«Para explicar hoy todo un edificio casi no son necesarias las palabras»
Jesús Marina, historiador | Elena Morón, arquitecta ·
El taller de fotografía de la Bienal de Arquitectura 2018 analiza 'La imagen habitada' a partir del Centro Botín, «icono, y un sitio que funciona porque allí pasan cosas»El historiador Jesús Marina y la arquitecta Elena Morón llevan tantos años dándole vueltas a la imagen, la fotografía y su relación con la arquitectura ... que ni siquiera saben ponerle fecha al momento en que empezaron. Siempre han trabajado juntos (funcionan como Marina_Morón) en este proyecto, que se ramifica en investigaciones, libros, talleres y propuestas innovadoras siempre en busca de una respuesta a la pregunta de cómo se apropia el ser humano de su entorno. Estos días imparten en Santander un taller de fotografía -'La imagen habitada'- bajo la sombrilla de la Bienal Española de Arquitectura en el que cuentan a su docena de alumnos que «hoy, para explicar todo un edificio apenas son necesarias más palabras que un título». El reto es hacer que una generación que recibe miles de imágenes estereotipadas sea capaz de elaborar una lectura propia «superando la banalidad». Marina y Morón responden al unísono, casi quitándose las ideas.
-En realidad, cualquier persona conoce la mayor parte de la arquitectura del mundo o las ciudades míticas solo a través de la fotografía. ¿Únicamente por esto ya habría que considerar vital la relación entre una y otra?
-No es que haya una relación entre fotografía y arquitectura, es que ya son lo mismo. La fotografía es conocimiento y difusión y también está en la propia gestación de la arquitectura, porque desde el inicio, cualquier edificio es una imagen. La imagen y la arquitectura están completamente unidas. La imagen es tan onmipresente y una forma tan potente de comunicar que, ahora, cualquiera puede conocer el mundo sin salir siquiera de entre cuatro paredes y se puede explicar todo un edificio casi sin palabras. Bastarían imágenes y un título.
-'Más habitar, más humanizar' es el lema de esta Bienal. Por contra, ustedes exploran la descontextualización de los entornos cotidianos y tienen debilidad por las escenas vacías... ¿Cómo casan ambos conceptos?
-Lo que interpretamos como vacío suele llamar a equívoco. Aunque un lugar parezca vacío, siempre se activa desde la presencia humana. Siempre tiene una huella o la memoria del creador. Lo que habitualmente vemos como espacios vacíos son habitados. Nada y vacío no es lo mismo, el vacío siempre está marcado por la luz, los colores, una mirada concreta... Al contrario, una fotografía puede mostrarnos cientos de personas y eso no quiere decir que esté habitada.
-¿Los habitantes de una ciudad -o de un pueblo- somos conscientes de lo mucho que nos condicionan los paisajes que nos circundan?
-El paisaje es la primera arquitectura, todos somos arquitectura desde que nacemos. Pero en las ciudades no somos conscientes de cómo nos incluye el entorno porque nos han limitado las capacidades. La sociedad apuesta tanto por el embrutecimiento del ser humano -para que no sea crítico con lo que le rodea- que ya no sabemos identificar la agresividad del ruido, de los colores o el hecho de que vivimos en lugares limitantes. El ambiente condiciona totalmente. Y es dramático que no tengamos conciencia de ello. Nos hemos vuelto insensibles. Hay una forma de fotografía que interpela sobre todo esto.
-Uno de los objetivos de este taller es hacer que los alumnos desarrollen una visión crítica de las intervenciones en las ciudades. Aspiran ustedes a que construyan expresiones alternativas desde el lenguaje fotográfico. Es de suponer que para conseguir estos objetivos hay que empezar por quitar el corsé con que llega cada uno...
-El taller está muy basado justamente en 'hacer para aprender'. Es un entorno colaborativo, que concluirá haciendo entre todos un fanzine. Lo que intentamos es enseñar a jugar, a que la gente aprenda a escucharse a sí misma. A Enrique Tierno Galván (un histórico alcalde de Madrid) le preguntaron una vez que visitaba un colegio por el mensaje que les iba a dar los niños y contestó que su único discurso era transmitirles que podrían convivir si se escuchaban unos a otros. Nosotros lo que decimos es que hay que olvidar todo lo que se ha visto hasta el momento y lanzarse a escuchar para encontrar un sonido personal. Hace poco -en un congreso de innovación docente- hicimos un taller que se llamaba 'Ahora te toca a ti', una invitación a que tú des tu versión de lo que tienes delante. Por mucho que creas que lo conoces, siempre puedes dar tu mirada.
-¿Qué está aportando la ciudad de Santander en este contexto de trabajo? ¿Existía un desafío de partida al tratarse de esta urbe?
-Por supuesto. Impartimos este taller en la sede de Telefónica en Madrid y fue completamente distinto porque lo importante es la percepción, la sensación que un edificio le provoca a una persona. Aquí la clave era contrastar el turismo cultural de masas con una alternativa personal y subjetiva. Que el espacio de clichés históricos que cada uno haya traído a Santander se pueda reinventar con la cámara. Los alumnos han visto miles de imágenes sobre el Centro Botín (que es el edificio sobre el que gira el taller) y que ya casi es un icono. Pero ellos lo tienen que ver de otra manera: deben encontrar otro Santander en el Centro Botín y, desde aquí, descubrir cosas de él que no conocieran.
-Dice Renzo Piano que la arquitectura ha de ser comprometida. ¿Creen que el Centro Botín se ajusta a esta idea?
-Sí, totalmente. Piano ha sabido involucrar el mar en el edificio y, a la vez, ha logrado que el arte se integre en la vida diaria de la ciudad. El hecho de que sea un espacio elevado que genera un espacio público a la sombra que está siempre lleno de niños y de gente es una forma de compromiso con su entorno. También el que sea un lugar de encuentro cultural, con aulas, con una terraza accesible libremente... Todo hace muy integrable en la ciudad y que esté muy relacionado con ella. Demuestra compromiso porque estamos acostumbrados a las miradas pasivas sobre los edificios, pero este no es el caso. El Centro Botín rompe la distancia del ciudadano con la Cultura. Es un sitio en el que pasan cosas y, en este sentido, funciona perfectamente.
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