Irene Vallejo
La autora de 'El infinito en un junco', será investida mañana doctora honoris causa por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo
Como «estelares» califica Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) los Cursos de Verano de la UIMP. La escritora es protagonista esta semana en la Menéndez Pelayo, ... donde mañana será investida doctora honoris causa. Antes, esta tarde, participará en el ciclo 'En contexto' (19.00 horas), en conversación con el escritor Emilio del Río. A Santander no viene sola: «Vamos a viajar toda la familia con mucha alegría y con una sensación que van a ser momentos inolvidables», preludia con la dulzura que caracteriza la voz de la autora de 'El infinito en un junco' (Siruela).
-Tiene un programa intenso en la UIMP sobre el que ha explicado que se siente agradecida, estupefacta y emocionada. ¿Por qué esas tres palabras?
-Estupefacta porque no es en absoluto la primera vez que vengo a Santander, a la UIMP. Ya cuando era estudiante, varias veces asistí a los cursos, con becas además. Estaba acostumbrada a recordarlos desde el otro lado, el de los jóvenes que acudíamos a sentarnos en los pupitres y aprender de todas las figuras intelectuales. Y claro, ahora es un impacto regresar por este motivo, algo que nunca te imaginas que pueda pasar. Y por eso la sorpresa, sabiendo además que hace poquito tiempo le concedieron el doctorado honoris causa a Isabel Allende. Siempre piensas que los honoris causa son para los grandes veteranos prestigiosos y no para los aprendices, que es como yo me siento; todavía estoy en el camino.
-Y después, el agradecimiento.
-Agradecida, por supuesto, porque cómo no vas a dar las gracias si entre todas las personas que lo merecerían, han ido a fijarse en ti. Siempre hay mucha gente que está haciendo cosas meritorias y valiosas, así que, que alguien repare en tu trabajo para reconocerlo es un motivo de agradecimiento. Siempre hay una sensación de regresar a casa en las universidades.
AGENDA EN LA UIMP
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Miércoles 19.00 horas. Irene Vallejo conversará con el escritor Emilio del Río, dentro del ciclo de conferencias 'En contexto'. Paraninfo de la Magdalena.
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Jueves 12.00 horas. Hall Real. La filóloga y escritora será nombrada doctora honoris causa por la UIMP.
-Ahora es usted la que acude a grandes foros para ser escuchada, pero no parece del todo acostumbrada aún.
-Es cierto, no me he acostumbrado. La realidad es que yo siempre he querido dedicarme a la literatura desde muy pequeñita y ya mis cuadernos infantiles con la letra deforme y extraña de la infancia, decían que quería ser escritora. Lo curioso ha sido haber seguido un camino aparentemente lleno de desvíos, donde nunca sabía si me estaba acercando al objetivo. De una manera extraña haber llegado a donde quería estar y saber que es muy difícil en este país, bueno, en todos, convertir la escritura en el oficio y en la forma de vida. He luchado muchos años en la trinchera de la literatura.
-Su libro se ha leído con el mismo éxito en culturas muy distintas. ¿Es una muestra del valor universal de la literatura?
-Supongo que un libro que se lee en tantos países y más allá de diferencias culturales es probablemente porque ha tocado una tecla profunda, pero yo no era consciente en absoluto cuando lo escribía. Y de hecho, en ese momento, yo estaba convencida de que iba a ser mi último libro, porque lo escribía en un momento personal muy difícil, cuando acababa de nacer nuestro hijo con graves dificultades de salud y estaba ingresado en el hospital. Acepté que ya no iba a tener las circunstancias vitales para poder dedicarme a la literatura, que empezaba una nueva fase vital dedicada a los cuidados y entonces este libro, 'El infinito en un junco', era como una despedida del sueño de convertirme en escritora y quizá por eso reflexiono sobre los libros, sobre lo que me han dado. Era casi como una rememoración en clave de despedida, en un momento en el que parecía que todas las voces autorizadas nos estaban diciendo que los libros y la lectura se terminaban, que en un mundo de pantallas, de nuevas tecnologías, de redes sociales, ya quién iba a leer.
-Y han querido leer más de un millón de personas.
-Quizá la gente lectora que existe en todos los países se estaba sintiendo un poco como yo. Casi como si nos abocaran a la extinción, como si fuéramos los últimos de una larga cadena de personas que han amado y protegido, cuidado y coleccionado y se han asomado a los libros a lo largo del tiempo. Quizá hubo algo de rebeldía. De de no aceptar que de repente nos desahuciaran y nos consideraran una especie de fósil, y reivindicar que los libros siguen vivos y que al final lo que compruebas en las ferias del libro de todo el mundo es que cada vez son más multitudinarias, la gente se reúne alrededor de los libros, en los clubes de lectura, en todas partes. Es un movimiento mundial.
-Casi lanzó un manifiesto sin pretenderlo.
-De alguna manera, sí, porque yo quería contar una historia aventurera, llena de peripecias, de peligros, también porque en ese momento estaba viviendo entre mi casa y el hospital la vida más monótona que se pueda uno imaginar. Simplemente esperando. Todas esas aventuras eran una compensación para mí. Me llenaba de todas las historias y personajes, héroes y villanos, para poder, de alguna manera escaparme mentalmente de esa realidad tan dura. Y sí, era un un manifiesto, quizá un homenaje o una reivindicación de de lo que los libros hacen por nosotros y de lo que la humanidad ha sido capaz de hacer para tratar libros perseguidos por la censura, para conseguir que los libros que son importantes para nosotros sobrevivan. También quería hacer ese homenaje a la Biblioteca de Alejandría y a todas las bibliotecas que de alguna manera son sus descendientes y tienen algo de legendario. Reivindicarlas también como ese espacio democrático que son. Las bibliotecas y las librerías son lugares donde nos construimos.
-Viene de la feria de Costa Rica donde se ha rendido homenaje a Gabriela Mistral, igual que ha ocurrido en la UIMP. ¿Más vale tarde que nunca?
-Claro, claro, de hecho en el libro intento rescatar a figuras poco conocidas que creo que han sido esenciales en nuestra historia, con una particular atención a las mujeres, a las que han desempeñado un rol intelectual a lo largo del tiempo y que luego han caído muy injustamente en el olvido. Porque no se hizo el mismo esfuerzo por conservar sus obras que los de sus colegas. Me parece importante también agradecer, retrospectivamente, a quienes abrieron nuestros caminos, a esas figuras que han tenido que luchar para afianzarse, para transformar las cosas y sin las cuales las mujeres que escribimos hoy no tendríamos las mismas oportunidades. Siempre me ha atraído la historia, pero no tanto la historia que me enseñaban en el colegio, la de las batallas y las conquistas, sino esta historia más pequeña de esas transformaciones que pasan un poco desapercibidas en su momento, pero que tienen largas consecuencias, la historia de los rebeldes, de las rebeldías.
-Mirando al futuro, ¿cómo se plantea una el siguiente paso cuando de una forma inesperada ha ocurrido todo lo que ha ocurrido en su presunta despedida?
-La verdad es que es toda una lección sobre cómo no puedes planificar la vida y las cosas son muy distintas de lo que te imaginas. Además, teniendo un hijo enfermo, pensaba que ya sería muy difícil todo lo que tuviera que ver con el mundo laboral. Me he encontrado con muchas personas que han confiado en mí, aunque tenía esas circunstancias personales tan complicadas. Lo cual también me hace pensar que quizá está sucediendo un cambio y que ya no tenemos la visión que había en otros tiempos sobre los cuidados y la dificultad de las mujeres para compaginarlos con el mundo laboral y profesional.
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