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El narrador Gustavo Martín Garzo en un retrato tomado en Comillas, villa en la que discurre buena parte de sus veranos Javier Rosendo
Gustavo Martín Garzo - Escritor

«La literatura nos revela el mundo y nos enseña a renunciar al poder»

El autor de 'Las historias de Marta y Fernando' regresó a la tribuna de los Martes literarios para debatir sobre la huella de Delibes. Con su nuevo libro, 'El árbol de los sueños', abre en septiembre la temporada editorial

Guillermo Balbona

Santander

Domingo, 22 de agosto 2021

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Premio Nacional en 1994 por 'El lenguaje de las fuentes' y Nadal en 1999 por 'Las historias de Marta y Fernando', entre otras muchas distinciones, Gustavo Martín Garzo (1948, Valladolid) prosigue incansable su inmersión en el asombro y el deslumbramiento, en la necesidad de contar historias. Esta semana regresó a la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y a la tribuna de los Martes Literarios para homenajear a Miguel Delibes. Su testimonio permitió acercar al hombre y al escritor.

Martín Garzo, vinculado estrechamente a Comillas, abrirá el próximo 8 de septiembre la temporada de novedades editoriales con su nuevo libro, 'El árbol de los sueños', una madeja de historias que cuenta una madre a sus hijos. Scherezade y sus mil y una historias continúan ejerciendo su fascinación.

Tras acercarse a María Blanchard y abordar una radiografía plural de pensamientos en 'Elogio de la fragilidad' publica ahora «un libro que quiere hacer de la razón una casa encantada».

-Al final el escritor vuelve a su ruta iniciática... Su nueva obra es el cordón umbilical con su reivindicación permanente de la necesidad de contar historias a los niños.

-La pregunta contiene dos elementos esenciales de mi visión del mundo: la importancia de la literatura y la importancia de la infancia. En 'El árbol de los sueños' se reivindica, en efecto, el viejo arte de contar. Como dice Walter Benjamin nuestro mundo es rico en información, pero pobre en historias memorables. Y son esas historias eternas que siempre han acompañado al ser humano las que constituyen el corazón de mi libro. Respecto a la infancia ¿qué le puedo decir? Me temo que no damos la suficiente importancia a los niños. Pero ellos son los médium de la realidad. Nos ponen en contacto con zonas olvidadas de nosotros mismos.

-Tras la historia más 'reveladora' aflora la pregunta: «¿Sabe acaso la verdad lo que quiere el amor?». ¿Tiene respuesta?

-En una de las historias de 'El árbol de los sueños', una mujer rica le pide a una anciana que le dé en adopción a su nieta, pues vive fascinada por su belleza. La anciana se niega a hacerlo, y ella le reprocha enfurecida que esté engañando a la niña con sus fantasías. Solo le cuentas cosas que no son verdad, le dice. ¿Y qué si no son verdad? -contesta la anciana-. ¿Sabe acaso la verdad lo que quiere el amor? Esa apuesta por el amor, aun a costa de la verdad, es la apuesta de la literatura.

-¿Cómo define 'El árbol de los sueños'?

-Un libro que quiere hacer de la razón una casa encantada.

-¿En el punto de mira siempre está 'Las mil y una noches'?

-Sí, en una de sus historias se dice que «la verdad no cabe en un solo sueño».

-¿En qué radica la universalidad de 'Las mil y una noches?

-En 'Las mil y una noches' están la luz y la oscuridad, el dolor y la dicha, la verdad y la mentira, lo que somos y lo que desearíamos ser. Sus historias vinculan realidades que la razón separa: el mundo de los vivos y el de los muertos, el de los seres humanos y el de los animales, el de los hombres y el de las mujeres, el mundo de los adultos y el de los niños. Su enseñanza es que el mundo de lo real y el del sueño no se niegan el uno al otro, sino que son complementarios.

«La enseñanza de 'Las mil y una noches' es que el mundo de lo real y el del sueño no se niegan el uno al otro, sino que son complementarios»

«Narrar es poner orden en la locura y el sinsentido del mundo» «Cualquier vida se vuelve literatura cuando se vive con intensidad»

-¿En los relatos de 'El árbol de los sueños' prima la necesidad existencial y vital de contarnos historias?

-El relato, el contar, es tal vez la necesidad humana más esencial. No nos basta con vivir, queremos transformar nuestra vida en una historia que merezca la pena contar. Narrar es poner orden en la locura y el sinsentido del mundo. Crear un espacio libre de angustia. Cuando un adulto le cuenta cuentos a un niño le está salvando de la noche, de la oscuridad del mundo, del miedo a ser abandonado, y a la vez le está entregando, un espacio de libertad y aventura. La búsqueda de la felicidad es el motor esencial de todas las historias que existen.

-¿La pandemia ha modificado su cocina de escritura, horarios, ritos y usos? ¿También el propio lenguaje?

