Me consuelo pensando que la vida es así muchas veces y que por eso...
CUADERNO DE EXCEPCIÓN | DÍA 48 ·
He tenido un golpe de lucidez, como cuando un rayo muestra durante un segundo lo que oculta la noche. He visto, en esa iluminación repentina, lo que debo hacer: tengo que elaborar un plan de desescalada para este cuaderno de excepción, una ruta de escape a esta atadura diaria. Debo dibujar un camino que me lleve hasta el artículo final, el que me hará libre.
El día que podamos salir a la calle sin restricciones ya no tendrá sentido escribir sobre estar encerrado. ¿Cuándo sucederá eso? ¿Cuándo dejará de tener sentido esta escritura diaria? ¿En la Fase I? ¿En la Fase II? ¿En la Fase III? ¿En el momento en el que lleguemos, como el que alcanza un siniestro paraíso, a la nueva normalidad? ¿El 11 de mayo? ¿El 1 de junio? ¿El 22 de junio? ¿Más tarde? ¿Alguna vez?
Anoche tuve una pesadilla. Habíamos alcanzado la nueva normalidad. Vivíamos en ella como el chucho que después de estar atado a una cadena está contento de pasear suelto por la perrera. En el sueño los contagios se disparaban de nuevo y el Gobierno decretaba un confinamiento más estricto que el de antes. Lo peor era que yo tenía que empezar a escribir este cuaderno desde el principio, por el día uno otra vez. Quiero que todo esto termine pero sé, al mismo tiempo, que echaré en falta cosas de este extraño paréntesis. Esta escritura entre ellas. El cuaderno lo disfruto y no. Como cuando no puedes evitar poner el dedo en ese sitio que te duele. Así estoy: confuso, contradictorio, ambiguo, unos días tristes y otros feliz, como en la canción de Javier Corcobado. A veces, vuelvo a leer lo que he escrito y no me queda del todo claro qué he querido decir, y eso que lo he dicho yo. Me consuelo pensando que la vida es así muchas veces y que por eso es tan difícil que nos entendamos, porque ni siquiera sabemos lo que queremos decir cuando lo decimos, porque las palabras se nos caen de la boca, incomprensibles, en un permanente farfullar. Supongo que la alternativa es el silencio, la vida callada, y aguardar así hasta que encontremos algo que merezca la pena ser dicho.
De momento, pienso que me vendrá bien el ejercicio físico y el aire libre. La Fase 0 del plan de desescalada permite una hora diaria de paseos o deporte. Pienso en sacar, de allí donde se encuentre escondida, mi vieja ropa de ciclista. La bici de carretera está bien, la mandé arreglar hace unos meses y se desliza suavemente por el asfalto. Mi municipio tiene costa. Calculo los kilómetros que hay desde mi casa. Podría, si mis músculos y mis pulmones me dejan, llegar pedaleando hasta el mar.
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