Luis Tosar
El intérprete gallego recogió anoche en el Festival santanderino el Faro de Honor a toda su trayectoria
Pausado, con la misma voz profunda de los personajes que lo han convertido en rostro reconocible y actor reconocido (tiene 3 Goya y 10 nominaciones) ... Luis Tosar (Lugo, 1971), recogió anoche en el Centro Botín el Faro de Honor a toda su trayectoria. Más de 25 años de interpretación reconocidos por el Festival de Cine de Santander en su arranque de la 9ª edición.
-Faro de Honor, que es como se llama este premio. ¿Qué implica la palabra honor para usted?
-El honor es el mío en realidad. Entiendo que es un reconocimiento a unos cuantos años dedicándome a un oficio que a mí me ha regalado mucho, con lo cual, todo lo que venga, por ejemplo, en forma de faro de honor es un añadido absoluto. Me siento un privilegiado total de esta profesión.
-Sin embargo, dice que no se fía del todo de esta profesión.
-No, jamás, pero es que nadie se puede fiar del todo de esta profesión, en la que un día de repente no estás. Es tan caprichosa como eso; dejas de tener interés. Si tienes un golpe de mala suerte, si estás fuera de órbita durante un tiempo, es muy difícil que te recuperes. Es una cuestión de actualidad y cada vez manda más. En este mundo frenético en el que vivimos, vales lo que valías hace un minuto y a los dos siguientes ya empieza la cosa a tambalearse
-¿Eso implica una autoexigencia constante?
-Sí, pero también implica hacer un ejercicio de no vivir permanentemente con miedo. Esta vida es esto, yo la escogí, tengo que convivir con ello porque ya era así, no es algo nuevo. Que se ha agudizado con el tiempo, que han entrado otros factores en juego, sí. Que a mí todavía no me han afectado, también. Me considero un privilegiado también en ese sentido, porque vengo de otra hornada en la que las redes sociales, no eran un factor para que uno pudiera ser escogido, pero ahora ya sí. No sé hasta cuánto me va a durar este chollo que tengo, porque yo ni siquiera uso redes sociales; no las tengo. ¿Cuánto voy a poder aguantar sin tener que hacer uso de ellas porque sea una condición sine qua non para estar en un proyecto?
-Entre esos nuevos factores está la IA. Ben Affleck defendía hace unos días que podrá sustituir la parte más mecánica de este trabajo, pero no podrá suplir la emoción que se genera en un escenario o en una pantalla. ¿Dónde se ubica usted en ese debate?
-Evidentemente quiero estar de acuerdo con Ben Affleck, pero ya desconfío tanto de todo, que me podría esperar cualquier cosa, sinceramente. No me extrañaría nada que siguieran esa línea y finalmente a la gente le importe un huevo, que sea de verdad o no. El problema no es que la gente no pueda apreciar que haya un actor de verdad actuando o una máquina, sino que le dé igual. Los hábitos van cambiando a medida que la tecnología avanza y nos vamos haciendo cada vez más cómodos, pero hay una cierta rebeldía.
-¿En qué sentido?
-Empiezo a notar en los niños, en los más jovencillos y lo empiezan a notar los profes, por ejemplo, que ha habido una locura de adicción con la tecnología y ahí empieza a haber un cierto efecto rebote. Hemos empezado a ver las orejas al lobo. Hemos empezado a ver que no es inocuo, que tiene ciertas consecuencias, por ejemplo el consumo de porno, del acceso a los teléfonos móviles con manga ancha. Ya sabemos que pasan cosas
-¿Pefiere generar empatía o generar inquietud en el espectador?
-Hombre, lo soñado sería generar las dos cosas a la vez. Yo creo que los personajes siempre son más interesantes cuando navegan en territorios que no son muy nítidos, porque, en realidad nosotros no somos muy nítidos. Somos azotada permanentemente por una tempestad en la que a veces el agua es un poquito más tibia, a veces un poco más fría, a veces excesivamente caliente y en eso nos movemos. Actuamos en base a nuestras propias circunstancias. Todos somos muy buenos, pero todos somos también bastante malos a veces. Los personajes ricos e interesantes son los que despiertan todo eso. Evidentemente como persona y como ser humano, prefiero que la empatía triunfe sobre la maldad, me gustaría que las películas, aunque sean canallas y sean cabronas, finalmente generen algo beneficioso para el ser humano. Si ves a un cabrón, por lo menos que ese cabrón te enseñe lo que es la consecuencia de ser un cabronazo, ¿no?
-Un premio como este, ¿lo recoge el intérprete profesional o lo recoge la persona agradecida?
-Pues entiendo que lo recoge la persona. Es que no nos podemos desembarazar del uniforme al final. Trabajamos con algo que tiene tanto que ver con nosotros mismos que ya no se puede distinguir mucho. Yo soy el que soy porque soy actor también de alguna manera. Porque mi manera de ver la vida es desde ahí, desde intentar comprender a los demás. Creo que el oficio de actor trata básicamente de eso, de intentar entender quién es el que tienes enfrente todo el rato.
-¿Qué papel ocupa el fracaso, las cosas de las que no se habla tanto, en esa trayectoria?
-Cuando es muy reiterado el fracaso, pues ocupa un lugar tristemente importante. Yo, insisto, me siento muy privilegiado y he tenido mucha suerte, pero las ocasiones en las que he puesto muchas ilusiones en proyectos que creía que podían llegar a funcionar y tenían un componente social , que luego ves que han tenido muy poca repercusión, que no encontraron su momento, cuesta; pero no deja de ser el trabajo, y hay que reponerse, tirar para adelante y en algún momento las cosas saldrán mejor. Otra cosa es que no te llamen, pero ahí tampoco puedes hacer mucho. Los gustos son gustos y ya está.
-Iciar Bollaín, recoge hoy otro premio. ¿Qué papel tienen los vínculos en esta industria?
--Acabas de hablar de una persona que para mí es especialmente importante, porque se establecen muchos vínculos, pero algunos son muy efímeros, otros duran lo que dura la producción en la que quizá puedes hacer amigos. Icíar es uno de esos casos. Nos conocimos además bastante jóvenes los dos, ella con su segunda película, yo empezando prácticamente en esto en el mundo del cine y fue amor a primera vista. Conectamos desde el minuto uno y eso se ha mantenido a lo largo de los años.
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