De tronos y truenos
Un enfrentamiento ajedrecista, de secretos y mentiras en su versión descafeinada. La ficción carece curiosamente de la ambición de sus personajes

-
Serie Legado
Le sobran buenas intenciones formales y le falta emoción, creer más en sus propias posibilidades. El guion de 'Legado' es un molde a veces previsible, ... otras mecánico y muy manido. El equilibrio lo ponen un buen reparto y, paradójicamente, alguna salida de tono que precisamente ratifica la ausencia de intensidad. Hace tiempo que las plataformas han alimentado un subgénero seriado, como de culebrón más o menos sofisticado, casi siempre familiar, de clan y tribu, donde los cuchillos afilados, el cinismo, la ambición y el choque entre grupúsculos siembra un atractivo material desbordante en puñaladas traperas. Por su puesto la cima de este territorio sembrado de barro y pisotones, por decirlo suavemente, es 'Succession', excelsa y casi perfecta ficción sobre el poder que, en realidad, actualizaba lo que fueron en los ochenta 'Falcon Crest' o 'Dinastía'. En ese espejo, pero desde muy abajo, se mira 'Legado', un mecano familiar de padre e hijos en una deriva de odios soterrados y traiciones domésticas, competencia de afectos e imposturas, más falsas e hipócritas situaciones de arriba a abajo, y viceversa.
No obstante, a quien más se parece la serie que acaba de desembarcar en Netflix es a otra surgida antes de la pandemia que creció en varias temporadas, también protagonizada por José Coronado, siempre en su sitio. Hablamos de 'Vivir sin permiso', donde el mundo empresarial y el narco ataban y desandaban los lazos generacionales y los entresijos de abusos, triquiñuelas, juego sucio y venganzas. En el caso de 'Legado' el emporio está edificado sobre la prensa y grupos de comunicación –hay guiños muy burdos y asociaciones y paralelismos con situaciones conocidas de la realidad española– pero la esencia es idéntica.
Entre subtramas y fantasmas del pasado (algunos macguffin como la entrevista que sirve de moneda de cambio) el enredo se queda casi siempre anclado en un entretenimiento ajedrecista, de chantajes, secretos y mentiras en su versión descafeinada. La ficción carece curiosamente de la ambición y la ansiedad de sus personajes. Un periódico en el epicentro, corrupción desde los márgenes, identidades ocultas y numerosas peripecias forzadas. Hay tensión y una poderosa demostración de relatos cruzados, de microhistorias que unas veces juegan a aportar pistas y otras inventan coartadas para agitar el guion. Hay tronos y truenos. Una confrontación de familia y empresa, de maneras diferentes de ver el mundo que cuando alcanzan su cénit se adentran en un retorcido bucle ensimismado.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.