-Solo se puede escribir, como dice Manuel Rivas, bajo arresto domiciliario. El cuarto del escritor es a la vez una cárcel, y un lugar de visión. Recuerdo aquella novela de Jack London -'El vagabundo de las estrellas'-, donde un preso desde su celda viajaba en sus sueños en el espacio y en el tiempo. Ese vagabundo es el escritor. Escribir es vagar, abandonarse al mundo del otro y 'El árbol de los sueños' es el resultado de mis andanzas por ese mundo inagotable. Sus historias son un resumen de ese vagar interminable por vidas y libros ajenos que es la vida de todo lector.

-Desde 2019 ha publicado una novela sobre María Blanchard; un libro inclasificable, pero en el que se reconocen muchos libros suyos, y ahora una novela nada ligera. ¿Eso es fruto de la madurez, de un estado especial, o del azar?

-No lo sé, yo no sé lo que hago. «Volando voy, volando vengo / por el camino yo me entretengo», como dice la canción de Camarón.

-¿Estamos perdiendo capacidad de asombro? ¿Somos esclavos de la inmediatez?

-Son los niños los que nos deben guiar. Hablar de ellos es hacerlo de ese saber inocente que sólo existe en las horas de la infancia en que todo niño es un ser asombroso, el ser que realiza el asombro de ser.

-¿La literatura es el viaje más rotundo al fondo de nosotros mismos?

-La verdadera vida, dice Marcel Proust, la única realmente vivida es la literatura. Gracias a ella se nos revela el mundo. Sin la literatura, nuestra propia vida sería desconocida'. Cualquier vida se vuelve literatura cuando se vive con intensidad. Todos somos personajes de un cuento cuyo final desconocemos.

-¿Contarnos historias nos hace más fuertes?

-No, eso no. Hay una palabra que en la actualidad se usa mucho y que no me gusta: empoderamiento. La literatura nos enseña a renunciar al poder.

-«Mi madre solía decirnos que en la vida abunda esa sustancia inasible que constituye la felicidad y que lo único que hace falta para encontrarla es enfrentarse a las cosas muertas que la deshonran». ¿Amor y dolor fundamentan todo relato que transpire verdad?

-El amor y la muerte son los dos materiales con que se construyen todas las historias que merecen la pena. Somos cadáveres de permiso que buscan una resurrección. Un mundo sin resurrección es como un mundo sin amor: un mundo de fantasmas.

-¿La buena lección de esta pandemia es que han crecido las preguntas?

-Debería ser así, pero no sé si lo han hecho. Nos olvidamos muy fácilmente de las cosas que nos inquietan y nos hacen pensar.

-¿Uno aspira a recrear siempre «esas historias donde las cosas soñadas conviven con naturalidad con las cosas reales»?

-La realidad necesita el mundo del sueño para volverse deseable; los sueños necesitan el mundo real para volverse posibles. Goya lo explicó en su famosa glosa al Capricho 43, El sueño de la razón: «La fantasía, abandonada de la razón, produce monstruos imposibles: unida con ella, es madre de las artes y origen de sus maravillas». La palabra poética busca esa alianza entre fantasía y razón.

-¿El Martín Garzo de 'La princesa manca' y el de 'El árbol de los sueños' mantienen las constantes vitales de su escritura, o todo es fruto de un cambio, de una evolución?

-Creo que la motivación es básicamente la misma: enfrentarnos a lo que desconocemos. Entender nos vuelve perezosos. La literatura debe incomodarnos, no darnos lo que ya sabemos, lo que nos satisface, sino cuestionar nuestras convicciones.

-¿Qué le ha dado la experiencia de los años a la hora de escribir?

-Emilio González Sainz, que es un pintor de estas tierras al que admiro profundamente, compara en uno de sus catálogos la pintura con lo que nos pasa cuando dormimos. Es hermosa esa idea de la pintura, o la escritura, como vagar, como una espera que no busca resultados. Una tarea que nunca sabes adónde te puede llevar.

-Ahora más que nunca aflora una pregunta muy manipulada: ¿Sirve la literatura para salvarnos? ¿La literatura puede salvar?

-No, la literatura no nos puede salvar. Nos engaña, nos dice que son posibles cosas que no lo son. Pero misteriosamente nos ayuda a vivir.

-Esta semana volvió a La Magdalena para hablar de Delibes. ¿Qué reflejo nos devuelve su escritura?

-La obra de Miguel Delibes es comparable a la de todos los grandes moralistas, en el sentido que Camus da a esta palabra: los que tienen la pasión del corazón humano. Delibes forma parte de esa larga tradición de grandes moralistas, que desde Cervantes o Stendhal, se dan en el mundo de la novela. Se confunde con ellos porque busca al hombre en el entorno y la comunidad en que vive; y la verdad en donde se oculta, en sus rasgos particulares. Delibes habría suscrito sin dudarlo las palabras de Camus acerca de que el desprecio por los hombres constituye con frecuencia el estigma de un corazón vulgar.

-Haber conocido al hombre, ¿ha condicionado su lectura?

-No, en todo caso ha vuelto esa lectura más atenta y agradecida.

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