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Ilustración de David Sánchez para el mito de Led Zeppelin y el escualo en 'Paul está muerto y otras leyendas urbanas del rock'. Errata Naturae
¿Conoces el erótico incidente de Led Zeppelin y el tiburón? No, porque es mentira (II)

¿Conoces el erótico incidente de Led Zeppelin y el tiburón? No, porque es mentira (II)

Ni los Eagles adoraban a Satanás ni los Kiss a Hitler. Estos y otros bulos los recoge el divertido libro 'Paul está muerto y otras leyendas urbanas del rock'

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Martes, 1 de mayo 2018

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«Puedes cancelar tu reserva cuando quieras, pero nunca podrás irte». Así son las normas en el 'Hotel California', escenario del arrollador 'hit' de The Eagles. Una canción, 'a priori', sobre el hedonismo y los excesos de la cultura estadounidense, pero con un trasfondo oscuro que escandalizó a gran parte de la sociedad yanqui: el tema era en realidad un pegadizo himno satanista. Lo prueban versos como «Escuché la llamada de la misión mientras pensaba para mí mismo: 'Esto puede ser el cielo, o puede ser el infierno». Los Eagles adoraban a Belcebú.

Suena a disparate, ¿verdad? Pues es un rumor harto extendido, aún 42 años después del lanzamiento de la canción que catapultó al éxito a los de Los Ángeles. Lo único cierto en ello es que es solo eso, un rumor: ni los Eagles adoraban a Satanás, ni la mítica 'Hotel California' es una oda encubierta al Maligno.

Estas y otras muchas mentiras se recogen en 'Paul está muerto y otras leyendas urbanas del rock', redactado por Héctor Sánchez e ilustrado por David Sánchez y del que ya te hablamos en una engañosa primera parte; esa en la que te contamos el día en que Keith Richards esnifó las cenizas de su padre o cómo Courtney Love asesinó a Kurt Cobain. Pero aún hay más: el erótico incidente de los Led Zeppelin y un tiburón, la militancia de los Kiss en el nazismo y la noche en que 'Mama' Cass murió atragantada con una loncha de jamón.

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    Led Zeppelin y la cría de escualo

El combo 'groupies + estrellas del rock' ha concedido innumerables historias de mayor o menor credibilidad, pero la de Led Zeppelin y la cría de tiburón es, sin duda, una de las más rocambolescas. 'Ocurrió' en julio de 1969, durante la gira de su segundo disco, cuando la banda se alojaba en el Edgewater Inn de Seattle, un paradisíaco hotel con vistas al mar donde los famosos podían relajarse pescando. Hasta aquí, todo cierto.

La leyenda, precisamente, empieza tras una sesión de pesca de la banda de Jimmy Page. Las capturas colgadas en perchas en el armario; y en la cama, una joven pelirroja de diecisiete años llamada Jackie. Aunque la historia cuenta con variaciones de mayor o menor lascivia, siempre acaba con la chica atada y los músicos masturbándola con una cría de escualo. Según algunas versiones, el animal estaba vivo; según otras, en realidad eran trocitos de pescado. Según unos, fue ella la que pidió que la ataran; según otras, fue forzada y sus gritos se oían en todo el hotel. Una macabra escena avivada por la sabida afición de Page al sadomasoquismo.

Lo cierto es que ni el cantante ni la mayor parte de la banda estaba en aquella habitación. Solo su batería, John 'Bonzo' Bonham, junto al mánager del grupo, Richard Cole, y el teclista de Vanilla Fudge, Mark Stein. Cole lo contó años más tarde: «Han circulado numerosos rumores sobre aquel incidente, pero ninguno es cierto. Fui yo». Según su relato, todos estaban bebidos de más y el animal que se utilizó no fue un tiburón, sino un pargo rojo, a juego con el pelo de la chica. A ella, insistió Cole, el juego «le encantó»: «No hubo malicia ninguna, ¡de ningún modo! Nunca se hizo daño a nadie».

Parece ser que Stein grabó aquella locura con una cámara Super-8, aunque las imágenes jamás han salido a luz. Frank Zappa, eso sí, asentó la leyenda con la canción 'The Mud Shark' (El tiburón mancillado), basada en el incidente e incluida en el álbum en directo de The Mothers, 'Fillmore East - June 1971'.

