
El sudor de Brando
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Adaptación ejemplar, suma de talentos, el universo Williams tiene su reflejo en pantalla con una puesta en escena que exprime toda energía originalSecciones
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Ateneo. Hoy. 19 horas. ·
Adaptación ejemplar, suma de talentos, el universo Williams tiene su reflejo en pantalla con una puesta en escena que exprime toda energía original«Hay cosas que suceden entre un hombre y una mujer en la oscuridad que hacen que todo lo demás parezca irrelevante». La sentencia se ... escucha en esta convulsión emocional, catártica y, a veces, brutal que es 'Un tranvía llamado deseo'.
Año 1951
País EE UU.
Dirección Elia Kazan
Guion Tenessee Williams
Reparto Vivien Leigh, Marlon Brando, Kim Hunter, Karl Malden
Género Drama
En todo drama sureño de Tennessee Williams hay sudor y sexo, violencia soterrada y pulsiones, un latido tenso que se antoja inherente a sus criaturas y a su intrahistoria. Al borde de la exasperación al límite de la hipérbole y el exceso, Elia Kazan bordea la perfección en esta adaptación ejemplar de una obra intensa, desgarrada, pero también sórdida. Cabe preguntarse si hoy no se hubiera caído en cierta censura a la hora de enfrentarse a muchas de las implicaciones polémicas, la violencia y lo enfermizo. Karl Malden que lograría el Oscar como actor secundario, confesó años después que lloró al leer la obra y Kazan, uno de los artífices antes del Actor's Studio y el método, depositó en su adaptación a la pantalla toda su pasión por llevar hasta el final la entrega de su reparto: Vivien Leigh y Marlon Brando, como si el texto original se hubiese basado en sus vidas.
Hipocresía, destrucción, combate entre la ilusión y la realidad más sucia, perdición y opresión pululan por las entrañas de una historia, que también se adentra en la soledad y los defectos propios y ajenos, la dependencia y la hondura psicológica. Colisiones, entre la obsesión y la locura, su juego de apariencias y las heridas asoman, directa o subliminalmente, de un modo a la vez sutil y transparente, a través de una puesta en escena excelente de Kazan, en una de sus grandes obras. Fruto además de una traslación inteligente de su experiencia teatral al cine sin mediatizar la narración. Iluminación y espacios se conjugan para crear una atmósfera asfixiante en un constante duelo entre espejismos e ilusiones rotas y golpes de realidad. Es esa tela de araña que teje Williams que va descosiendo Kazan entre la universalidad de las pasiones y la intimidad. La fusión de talentos genera un sublime estado sobre la condición humana, con ambos intérpretes descargando adrenalina y química en estado puro. Una luz clara pero cegadora atraviesa este atormentado retrato que sangra mitos por todos sus poros. La camiseta de Brando sigue sudada.
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