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Alberto Cortez.

Alberto Cortez: 'Lupita' como epítome

El gran cantautor hispano-argentino Alberto Cortez abre hoy en Bilbao su enésima gira mundial, titulada 'El regreso'

óscar cubillo

Miércoles, 6 de abril 2016, 17:51

El colosal y sentimental Alberto Cortez (Rancul, La Pampa, Argentina, 1940), vecino madrileño desde hace más de media centuria, inicia hoy en Bilbao una gira llamada 'El regreso', que le paseará por la geografía española y luego por Italia, México, Ecuador y Estados Unidos. Oficiará escoltado por el pianista Fernando Badía, recuperará clásicos propios de la magnitud de 'El Abuelo', 'Mi árbol y yo', 'Castillos en el aire' o 'En un rincón del alma', y promete algunas novedades.

Aprovechando semejante ocasión e augurando que las sensaciones no diferirán en demasía en su concierto de hoy, recuperamos nuestras impresiones sobre el último paso del maestro por Bilbao, donde el jueves 10 de mayo de 2012 cantó en Teatro Campos, recién salido de unos achaques de salud. El programa se bautizó 'Cortez en estado puro', las entradas costaban entre 14 y 30 ¤, le acompañó el pianista Néstor Ballesteros, escogimos el evento como uno de los mejores conciertos de los 365 que vimos en 2012, y titulamos la reseña 'Lupita'. Esta era:

Titulamos 'Lupita' a esta notita por una novísima composición del pluscuamperfecto Alberto Cortez. Incluida en su último disco, 'Tener en cuenta' (2011; luego lanzó 'Sólo para coleccionistas', en 2013), es una canción que en cinco minutos resume, comprime una vida (dos vidas contando la del esposo), y queremos aportar nuestro granito de arena para que se convierta en éxito. Se lo merece. Fue la canción número 16 de las 24 que cantó en 109 minutos, todas ellas buenas (incluso la que cedió a Unicef, 'Quiero ser bombero', ésta gracias a la labor virtuosa del piano de Néstor Ballesteros), que el vate argentino interpretó con poderío el jueves en el Teatro Campos. Poderío, aunque él mismo se definió 'tullido' por culpa de una lesión futbolera de rodilla, se confesó debido a eso' indeciso' sobre el escenario (a veces se sentaba en una butaca), estuvo todo el rato quitándose los mocos y se refirió constantemente al paso del tiempo demoledor.

Pero a la vejez viruelas: mostró vigor vocal, personalidad escénica, dignidad existencial, lírica humanista, humor escéptico o cáustico, y conjunción absoluta con el piano de Néstor Ballesteros: lírico, wagneriano, teatral, tanguero o ragtime, siempre suficiente (sobresaliente) en su magisterio. De hecho, el maestro Cortez informó en la presentación: «Esto va a ser un concierto lírico a la manera de Plácido Domingo y Luciano Pavarotti. Claro que ellos son megaestrellas y yo apenas estoy empezando».

'Lupita' comprime en un chas una existencia plena de anhelos, desilusiones, traiciones y reencuentros. Y Cortez es experto en componer piezas similares que destilan y comprimen una vida, que la relatan incluso hasta la muerte ('El abuelo' o la del perro 'Callejero') con voz de barítono ampuloso y de un modo que atrapa y no suelta la atención de oyente. En el programa del Campos, titulado 'Cortez en estado puro', cantó sobre sentimientos comunes, con los que se puede identificar cualquiera.

Cortez cantó a la amistad (la inaugural 'A mis amigos', la evocadora y novedosa Frankenstein', y en el único bis 'Cuando un amigo se va'), al devenir imparable (evocadora 'Mi árbol y yo'), a la nostalgia de cuando era un 'pibe perplejo' ('El chiquito García', o sea él, en una pieza que interpretaba en público por primera vez y que fue la única que leyó del atril), a la vejez ('Amor, mi gran amor', la trágica 'La vejez'), al amor ('Te llegará una rosa', la sensual 'Las palmeras'), al desamor ('En un rincón del alma'), a Atahualpa Yupanqui (Los ejes de mi carreta), a la misantropía de todos (la torrencial 'Los demás', poderosamente teatral; fue la tercera pieza, donde se perdió en la letra, una laguna mental por estar sentado dijo él, y a pesar de ello fue uno de los mejores momentos de la bonita velada), al vitalismo ('A partir de mañana', la por todos coreada 'No soy de aquí', ésta compuesta por su amigo el difunto Facundo Cabral), a los sueños y las ilusiones ('Castillos en el aire, con la gente chasqueando los dedos), a la cultura ('Eran tres', se llamaban Pablo y murieron en 1973: Neruda, Picasso y Casals), a la emigración (la mentada 'El abuelo') y a la rabia por la situación del mundo (la social ¿'Hasta cuando' seguiremos esperando?).

Fue un encuentro entrañable, rebosante de vida y poesía. Y pensé que ahora el mundo va muy deprisa y apenas tenemos tiempo para parar y escuchar canciones, reflexiones, como las perfectas que elabora el pampeano-madrileño Alberto Cortez.

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