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«Los árboles ya no están / ni en la ventana el eco de tu voz / escrito con vaho en los cristales». Si uno se pregunta qué es el hecho poético, qué misterio encierra un poema, o qué representa la voz del poeta, solo tiene que ... leer a Ángel Sopeña. En su escritura se aunaron inquietudes, formación, búsqueda incesante de una voz propia e influencias reconocibles. El autor de 'Elegías y fragmentos' (Santander, 1952) falleció este miércoles a los 72 años. El pasado mes de noviembre recibía el X Premio de las Letras de Santander, con el que el Ayuntamiento reconoce a los autores vinculados a la ciudad que hayan destacado en el ámbito literario. Precisamente debido a su larga enfermedad, no pudo asistir al acto. Su hijo Miguel recogió la distinción. Es imposible entender las últimas décadas de la creación poética sin la figura de Sopeña al que Juan Antonio González Fuentes definió en un artículo reciente, publicado en El Diario, como «el poeta verdadero de su generación en Cantabria». La voz de Sopeña, como resaltó el jurado del galardón de las letras era «el gran poeta lírico de Cantabria y el más importante junto al gran José Hierro».
El poeta nacido en la Cuesta del Gas santanderina vivió desde los años setenta en Torrelavega y estuvo vinculado durante la mayor parte de su vida a la capital del Besaya. En la concesión del premio ya se resaltó a Sopeña como una figura de referencia para todos los poetas jóvenes de Cantabria. Santander saldaba «una deuda con Sopeña, un señor poeta que obtiene el reconocimiento que merece». El autor fallecido estuvo ligado además a los premios literarios del Ayuntamiento de Santander y a los certámenes José Hierro y Alegría, como mentor y como jurado.
Ángel Sopeña estudió Filología Románica en la Universidad de Valladolid, fue profesor de literatura española en el Instituto de Bachillerato José María de Pereda de Santander y miembro honorario del claustro de profesores del Colegio José Luis Hidalgo de Torrelavega. Sus primeros poemas se hallan en la antología 'Poetas de Cantabria hoy', editada por Luis Salcines, en Santander, en 1978. En 1981, 'Elegías y fragmentos', su primer libro, inauguraba la colección torrelaveguense de poesía 'Anjana' del propio Salcines. 'Travesía del aire' (Esquío, 1988) es otro de sus grandes poemarios.
Poemas dispersos fueron apareciendo en Peña Labra, Scriptum y Calle Mayor. Además escribió sus visiones literarias sobre la pintura de artistas como Eduardo Gruber, Angel Doreste y Jesús Alberto Pérez Castaños; o canciones para los músicos Antón Larrauri y Valentín Ruiz. Colaboró con el compositor y pianista Nobel Sámano y el músico Esteban Sanz Vélez compuso tres canciones para mezzosoprano y piano extraídas de su libro 'Casi todo es prosa'.
'Papeles privados' (2000) (Premio Sirena de Oro: compartido con José Hierro y Manuel Llano) y 'Lenta Estrella' (2003) son otras de sus obras. Fue subdirector de la revista Altazor y jurado de los citados premios José Hierro, Alegría y el del Consejo Social de la Universidad de Cantabria. Además de su curiosidad intelectual, magisterio filológico y sensibilidad, las huellas poéticas del mundo clásico, el cuidado del lenguaje y la mirada crítica son rasgos presentes en un autor simbolista y culturalista, influido por Pere Gimferrer y José Hierro y admirador de Valery, Rilke, Senna, Montale, Larkin y, sobre todo, de Francisco Brines, con el que mantuvo una relación epistolar.
Dentro de la colección 'La Sirena del Pisueña', que creó e impulsó Fernando Gomarín, también fue publicado 'Juguetes aplazados'. Otros libros fueron ' Los retales del sastre' o 'Pienso en el agua' (2005). Luis Salcines publicó además 'Nuevos retales del sastre', en 2010, en su colección La Grúa de Piedra.
