Si no hay dos baterías, no es una jam
Terell Stafford, trompetista de excepción, cuya sola presencia ya serviría para justificar todo el festival, estuvo torrencial, explosivo y pleno de energía. Desde el primer soplido, dejó claro que la noche sería memorable
Lo dijo bien claro Terrell Stafford: «Si no hay dos baterías, no es una jam». Desde el inicio de la velada, llamaban la atención las ... dos baterías alineadas en paralelo que ocupaban el lugar de preferencia en el escenario. Dos Yamahas, pero no gemelas: una naranja y tamaño XL, y otra negra, más contenida, pero con todo en su sitio; muy zen, vamos. Preludio, por supuesto, de lo que aguardaba para el fin de fiesta de un Festival de Santander decidido a cerrar por todo lo alto. La propuesta era una Jam Session de lujo, con (casi) todas las estrellas que han desfilado estos días por Escenario: Julian Lee, que ya destacara en 2024, al saxo tenor, Ben Paterson que había cambiado el piano por un órgano, el sueco Ulf Wakenius a la guitarra eléctrica y como percusionistas Mourad Benhammou y un todo clásico internacional, Willie Jones III; ambos son de los escasos baterías que lideran su propio combo.
Por si fuera poco, la batuta de la jam la llevaría Terell Stafford, trompetista de excepción, cuya sola presencia ya serviría para justificar todo el festival. Torrencial, explosivo y pleno de energía, desde el primer soplido dejó claro que la noche sería memorable. Sobre todo, porque al talento se aunaba una gran calidad humana para saber ceder el protagonismo a cada uno de los 'gallos' que esa noche poblaban el escenario. Lo curioso es que Stafford bien podría dejar trompeta y consagrarse como 'speaker' deportivo, de eventos o incluso de monologuista de 'stand comedy', con su dialéctica casi de rapero o de 'slam poetry' y un humor afilado y contagioso. Y lo que presentaba como una batalla –no solo en el duelo de baterías– sería en realidad una fiesta donde los músicos se daban el relevo en los solos con toda cortesía. Un juego de esos en los que todos ganan.
A resaltar, la prodigiosa mano izquierda de Wakenius (y el riff que coló del 'Manisero'), la delicadeza de Lee al dibujar melodías y la elegancia incomparable de Paterson, a cuyo Hammond le faltaba algo de chicha pero cuando al fin le dieron volumen demostró cómo el gospel puede transformar en mundo solo apretando un par de teclas. Además, fuera de programa se sumó Laura Anglade, que incluso se animó con un scat, ese juego tan divertido de palabras inventadas. Y en el duelo de percusión competían la clase contra la emoción, aunque sería difícil repartir las etiquetas. El francés es un terremoto, pero luego marca el ritmo como un metrónomo; con el americano, la batería parece una extensión de su cuerpo. Al final, América 5-Europa 5. Ni a penaltis podrían desempatar los dos baterías que se llevaron la ovación más sonora de toda la semana. Broche de oro para una edición que consolida al festival y que cerraría el infalible Ray Gelato con una sesión informal para un público que, hora y media más tarde, se resistía a decir 'hasta el año que viene'.
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