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Una camisa azul mahón
Luys Santa Marina | Poeta

Una camisa azul mahón

El escritor de Colindres sobrevivió a tres penas de muerte, dirigió un diario en Barcelona e intercedió por muchos republicanos

Javier Menéndez Llamazares

Lunes, 15 de mayo 2017, 07:21

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Que Luys Santa Marina era un personaje de novela lo vio enseguida Max Aub, quien además de acompañarle en aventuras literarias como la revista Azor, le retrató como Luis Salomar en Campo cerrado. Eso sí, se cuidó bien de volver a poner en su sitio esa i latina que el poeta había cambiado por la griega; según dicen, por gusto arcaizante, como quien cambia la u por la v, aunque su viejo conocido Sempronio el cronista barcelonés Andreu Avel.lí Artís contaría que la ocurrencia, de códice medieval, además de burlas y glosas, "a Luys le conquistó casi popularidad". Porque su actual olvido es el reverso de la fama que le acompañó durante buena parte de su vida.

Y es que, a poco que se repase el anecdotario de la intelectualidad falangista, constantemente nos cruzaremos con su nombre: suya fue la idea de la camisa azul mahón, distintivo de los falangistas. Suyo el anagrama de la falange barcelonesa, a la que añadió la tétrica divisa Mortui morituros sperant los muertos esperan a los que van a morir, que él mismo llevaba bordada en un parche, en la manga izquierda. Santa Marina sería también uno de los entusiastas que llevaron a hombros el féretro de Primo de Rivera desde Alicante a Madrid en 1939. Sería procurador en cortes, director de un periódico, figura clave del mundillo literario barcelonés de los años cincuenta.

Colindres

Nacido en Colindres en enero de 1898, Luis Narciso Gregorio Gutiérrez Santa Marina cursaría bachillerato en Santander para matricularse posteriormente en Derecho en Oviedo. A partir de ese momento, su biografía entra en terreno nebuloso, sin poder discernir dónde termina la vida y dónde comienza la leyenda, que él mismo se encargaría de alimentar durante toda su vida.

Porque poco se sabe de sus andanzas en los años veinte, en los que se intuye que por un desengaño amoroso se alistó en la legión, lo que supuestamente reflejaría en su libro maldito prohibido por la dictadura, la dictablanda, la república y el franquismo Tras el águila del César. Elegía del Tercio, hoy día pieza de coleccionista más de mil euros piden en IberLibro por ejemplar con dedicatoria autógrafa.

Instalado en Madrid a mediados de la década, pudo darse a la bohemia mientras buscaba significarse como escritor, y a finales de la década se traslada a Barcelona, para trabajar en la imprenta de unos familiares. Allí irá introduciéndose en los círculos políticos de la nueva derecha, participando a principios de los años treinta en la fundación de la Falange catalana, y manteniendo contacto personal con José Antonio Primo de Rivera, principio de una lealtad rayana en la devoción, pues Luys ya no abandonaría jamás el credo rojinegro; incluso sería enterrado con su camisa vieja. Su carácter abierto, sin embargo, le lleva a no cerrar su círculo social. Íntimo de Max Aub y otros izquierdistas, incluso propicia acercamientos entre los anarquistas y los joseantonianos, a través de Ángel Pestaña. La guerra civil vendría a cambiar por completo su vida; como dirigente falangista Triunviro se decía en su jerga heroica, el 19 de julio saldría a la calle en armas con los sublevados en Barcelona, sin ningún éxito. Apresado, sería condenado a muerte y sólo la movilización de la cultura barcelonesa le libraría del pelotón de fusilamiento. A cambio, debería penar por varios presidios, donde su carácter levantisco le granjeó dos nuevas condenas. Luego correría la leyenda de que se amotinó en Alicante y liberó la prisión antes de que llegara el general Aranda. En cualquier caso, ante la falta de distinciones militares, se fabricó sus propios galones, con tres calaveras y la inscripción No importa, que lucía en su uniforme falangista. Lo plasmaría todo en un libro de poemas, Primavera en Chinchilla.

De regreso a Barcelona, los nuevos aires políticos soplan a su favor: es nombrado presidente del Ateneo y el incautado diario Solidaridad Obrera se convierte de la noche al día en Solidaridad Nacional. Será su primer director. Sin embargo, el poder no parece atraerle demasiado, y si bien se dedica a interceder por los republicanos, insistiendo incluso públicamente en la necesidad de la reconciliación y en que "no es de caballeros recordarle al otro su derrota". Poco a poco se irá apartando de la vida pública, desengañado.

Y es que otros quehaceres le resultan mucho más interesantes; tertuliano por vocación, antes de la guerra una tertulia en el café Lyon dOr, al final de la Rambla, y luego en el Navarra, que describiría Max Aub en La gallina ciega, el personaje le va ganando mientras se cierne la oscuridad sobre su vida privada.

Firmaba en la prensa catalana como Gato melitón una columna dedicada a cazar gazapos. Le gusta husmear por las librerías de viejo "Miraba y remiraba los libros. Compraba algunos. Pocos, pero buenos y raros. Y baratos", le recuerdan los libreros, y se llevaba al botín a su refugio austero, primero una buhardilla en la calle Fernando y más tarde un piso humilde y en las alturas de la plaza de Medinaceli. Allí, como un Diógenes de destino universal, almacenaba los más diversos objetos, como su célebre fichero lingüístico. Para José María Fontana, "vivía en sublime exaltación ideal, y tenía un valor temperamental extraordinario". Vegetariano según Guillermo Díaz-Plaja, los del ateneo decían que "por navidad mataba una coliflor" y de austeridad monacal, presumía de hidalgo montañés "que no castellano" y no había perdido el acento de su tierra cuando la muerte se lo llevó en septiembre de 1980. Se había ido Luys el archipuro, como le definiera Ridruejo. El monje guerrero de César González Ruano.

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