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Okuda San Miguel, en la presentación de su proyecto, auspiciado por el Ayuntamiento de Bareyo, Gobierno regional y Autoridad Portuaria. Roberto Ruiz
El Faro de Ajo pierde color

El Faro de Ajo pierde color

La intervención que el artista Okuda San Miguel iniciará en Bareyo el próximo mes de julio recibe una oleada de críticas

Rosa Ruiz

Santander

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Miércoles, 3 de junio 2020, 07:19

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La intervención artística que Okuda San Miguel va iniciar el próximo mes de julio en el Faro de Ajo no deja de recibir críticas desde su presentación el pasado jueves. La obra, que financiarán con 75.000 euros entre la Autoridad Portuaria, propietaria del edificio, la Consejería de Turismo del Gobierno regional y el Ayuntamiento de Bareyo ha levantado una oleada de opiniones que reprueban el lugar, el momento o la forma, sin ningún tipo de concurso, en la que se ha adjudicado el proyecto que para muchos es innecesario, tal y como han plasmado en las redes sociales que estos días echan humo a propósito de esta iniciativa.

«¿Te imaginas un grafiti en uno de los edificios emblemáticos del Románico? Pues para mí es casi lo mismo», respondió ayer a este periódico el artista Nacho Zubelzu quien reconoce que no es muy partidario de intervenciones permanentes en la obra pública «que me parecen muy poco democráticas y que condenan a la gente a ver siempre lo mismo». En parecidos términos se mostró otra de las creadoras más veteranas de la región, Sara Huete, quien se pregunta por qué no se ha realizado un concurso para licitar la obra y opina que antes de iniciar una actuación así se debe tener en cuenta el valor patrimonial del faro «pues no se trata de intervenir por intervenir» y menos con una «marca» como es, en su opinión, el sello Okuda.

ARGUMENTOS EN CONTRA

  • El lugar ¿Es necesario llenar de colores un edificio tan bonito y emblemático como este?

  • La forma Se ha echado en falta un concurso público para adjudicar la obra.

  • El momento El sector paralizado en los últimos meses por la crisis sanitaria necesita ayudas más urgentes.

Otro de los creadores reconocidos en esta región, el escultor José Cobo, dice que pintar de colores ese edificio «es un sinsentido». «Sinceramente no encuentro ningún razón en convertir en una especie de juguete una construcción tan bonita como esa. No acabo de entender el por qué de esa obra».

Tampoco Zaida Salazar, artista visual, y una de las fundadoras de la Asociación de Artistas Independientes de Cantabria (ACAI) comulga mucho con el próximo trabajo de Okuda. «A veces pienso que ha perdido el criterio con respecto a los lugares donde intervenir» asegura.

La santanderina Arancha Goyeneche, que cuenta en su currículum con varios premios, algunos tan prestigiosos como el de La Rambleta de Valencia, afirma, tras insistir que tiene un gran respeto por el trabajo de Okuda, que «el faro de Ajo no necesita ningún tipo de intervención» que ella lo dejaría con el blanco original y pide que, en ese tipo de trabajos, se tenga también en cuenta el entorno natural y paisajístico. «Estoy a favor de la conservación, no de la intervención», puntualiza. Durante la presentación del proyecto el pasado jueves, el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla declaró a los periodistas que a él todo lo que hace Okuda le «encanta» y a la pintora Gloria Pereda, también.

«Pero no esta actuación concreta». «Me gusta encontrarme con las pinturas de este artista por distintos lugares del mundo cuando viajo, sobre todo en zonas industriales rehabilitadas, pero no en un lugar tan bonito como este faro y con tanta historia tras él. No lo veo relevante ni necesario», manifiesta.

Carmen Quijano, gestora cultural y presidenta del Instituto de Arte Contemporáneo en Cantabria (IAC) se manifiesta a título personal, aunque anuncia que esta plataforma ya está preparando un comunicado sobre el tema. «Estoy a favor de que los propietarios del edificio hagan lo que quiera pero dentro de la legalidad. Además no creo que este edificio requiera esa intervención. Me gusta el faro en sí mismo».

Tampoco Juan Silió, presidente de la Asociación de Galeristas de Cantabria quiso dar su opinión a nivel colectivo, «aunque yo hablo a nivel personal, lo dejaría tal y como está», afirmó.

La que sí se mostró partidaria con este proyecto fue la artista Vanesa Amutio. «Sé que tiene muchos detractores, pero a mí me gusta. Es transgresor, novedoso y no pasa nada por cambiar los conceptos. Estoy segura de que cuando esté acabado va a gustar mucho».

El respaldo del municipio

Y mientras las redes arden con críticas hacia la actuación, el alcalde de Bareyo, José de la Hoz, aseguró ayer que no entiende la polémica ya que «la mayoría de los vecinos» respaldan el proyecto y reiteró el interés cultural y el reclamo turístico que supondrá para el municipio, una vez materializada la obra.

Más de 1.600 firmas piden que «se preserve en blanco»

'Preservemos blanco el Faro del Cabo Ajo' es el título de la petición de firmas puesta en marcha en la plataforma 'change.org' en contra de las actuación de Okuda en este enclave de la costa de Cantabria. Los firmantes, que en la tarde de ayer ya pasaban de 1.600, consideran que «esta propuesta de arte urbano, aunque de respetable calidad, no la consideramos adecuada en un enclave paisajístico rural único». A la petición se han adherido distintos representantes del ámbito cultural de la región como la historiadora y especialista en realización y coordinación de proyectos culturales Esperanza Botella quien se muestra en contra porque «los faros son patrimonio histórico edificado y su imagen mantiene la memoria de su función social».

Otra de las que ha utilizado sus redes sociales para criticar este proyecto es Elena Vozmediano, critica de arte que formó parte del comité asesor de Artesantander. «Mientras que, de momento, el Gobierno de Cantabria no ha comprometido ni un euro en COVID-ayudas al sector de las artes visuales, su Consejería de Turismo se ha aliado con la Autoridad Portuaria de Santander y el Ayuntamiento de Bareyo para destrozar uno de los paisajes más hermosos de la costa cántabra», dice además de censurar que se trata de un «encargo a dedo».

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