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    Los Beatles, marihuana e Isabel II

La arrolladora fama de los Beatles ha generado, por simple estadística, una gigantesca nube de rumores y mentiras desde su debut en 1962. Desde que Paul McCartney está muerto y fue sustituido por un doble, al siniestro plan de la CIA para acabar con la vida del pacifista John Lennon. Los hay otros más cachondos, como la 'colocada' audiencia del cuarteto con la reina Isabel II.

Era 1965 cuando la familia real británica anunció a la banda su intención de condecorarlos con la Cruz de Miembro del Imperio Británico (MBE). Para la mayoría, un «fabuloso» honor. Para la mayoría, menos para John Lennon, descontento con la realeza: «Cuando me llegó un sobre con el membrete OHMS (On Her Majesty Service), creí que me llamaban a filas… Antes de que te concedan un MBE, el Palacio te escribe preguntándote si vas a aceptarlo, porque no puedes rechazarlo públicamente y primero te sondean. Me resultaba violento. Brian [Epstein, su mánager] dijo: 'Si no la aceptas, nadie sabrá que la has rechazado'». Así que accedió... solo para molestar a los miembros de la Cámara de los Lores y los veteranos de guerra que se oponían al reconocimiento.

Antes de ser recibidos por la reina Isabel II, fueron instruidos en protocolo -«Para cuatro mozalbetes de Liverpool, era 'demasié'», recuerda Paul McCartney-. Durante las clases, los 'Fab Four' reían de más. Y Lennon, empeñado en mostrar su contrariedad durante todo el proceso, concedió una traviesa explicación: «Sonreíamos como tontos porque acabábamos de fumarnos un porro en los lavabos de Buckingham, estábamos nerviosísimos».

El relato corrió como la pólvora, un chisme que el resto tuvo que desmentir. Ringo Starr ni siquiera estaba seguro de que hubieran fumado; George Harrison decía que sí, pero tabaco. La probabilidad de que consumieran marihuana en palacio sin que alguien les pillara, además, era mínima, debido al tráfico de gente y los evidentes signos.

Tras la velada, todos estaban entusiasmados con el encuentro con Isabel II. «Después de todo lo que hicimos por Gran Bretaña, todos los pantalones de pana que vendimos y la marcha que trajimos, no nos dieron más que una puta medalla», afirmaba Harrison con irónico entusiasmo. «Conocerla fue estupendo y muy innovador: ahora recibe a todo el mundo», sopesó Starr. No así John Lennon, que el 25 de noviembre de 1969 devolvió la insignia. La razón, la participación de Reino Unido en el conflicto de Biafra y el apoyo de Estados Unidos en Vietnam. Y si no, ya se habría inventado otros.

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    Kiss, Satán y los nazis

Kiss. O lo que es lo mismo: Knights In Satan's Service, Caballeros al Servicio de Satán. O así era, al menos, para un grupo de puritanos de Harrisburg, Pensilvania, que en 1976 se aglomeró a las puertas de un concierto de la banda de rock. Según los indignados, el grupo respondía a las órdenes del Diablo, no había más que mirar las pintas, el siniestro maquillaje y la obscena lengua de Gene Simmons, quien también escupía fuego, derramaba sangre por la boca y saludaba con la mano cornuta.

Puede parecer absurdo, pero caló en no pocas familias que trataron de apartar a sus hijos adolescentes de esta banda de cara pintada. Tampoco ayudó que Simmons se preguntara en una entrevista a qué sabía la carne humana y se quedara callado cuando le interrogaron sobre su supuesto satanismo. «Me negué a contestar por varias razones. La primera, es que era buena publicidad. La otra, mi completo desprecio por la gente que estaba haciendo la pregunta».

Si lo del satanismo no era suficiente, encima su logo también delataba su ideología: los neoyorquinos eran nazis. Miren si no las dos 'S' al final, con la misma forma que las SS de Adolf Hitler.

El caso es que ni satánicos ni nazis. Para empezar, Kiss no era un acrónimo, como muchos opositores católicos argumentaban. La anterior banda del batería, Peter Criss, se llamaba Lips (labios), por lo que su cantante, Paul Stanley, quiso hacer un guiño pasando al beso, Kiss. ¿Y lo del logotipo? Lo diseñó Ace Frehley, su guitarrista, quien solo pretendía ilustrar dos rayos. Las mayúsculas, para que destacase más. El parecido, sin embargo, les costó que en Alemania cambiaran las 'SS' por dos 'Z' invertidas en carteles y carátulas.

