El Museo de Altamira exhibirá 'Rockstar', de Miguel Ángel Tornero, la cueva como un icono del siglo XXI
La muestra del verano, organizada con la Galería Juan Silió, cuenta con la colaboración de la Academia de España en Roma, a la que se suma en la conmemoración de su 150 aniversario
Altamira es uno de los referentes globales más recurrentes de la historia. Su universo sigue siendo una fuente inagotable de inspiración, recreación y materia prima creativa. De la música al cine -ahí está la última película de Carlos Saura estrenada en vísperas de su muerte-, de la literatura al arte, pasando por la investigación y el pensamiento, su mezcla de enigma, pervivencia y alumbramiento original continúa aportando significados y relatos. La muestra temporal del verano en el Museo de Santillana es precisamente una extensión más de esa marca Altamira que supera tiempos y espacios. El artista Miguel Angel Tornero es el protagonista de la exposición que será inaugurada el próximo miércoles bajo el epígrafe 'Rockstar'.
El Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, museo estatal del Ministerio de Cultura, abrirá así su nueva propuesta temporal, organizada con la Galería santanderina Juan Silió y la colaboración de la Academia de España en Roma, incorporada en la conmemoración de su 150 aniversario. En ella, el artista presenta «una personal visión fotográfica a través de collages creados para la ocasión, en los que Altamira no solo se revela como un tesoro histórico o símbolo estático de la creatividad, sino que se convierte en un icono vivo, una auténtica 'rockstar'».
La puesta de largo oficial contará con la presencia de la subdirectora general de Museos Estatales, Mercedes Roldán Sánchez; la directora de la Real Academia de España en Roma, María Ángeles Albert de León; junto al artista Miguel Ángel Tornero, el galerista Juan Silió y la directora del Museo de Altamira, Pilar Fatás.
Los collages fotográficos son un reflejo de la reflexión del artista para quien las cuevas «son lugares por los que se nos concede el privilegio de contemplar la intimidad de la tierra. Accidentes que desvelan un secreto que no pareciera estar trazado para revelarse a los seres humanos. Al adentrarse en ellas, uno se siente como una sonda dentro de otro mundo, de otro cuerpo; de un paisaje tan terrícola que, paradójicamente, parece extraterrestre». El artista opina que «suelen ser buenos escenarios para replantearse el concepto de belleza; desde la grotesca oscuridad surgen formas caprichosas y extravagantes que sin embargo nos acercan a lo sublime. Altamira sobrecoge por todo eso y por mucho más», confiesa.
Desde el punto de vista artístico, «podríamos decir que estar allí significa encontrarse con el o la primera artista. Y es que Altamira no es solo un lugar, es un icono universal. Su influencia perdura a lo largo del tiempo no sólo como tesoro histórico, sino también como paradigma de la creatividad y la inspiración que sigue ejerciendo en la cultura contemporánea. Altamira es una celebridad, una diva, una rockstar», subraya a la hora de otorgar identidad a su muestra. Tornero (Baeza, 1978), galardonado con importantes premios de fotografía como Fundación Enaire (2022), Grünenthal (2011), Purificación García (2007) o Generaciones (2009) o por proyectos artísticos o el Premio Nacional al Mejor Libro de Arte editado en 2014, entre sus exposiciones individuales destacan 'Que- mar ramón' (2020) precisamente como cita inaugural del espacio de la galería Juan Silió en Madrid. En su aproximación a Altamira, explica, «trato de mostrar eso mítico y legendario de Altamira como un icono vivo, generando nuevas formas y relaciones a través de su superficie, sus volúmenes y su longeva piel tatuada, con todos sus misterios y códigos aún por descifrar». La obra de Tornero se caracteriza «por ser una insaciable investigación sobre el papel que desempeñan las imágenes, centrada en la noción de que el acto de ver precede al acto de decir». Desestabilizando la relación entre lo que vemos y lo que sabemos, su obra sitúa la intuición y la libre asociación no sólo en el centro del proceso de creación, sino que también invita al espectador a hacer lo mismo. «Una descontextualización sistemática del tema objeto de la obra de arte hace del 'juego'. Un hilo conductor de su trabajo».
Construye una ecología de la imagen muy personal y a la vez crítica, «en la que nunca miramos una sola cosa, sino que observamos continuamente la relación existente entre las cosas y nosotros mismos».
En el caso de su exposición con destino a Altamira, con una actitud poética, «aún usando la herramienta analítica de un forense -esta vez la luz eléctrica de la civilización y no la cálida intermitencia del fuego-, documentamos el cuerpo y elucubramos sobre sus formas y sus incógnitas para posteriormente construir otro escenario nuevo», señala.
En este sentido, Tornero cree que «tal vez hay también algo de Dr. Frankenstein en ese deseo de generar y dar vida a una nueva criatura, asumiendo y abrazando esa belleza anómala y monstruosa a través de una suerte de collage, en este caso fotográfico, cuyas capas no dejan de ser la continuación de un antiguo palimpsesto».