente. Máxime cuando hablamos de una figura inmensa en la música del jazz, con una vida tan intensa como ... fugaz. Pero lo de Clint Eastwood sobre Charlie Parker se escapa del itinerario biográfico para convertirse en la plasmación de una conexión emocional, de un fogonazo fundacional. El cineasta músico, que también lo es, descubrió in situ, durante un concierto, con 16 años, la presencia y el sonido de Bird. Antes o después estaba marcado que el director de 'Sin perdón' iba a acometer un acercamiento al hombre y al saxofonista que supuso una revelación en su vida. El resultado es esta película que hace casi cuatro décadas trazó un transparente cordón umbilical de jazz y vida.
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Año 1988
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País EE UU.
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Dirección Clint Eastwood
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Guion Joel Oliansky
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Reparto Forest Whitaker, Diane Venora, Michael Zelniker, Samuel E. Wright
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Género Drama biográfico
Aunque precisamente no suele ser uno de los filmes más citados, sí puede decirse que es uno de sus títulos más rupturistas, radicales y estilizados que confirmaron la talla del actor en su conversión en cineasta. Ambientación, atmósfera y puesta en escena son personajes que actúan de manera activista en la recreación de Parker. Una implicación sonora y esteticista, pasional y humana y a la vez dotada de un academicismo interpretativo.
Si Cortázar se inspira en el músico para escribir uno de sus cuentos más célebres, 'El perseguidor', Eastwood visualmente acude a la entraña de Parker para mostrar tanto descaradamente su veneración por el músico como para improvisar una perfecta ecuación y conjunción de ese pliegue entre la música de Parker y el descenso a los infiernos del interior del hombre. En la primera película en la que no aparece como actor Eastwood y su mirada está centrada en construir un clima y un mundo sensorial tan trascendente en la imagen exterior como en su manera de abducir aquello que forma parte del aroma de la creatividad. Esa apropiación de la vida en lo sublime y la desesperación, esa sucesión de trayectos narrativos que van más allá de los hechos y datos de una vida. La dispersión y fragmentación responden a una estructura compleja abordada con capacidad de síntesis, todo tan austero como brillante, tan formal como ajeno a concesiones impactantes. Desbordante pero sobria. Solidez, carisma y serenidad. El cineasta atrapa y deja, como en una jam session, que vuele el relato. Hay representación y una onda expansiva de sensación y sentimiento, sustentado todo en la excelente actuación de Forest Whitaker. Entre uno y otro el pentagrama secuencial refleja una sublime declaración de amor al jazz.
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