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El escritor vasco, en vísperas de regresar a la novela, cerrará la actual edición de los Martes Literarios José Usoz

Bernardo Atxaga

Escritor
«La mano que va creando el texto tiene una tremenda tendencia a mentir»

Bernardo Atxaga, que este otoño publica su nueva novela, 'Enarak', clausura la tribuna de los Martes Literarios

Domingo, 31 de agosto 2025, 08:08

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Dice Bernardo Atxaga (Asteasu, 1951) que lleva una época viviendo «casi como un sonámbulo», escribiendo y ahora le toca «volver al mundo», una acción que «igual empieza por Santander». En la capital cántabra estará el día 2 de la mano de la UIMP y El Diario Montañés, para cerrar la temporada de los Martes Literarios. Será, en esta ocasión en el Aula Riancho del Palacio de la Magdalena a partir de las 19.00 horas.

Con 50 años de escritura a sus espaldas y a las puertas de publicar su nuevo trabajo, 'Enarak' ('Golondrinas'), que entregó hace apenas una semana y verá la luz en euskera este otoño y en español en 2026, las raíces, el pasado del guipuzcoano están siempre presentes en la conversación. «No sé si es buena señal», bromea antes de poner un ejemplo: «Robert Graves escribió sus memorias a los 33 y yo he pasado los 73; tengo bastante pasado». Sin embargo, considera que ese bagaje «no está tanto en mis libros».

Los primeros textos que escribió y publicó «tenían que ver con esa geografía que llamé Obaba y de la que salió 'Obabakoak' y a la que siempre se vuelve», pero sus últimos libros, sostiene, «son realmente bastante diferentes, un poco extravagantes». Tienden al humor negro, en la línea de Kafka, de la literatura de Europa Central y del Este. «Es el registro que frecuento últimamente».

Paisajes

«Soy muy impresionable por los lugares, tengo una relación especial con el espacio»

La elección de los lugares, la geografía emocional, pero también la puramente física, tiene mucho que ver con el resultado. «En mi caso influye mucho, muchísimo; soy muy impresionable por los lugares, tengo una relación especial con el espacio». Nueve meses en un pueblo de la meseta dieron lugar a 'Siete palabras en honor al pueblo de Villamediana'. «Todo el texto está construido a partir de esa experiencia» y de su relación con tres ancianos que le iban contando cosas «divertidísimas y muy poéticas». Hoy en día, señala, «cuando casi todo es un reportaje, se piensa en hechos exteriores, pero en lugares solitarios como este pueblo, la mente ve fantasmas». 'Días de Nevada' (2013) nació de otros nueve meses en el estado norteamericano del mismo nombre, residiendo en Reno. «Todos los lugares son mucho más diferentes, más complejos de lo que pensamos a partir de las representaciones comunes del cine, por ejemplo». Conoció los casinos, a sus clientes, la violencia que rodea esos locales, las reservas indias o la «tremenda» experiencia del desierto «donde parece que no ha habido nada, es completamente ajeno y no hay nada que 'leer'». Porque para Atxaga, el paisaje «que es como un libro» y las soledades marcan su pulso. «El miedo a perderme me hace orientarme de otra manera», un rasgo que comparte con su hija pequeña.

Así, «leer el paisaje es un placer para mí», reconoce, llegando a un punto en que los exteriores y los interiores «se confunden».

Atxaga, conocedor de tantos telones de fondo, no viaja para escribir. «Ni siquiera me gusta, no paseo; lo que hago es vivir en los sitios, que es muy diferente». Lee libros en los que en un fin de semana se tomaron tres apuntes y lo compara con su método, que pasa por una integración total. «La realidad y la historia van entrando en mí poco a poco, busco la verdad en esos lugares a los que si vas de paso se convierten solo en escenarios y, sin juzgar lo que hagan los demás, para mí eso no vale nada». Y añade: «Si supieras la cantidad de sitios en los que he vivido, te asombrarías». Para lograr esa vivencia hace falta un elemento fundamental: el tiempo. «Esa materia, no sé si material o inmaterial, pero preciosa», destaca.

Un Atxaga más joven se dio cuenta de que los ritmos de sus trabajos previos, en el banco, como maestro, «no eran para mí, eso no era el oficio, que supone tener un tiempo sin final». Eliminar la prisa. Como hacía Duchamp, explica, que dejaba caer partículas polvo o ramillas para que compusieran el cuadro, «yo me pongo en los sitios y espero a que me vayan diciendo cosas».

Inspiración

«Mis últimos libros frecuentan el humor negro, en la línea de Kafka y de Europa del Este»

En la experiencia de todo escritor, «la mano que va creando el texto tiene tendencia a mentir tremendamente». Cada construcción implica una serie de reglas y dificultades, así como la necesidad de una coincidencia para funcionar que en realidad no se dio o no fue tan exacta. «Entonces, la mano tiende a ir por ese camino fácil». Un año arriba y abajo. Un dato histórico aproximado. «Para mí, a la hora de escribir, es fundamental que la cabeza sujete a la mano».

Recuerda cómo hace poco más de una semana, escribió un texto sobre un disco publicado a partir de poemas suyos 'Hautsi da Anphora', con la portada de un «artista maravilloso», Juan Carlos Eguillor, que va a ilustrar una exposición sobre los últimos 50 años en País Vasco en el Museo de Bellas Artes. «Todas las letras son escritas por mí, el artista pintó la carátula porque se lo encargué y es un lugar que conozco muy bien», detalla. Y, sin embargo, «me ha costado muchísimo, porque la mano constantemente tendía a mentir». Quería hablar de puentes, y narraba la primera vez que los vio. Al releer, se sinceraba consigo mismo y decía: «Esto es mentira». Tanto le costó que no cumplió el plazo y tardó una semana más en entregarlo, «algo raro en mí». Amplía la visión y cree que «la lucha de cierta legión de escritores es precisamente esa».

Le ocurre con las series en las plataformas. «Para mí son insoportables, porque es tan evidente cómo miente la carpintería, las coincidencias, la trampa de la narrativa…». Recuerda concretamente cuando le recomendaron 'Utopía'. «Aguanté diez minutos». Si fuera salto de altura, su listón no está a 1,20 sino «a 2,40 como mínimo».

Marca diferencias en los papeles. «Para un lector a lo mejor le funciona perfectamente; está en el autobús, entretenido y se acabó, pero como escritor, como autor, que tiene que tener una autoridad, procuro establecer la lucha ahí». Una lucha que termina cuando la escritura lo indica. Como si le dijera: vas por la mitad, estás acabando, debes cerrar. «Es como si tuviera un horno con temporizador, que va dando pitidos para saber que todo está listo». Con los años de práctica, ese temporizador está un tanto interiorizado y sabe con exactitud cuando llega el final y cuánto ocupará.

Bernardo Atxaga empezó a escribir «como una huida de los trabajos comunes» en los que «no lo pasaba bien». Empujado por las circunstancias entró en el oficio, «con el modelo de un artesano, el hombre que hace una mesa y la quiere hacer bien, aunque no es fácil, pero lo consigue; pues esa es mi historia también».

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