Poco les importó la polémica. De hecho, la buscaban. En todo caso, a Simmons siempre le hizo gracia su supuesta adoración al Maligno: «A lo largo de los años, cada vez que los fanáticos religiosos me han acosado y me han citado el Antiguo Testamento, yo les respondía citándoles el capítulo y el versículo», explicó en una ocasión. «No sabían que me gradué en teología en la escuela. Un idiota es un idiota… Tanto si cita la Biblia como si no».

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    'Mama' Cass y el mortal sándwich de jamón

'Mama' Cass Elliot, cuarta parte de The Mamas & The Papas, acababa de emprender un exitoso camino en solitario. Exitoso pero breve, de apenas cuatro años, hasta que la muerte le cortó el paso la mañana del 29 de octubre de 1974 en la habitación del apartamento número 12 del 9 de Curzon Place en Mayfair, Londres. Tenía 32 años.

Su talento no fue entonces suficiente para ganarse el respeto de la prensa más amarillista. ¿El motivo? Su sobrepeso. Elliot medía 1,65 metros y pesaba 110 kilos. ¿Causa de la muerte según los rumores? Que se atragantó con un bocadillo de jamón. Las declaraciones del médico que acudió al levantamiento del cadáver germinaron el mal chiste: «Por lo que vi al llegar al piso, parecía que había estado comiendo un bocadillo de jamón y bebiendo una Coca-Cola tumbada, algo muy peligroso, especialmente para alguien como Cass. Parecía haberse atragantado», soltó alegremente el doctor Anthony Greenburgh, previo informe forense. Poco tardaron los medios en hacerse eco de sus desafortunadas palabras.

El caso es que el sobrepeso sí causó la muerte de Cass, pero por esteatosis miocárdica. Esto es, un ataque al corazón, motivado no solo por su obesidad, sino también por el estrés y las duras dietas a las que se vio sometida los meses anteriores a su muerte.

Ni sexo, ni drogas ni rock 'n' roll, pero una tragedia en cualquiera caso. Keith Moon, batería de los Who, por cierto, moriría cuatro años después en el mismo lugar que 'Mama' Cass y a la misma edad que la cantante.

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    Los White Stripes, esposos y hermanos

El parentesco entre Jack y Meg White era evidente: el mismo cabello negro y lacio, la misma tez pálida. Saltaba a la vista que eran hermanos. El dúo fraternal ocupó rápidamente las páginas de los diarios de medio mundo, y no solo por el éxito de su formación minimalista de guitarra y bajo: es que Jack y Meg se querían mucho, muchísimo. Demasiado para ser hermanos. La exclusiva estalló en marzo de 2001, cuando un diario de Detroit halló los papeles que probaban que se habían casado el 21 de septiembre de 1996. ¡Incesto!

Pues no. Lo que también probó esta publicación es que Jack y Meg no eran parientes de sangre como vendían, sino simplemente marido y mujer. Más bien 'exes', porque para entonces llevaban un año divorciados. Una ruptura que no impidió que aún publicasen otros cuatro discos juntos.

¿Y por qué mintieron cuando se presentaron como hermano y hermana? ¿Para llamar la atención? En realidad, para todo lo contrario: «Cuando ves un grupo formado por hermanos te preocupas más por la música que por la relación. Cuando son novios, por si están intentando salvar su amor estando en un grupo», justificó entonces Jack White. «Creo que el único punto de interés debería ser la composición de canciones, la música y los conciertos, no si somos de verdad hermanos o marido y mujer». De este hartazgo por el cotilleo salió la portada 'White Blood Cells' (2001), con el dúo con la espalda contra la pared, acosados por unas sombras que no son otra cosa que paparazzis.

Como curiosidad, fue Jack el que adoptó el apellido de Megan al casarse, White. El nombre real de él y apellido de soltero es John Anthony Gillis.

Portada de 'Paul está muerto y otras leyendas urbanas del rock'.
Portada de 'Paul está muerto y otras leyendas urbanas del rock'. Ilus.: David Sánchez | Ed.: Errata Naturae

'Paul está muerto y otras leyendas urbanas del rock'

  • Autor. Héctor Sánchez

  • Ilustraciones. David Sánchez

  • Editorial. Errata Naturae

  • Páginas. 224

  • Precio. 19,90 euros.

  • ISBN. 978-84-15217-82-4

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