«Los libreros en Rusia me tienen miedo»
La periodista y guionista rusa presentó en la librería Gil 'La glándula de Ícaro', siete relatos de ficción científica que resultan aterradores
La escritora Anna Starobínets (Moscú, 1978), tal vez el máximo exponente de la nueva narrativa fantástica rusa, visitó Santander el pasado 1 de marzo, para ... presentar en la librería Gil su libro de relatos 'La glándula de Ícaro' (ed. Impedimenta, 2023), una colección de siete relatos en los que, con un estilo mordaz e incisivo y grandes dosis de humor negro, no solo plantea ideas inquietantes, sino que partiendo de una situación aparentemente cotidiana profundiza en ellas hasta crear todo un microcosmos asfixiante, entre el terror y una ficción científica que resulta extrañamente creíble. Tras manifestarse en contra de la invasión de Ucrania, Starobínets tuvo que exiliarse en Georgia al inicio del conflicto. Periodista de formación y guionista, en su país era especialmente popular por sus libros infantiles, como la serie 'Gatlántida', mientras que los lectores occidentales la conocen desde hace una década por su ficción especulativa y, últimamente, por su única obra de no-ficción, 'Tienes que mirar' (ed. Impedimenta, 2021), un relato autobiográfico sobre las trabas del sistema hacia el derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos.
-Dice la Wikipedia que es usted la reina rusa del terror...
-En realidad, eso lo dijeron algunos periodistas, y muy buenos (se ríe).
-Leyendo sus libros, uno no sabe qué asusta más, si la ciencia-ficción o la no-ficción...
-La vida real es mucho más aterradora. De hecho, en mis novelas, lo que realmente asusta es la realidad, no los elementos de ciencia-ficción.
-Pues en su caso, la vida real se está poniendo mucho peor que en cualquier novela de terror: el exilio, la censura...
-Tengo la extraña sensación de viajar en la máquina del tiempo de vuelta al pasado soviético. O tal vez el pasado vino al presente y me capturó de alguna manera.
-¿Le han declarado ya enemiga pública del estado, como temía hace unos meses?
-Es un poco más complicado. Por ejemplo, la denominación exacta es 'agente extranjero'.
-¿Como los espías?
-Eso es; aunque no sé dónde estará mi jefe; tal vez en Londres, quién sabe... El caso es que si entras en esas listas, empiezas a tener problemas.
-¿Qué clase de problemas?
-Para empezar, que tus libros dejan de publicarse.
-¿Una especie de lista negra?
-Una lista a la que cada semana se añaden nuevos autores, así que yo cada viernes la consulto.
-¿Y ya ha aparecido su nombre?
-Todavía no, pero tengo constancia de que estoy, por así decirlo, en la lista de espera. Al parecer, Rusia estaba llena de agentes extranjeros, y somos demasiados, no sé.
-¿Por eso todavía no la han incluido?
-Como no dejo de darle vueltas, y esto es solo una conjetura, claro, pero tal vez a los hijos de los encargados de la lista les gusten mis libros. Quizás me estén salvando mis crímenes bestiales.
-¿Crímenes bestiales?
-En Rusia es muy popular una serie de libros para niños que escribí, historias de detectives en las que todos los personajes son animales. Si me incluyen en la lista, ningún niño podrá leerlos; tampoco los hijos de los censores.
-¿A día de hoy sus libros se pueden adquirir en Rusia?
-Se pueden encargar a través de internet. Sin embargo, en las librerías es imposible, porque hinchan el precio hasta cantidades desorbitadas. Unas diez veces su precio inicial. Como son tan caros, no va a comprarlos nadie, y los guardan. Así que para comprarlos hay que pedirlos, porque no están en las estanterías.
-¿Pero quién impone esos precios? ¿Los editores?
-No, no, los propios libreros. En Rusia no existe una ley de precio fijo como aquí, sino que los libreros los adquieren a las editoriales y ellos deciden el precio de venta al público.
-¿Pero por qué?
-Porque tienen miedo... Los libreros en Rusia tienen miedo de mí [se ríe]. Bueno, no es algo que me ocurra solo a mí, sino que le ocurre a todos los escritores que se han posicionado en contra de la guerra.
-¿Ese rechazo es también un sentimiento popular?
-Hay muchas personas que desaprueban la guerra, pero tienen que guardar silencio. No hay otra manera; aquellos días en los que podías salir a la calle y decir que no estabas de acuerdo han pasado. Ahora ni siquiera se trata de autoritarismo, es pura dictadura. Y tomar partido se ha vuelto un peligro enorme, y muy real. Las redes sociales están siendo monitorizadas y, tras el asesinato de Navalny, mucha gente fue detenida solo porque querían poner flores en su tumba. Tampoco se encontraba un lugar donde oficiar el funeral, todas las iglesias e instituciones tenían miedo de acogerlo, porque sabían que serían encarcelados al día siguiente.
-¿Qué consecuencias está teniendo la guerra en la vida de los rusos?
-En apariencia ninguna, porque si vas a las tiendas de Moscú o San Petersburgo es como si no hubiera sucedido nada: están llenas. Tal vez cinco veces más caro que hace dos años, pero todo está ahí. Siempre hay manera de conseguir lo que quieras a través de China, de los países árabes... Así que las sanciones internacionales no afectan al gobierno ni a las grandes compañías, sino a unos ciudadanos que son más pobres cada día que pasa.
-¿No se ha planteado instalarse en nuestro país, donde tantos lectores la adoran?
-No estaría mal, me encanta España, pero no me dejan quedarme más de noventa días. Aquí no existen los 'visados de talento', como en otros países. Lo única solución sería que mis editores publicaran un nuevo libro mío cada tres meses...
-¿Entonces, tendremos un nuevo libro suyo en verano ?
-No sé si tan pronto, aunque ya se está traduciendo. Todavía no sé cómo se titulará en castellano, pero se trata de una novela de ciencia-ficción bastante extensa, más de setecientas páginas, ambientada en Vixen Hill, un pequeño pueblo maldito en la frontera entre Rusia y Manchuria, en 1945, justo después del final de la Segunda Guerra Mundial.
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