Dos poemarios, premiados y que vieron la luz en en otras tantas editoriales de ámbito nacional, fueron: las citadas 'Travesía del aire', accésit del Premio Esquío publicado en El Ferrol (1988), y 'Lenta estrella', Premio José Luis Hidalgo, publicado por Pre-Textos (2003). Una larga y fecunda trayectoria poética que incluye una obra especial 'Escrito sobre el agua: claves para una antología poética de Ángel Sopeña' (2002), de Ana de la Robla, editada por el Gobierno de Cantabria. La reiteración de una serie de símbolos, la musicalidad de sus poemas, la plasticidad de las imágenes que construye, las referencias culturales que habitan en sus poemas, son algunos de sus ejes de estilo más evidentes.
Luis Salcines, apoyo fiel del poeta desde la amistad y la complicidad creativa e intelectual, recordaba que Sopeña desde siempre quiso considerarse un poeta puro. Tras dejar atrás la universidad, al incorporarse a la enseñanza en Santander, comenzó a publicar crítica literaria en las páginas de algunas revistas, especialmente en Peña Labra. «Daba continuidad de esa manera a su trabajo sobre la obra de Pere Gimferrer con el que realizó su tesis. Sus estudios críticos son considerados brillantes. En Peña Labra escribió también en varias ocasiones, de Aleixandre, Alberti y Blas de Otero».
«Como poeta, cuando se inicia, abrió una ventana por la que entró una corriente de aire fresco en el panorama de la poesía escrita en Cantabria. Representante de una línea que arranca de los novísimos». Cuando vio la luz 'Juguetes aplazados', aseguró Salcines que «probablemente Rafael Gutiérrez Colomer que llegó a Santander después de un nomadismo profesional y cultural y Sopeña fueran los que escribían a finales de los setenta con un lenguaje más rupturista con la tradición poética».
Como territorios recurrentes de su poética cabe citar el paso del tiempo, el tránsito de la vida, la fugacidad del instante, la voz que se convierte en eco, la música que vuelve al silencio...Asimismo, la música y el agua son dos referentes que atraviesan su poesía, junto con la huella y memoria de las ciudades que habitó: «Valencia en sus primeros años; San Vicente de la Barquera, con la que está unido por lazos familiares; Torrelavega, oculta bajo la denominación de Naumaquia; y, sobre todo, Santander, su bahía: unas veces nombrada, otras, claramente referida sin citar».
González Fuentes, con motivo del citado premio otorgado el pasado otoño, ya situaba a Sopeña en esa generación de transición entre los poetas surgidos a lo largo de la prolongada posguerra –relacionados, de un modo u otro, con el grupo Proel: Hierro, Maruri, Hidalgo, Salomón, Rodríguez Alcalde, Arroita-Jáuregui, Arce, Gago...–, y la nueva generación poética que eclosionó con intensidad en la década de 1990, teniendo quizá como punto de referencia la colección Scriptvm de Carlos Alcorta y Rafael Fombellida. En medio quedan otros grupos, colecciones, revistas, antologías..., pero –subrayaba Tono– la historia de la poesía en Cantabria de la segunda mitad del siglo XX puede sintetizarse en esos dos momentos. «Y en medio, como único referente indiscutible y reconocido por los más jóvenes de esta historia, Ángel Sopeña y su poesía».
Aunque no muy prolífico, al margen de los periodos de olvido que vivió su palabra, el legado del poeta es imprescindible.
La alcaldesa Gema Igual lamentó el fallecimiento de Sopeña Villar, «quien el pasado mes de noviembre fue reconocido con el X Premio de las Letras de Santander, el principal galardón literario que otorga el Ayuntamiento». «Santander y Cantabria pierden a uno de sus grandes poetas», subrayó la regidora, que trasladó el pesar de la ciudad a la familia del autor santanderino».
Su figura ha sido y será una referencia para todos los poetas jóvenes de Cantabria», añadió.
Por su parte, el Ayuntamiento de Torrelavega, a través de su concejala de Cultura, Esther Vélez, lloró la pérdida de uno de los grandes poetas cántabros, muy vinculado a la ciudad de Torrelavega. Tras recordar que obtuvo el premio José Luis Hidalgo, destacó que Sopeña «supuso un impulso para la renovación del lenguaje poético».
Su legado, precisó, ha contribuido «a enriquecer el acervo cultural de Cantabria y la ciudad de Torrelavega. Expresamos nuestras condolencias a familiares y amigos».
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