Lucía Lacarra
La artista y su pareja, Matthew Golding, inauguran mañana Escénicas en el Casyc, dentro de las actividades culturales de la UIMP, con 'Fordlandia', su espectáculo «más especial»
Lucía Lacarra, (Zumaia, 1975), supo desde muy pequeña que había nacido para ser bailarina y no paró hasta conseguirlo. De su pueblo, donde inició sus ... primeros pasos, se fue a San Sebastián y de ahí a Madrid tras conseguir una plaza en el Ballet de Víctor Ullate. Luego llegaron otras compañías que la llevaron por todo el mundo hasta que en 2019 volvió a España para hacer sus propios proyectos. Es con su pareja Matthew Golding con quien ha formado su propia compañía y con el que mañana, presentará su espectáculo 'Fordlandia' que aúna danza, música y arte visual. Será la apertura de Escénicas en el Casyc, de la Fundación Caja Cantabria, a las 20.00 horas, dentro de las actividades culturales de la UIMP.
-En febrero de 2023 presentó en el Palacio de Festivales junto a Matthew Golding 'In the still of the night'. ¿Qué nos trae en esta ocasión?
-Vamos a mostrar 'Fordlandia' que, en realidad, es nuestro primer espectáculo. Es muy especial porque lo creamos al principio de la pandemia. Matthew y yo llevábamos juntos poco tiempo. En marzo de 2020 estábamos trabajando en Dortmund cuando nos avisaron que el teatro se cerraba por el covid. Yo me fui a Zumaia, Matthew a Bruselas y esa misma noche nos confinaron. Pensábamos que iba a ser cosa de pocas semanas, pero la cosa se complicó.
«Me gusta pensar que no bailo solo con mi cuerpo, sino con mi alma y con mi corazón»
-Y empezaron a crear.
-Así es. Yo estaba muy asustada con todo lo que estaba pasando y Matthew me dijo que podíamos aprovechar a hacer lo que siempre habíamos querido y no habíamos hecho por falta de tiempo. Para mí fue como una bocanada oxígeno que durante esas diez semanas me ayudó a volar con mi mente.
-¿Qué verá el público en 'Fordlandia'?
-Unos meses antes Matthew me había mandado una música maravillosa. Se llamaba 'Fordlandia' y llevaba el nombre de la ciudad utópica que Henry Ford quería construir en medio de la selva amazónica. Nos encantó. Así que cuando decidimos que íbamos a hacer una obra sabíamos que esta música tenía que estar en ella. Y nos parecía que venía muy al caso porque Fordlandia era el sueño de una persona y también el nuestro, el de crear un espectáculo. No se trata de una obra muy rebuscada ni con muchas pretensiones porque lo que queríamos era plasmar lo que vivimos entonces. La coreografía se acompaña de una pantalla con imágenes que sirven de hilo conductor: la historia de una pareja que se ve obligada a separarse y que sueña con encontrarse.
-El encuentro será muy emocionante.
-Es la única pieza que no creamos para 'Fordlandia', pero es muy simbólica porque fue el último número que bailamos juntos antes de que se cerrara el teatro y nos separásemos.
-¿Qué cuentan esas imágenes?
-Nos sirven para contar lo que todos deseábamos en aquel momento que era salir de casa y por eso todas están grabadas en exteriores reales. En Zumaia que es donde estaba yo y en Holanda que es donde se encontraba él.
-En el espectáculo que les trajo a Santander en 2023 también contaban con imágenes como hilo conductor. ¿Qué aportan a sus espectáculos?
-Pensamos que la fusión de las artes eleva los espectáculos a otro nivel. A nosotros además nos encanta ir al cine y siempre hemos querido que estuviera presente en nuestras obras porque te traslada a una localización, un ambiente, una atmósfera... En este caso necesitamos este apoyo para poder contar mejor nuestra historia porque eran coreografías diferentes que había que entrelazar. Así que la película nos daba también espacio para poder trasladarnos de un sueño a otro.
«La fusión de distintas artes, como el cine, eleva los espectáculos a otro nivel»
-Poco después de estrenar 'Fordlandia' crearon su propia compañía. ¿Cómo les va?
-El trabajo con bailarines es mucho más enriquecedor y da una mayor fuerza a los espectáculos. Lo más complicado fue crearla sin ayudas con todo el riesgo que eso conlleva y aunque todo el mundo nos decía que estábamos locos, nosotros creíamos en nuestro proyecto. Contratamos a ocho bailarines que, con nosotros dos, somos diez y hemos estado bailando en un montón de sitios como el Teatro de Munich, que no acostumbra a invitar a compañías de danza pequeñas. El 16 de julio vamos a ir al Festival de Nervi, el más antiguo de Italia. Estamos preparando una gira por Kazakistán y en noviembre estaremos en Ginebra.
-En sus espectáculos hay mucha belleza pero también una gran carga emocional. ¿Cuál de las dos cosas predomina más?
-La belleza es una de las primeras cosas que causan emoción y para nosotros es lo primordial. La danza no es algo físico, es algo emocional y me gusta pensar que no bailo solo con mi cuerpo sino con mi alma y con mi corazón. La danza es un arte y el para serlo tiene que crear emociones.
-Ha bailado en varias compañías y todo tipo de repertorios. ¿Le ha compensado tantos años de sacrificio?
-No ha habido un solo momento en mi vida, ni en los más malos, en los que me haya arrepentido o pensado en hacer otra cosa. No cambiaría nada de lo que he vivido porque me he dado cuenta de que la persona que soy es la suma de todas esas vivencias y experiencias. Me he tomado la vida como un aprendizaje siempre con el objetivo de crecer como persona y como artista. Más que un trabajo es una forma de vida y sigo disfrutando y no solo de bailar, también de dirigir, producir...
-Volvió de Alemania en 2019 y se instaló en Zumaia, su pueblo. ¿Se encontró el mismo mundo de la danza que había cuando se fue o más mejorado?
-Por desgracia me encontré con lo mismo que dejé y eso no es bueno porque cuando algo está estancado es porque no avanza. En España se intenta mantener lo que hay pero no evoluciona y a veces cuando se empieza a evolucionar se cambia la dirección sin pensar en lo que se está haciendo. A la danza en España le faltan esas raíces fuertes que un árbol tiene que tener para crecer y pueda soportar todo tipo de vientos. Nunca ha tenido esa base fuerte. Se cree que tenemos que cambiar de dirección para mantenernos en un momento actual sin darle la posibilidad de coger esa fuerza.
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