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V. Lerena

«Siento una superioridad moral espectacular sobre quienes me señalaron»

Ramoncín actúa esta noche en Santander dentro del Movember Food & Rock

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Viernes, 10 de noviembre 2017

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José Ramón Julio Márquez Martínez (Madrid, 1955), Ramoncín, es persona y personaje. Nacido en un taxi en Alcalá, tan madrileño como la espuma de las cañas mejor tiradas de la capital, cuenta en su haber con experiencias que darían para llenar varios volúmenes al ritmo de sus discos, unos cuantos desde el primero en el año 78. El libro con sus memorias tiene previsto escribirlo porque «no queda otro remedio».

En su discurso aparecen figuras atemporales, poetas y músicos, cineastas y escritores. Este viernes estará en Santander, dentro de la programación de Movember Food and Rock (20.20 horas) y promete rock and roll «incendiario».

- Llega a la ciudad con ‘Quemando el tiempo’. ¿Qué encontrará el público en el show?

- Nosotros estamos haciendo conciertos de casi tres horas, pero hoy no nos dejan, así que hemos concentrado en una hora una parte fundamental de mi discografía. Normalmente, es raro que falte algún tema de algún disco. Será una hora de rock and roll incendiario

- ¿Al estilo de la vieja escuela?

- Al estilo de gente a la que nos gusta estar en el escenario y tenemos un repertorio grande. Lo que hago son peticiones del oyente, como quien dice. Tenemos 40 o 45 temas preparados y llevamos mucho tiempo tocando juntos, así que eso nos permite variar. Voy eligiendo unos u otros. Cuando tienes repertorio lo puedes hacer; otros no tienen esa capacidad

- Está girando con una banda de seis personas, lo cual,hoy por hoy, es toda una odisea

- Yo no quiero parecer una rara avis, aunque lo sea. Lo hago porque me gusta. Dos músicos menos es una furgoneta más pequeña o menos habitaciones de hotel, pero no me lo planteo. La primera banda que tuve ya fuimos cinco. Pero no por llevar más que nadie, sino por cómo tengo montado mi repertorio. Es la combinación necesaria para que suenen mis canciones como tú tienes en tu cabeza. Pero sí, girar y tocar en España es una locura. El negocio lo es y lo siento por los chavales que intentan cumplir su sueño.

-Aunque usted lo ha logrado, es complicado vivir de esto.

- Los cuatro artistas vendedores no crean tejido. Es como si en literatura vendieran libros solo cuatro autores. Todo el arte tiene que salir y crecer. Luego ya veremos si se vende o no. ¿Vendió mucho Nabokov con ‘Lolita’ al principio? Pues no lo sé. Yo tengo entre mis referencias música que nunca ha sido un éxito. ¡Ahora hay música extraordinaria!

- ¿Puede poner ejemplos de esa música actual que le guste?

- A mí Sidonie me gustan desde el primer día. Corizonas son maravillosos, aunque les escucho y estoy viendo a los Allman Brothers Band. Lo que no me llama es esa gente que son los Juan y Junior de ahora pero no quieren decirlo. ¡No pasa nada! Sois los de ahora pero con guitarras más eléctricas. Y las cosas que suenan todas igual, ya no me interesan.

- Vuelve esa diferencia entre la admiración a los referentes ajenos y el desprecio a los propios.

- Así es. Los Brincos tendrían que haber sido como los Shadows en Inglaterra, como pasa en Francia o Italia con sus ídolos. ¿Por qué ha habido ese desdén aquí? Es como esa ola de fantástica novela negra nórdica que todo el mundo alaba; no existiría sin la base previa americana. No puedes escribir novela negra si no has leído a Raymond Chandler, por ejemplo.

- Estamos asistiendo a la pérdida, lógica por otra parte, de muchas de las figuras referenciales de la música.

- El pop está envejeciendo ahora. El blues envejeció primero, antes el jazz. Acaba de morir Fats Domino, primero Chuck Berry. Las estrellas del rock actual tienen 74 años. Los grandes grupos, salvo los Beatles y los Stones, duraron 8 o 9 años. Los que continuamos tanto tiempo, es porque nos queda algo por hacer, porque estamos insatisfechos por mucho que haya detrás. ‘Litros de alcohol’, por ejemplo, la van a cantar toda la vida, pero no me quedo ahí.

- ¿Dónde podrán encontrar los jóvenes el nuevo espejo en el que mirarse?

- Mira, en ‘Putney bridge’ yo cantaba «si muere Drake…». A Nick Drake se le ha descubierto desde mediados de los 90 y yo lo menciono en los 80. Si a alguien que le interesa Nick Drake, según mi lógica, se entera de que un tío en el año 80 lo mencionó, acude a ese tío para saber en qué momento y por qué. Eso es lo que hay que hacer, porque en realidad, está todo inventado.

- ¿A qué se refiere?

- Hace un rato estaba con mi hijo, que tiene una banda y toca la batería. Me ponía una música que le gustaba. Eran como Crosby, Stills y Nash. Cuando se ponían a hacer eléctrico era Grateful Dead. Cuando vas a un festival indie, sea eso lo que sea, ves el grupo más moderno haciendo Jefferson Airplane. ¡Si no pasa nada por reconocerlo!

- Usted ha publicado discos casi de forma compulsiva, sobre todo en sus inicios.

- Entre el año 78 del primer disco, que hará 40 años en enero, y el año 90, publiqué ocho discos nuevos, uno en directo y dos o tres recopilatorios. Y en el 92 paré. El único que sabía si iba a volver era yo. Necesitaba respirar.

- Pero no dejó de componer y grabar de nuevo desde el 96

- Hice una serie de cosas y en el 96 grabé ‘Miedo a soñar’, el disco que contempla la gente ahora como si fuera la primera vez. He sido más lento en eso y...ahora tengo prisa. Hay una sensación de limitación de hasta cuando, hasta qué edad podré, con la de historias que tengo que contar... Las emociones son más intensas cuanto más mayor te haces.

- Con cuarenta años de carrera, ¿da más miedo mirar hacia atrás o hacia ese tiempo veloz por delante?

- Mirar para atrás es un escalofrío y hacia delante un vuelco en el estómago. Hay impactos. Hace cuatro semanas murió la persona más querida para mí. No era mi madre adoptiva o mi pobre hermana, algo que cabía esperar. Este, que era primo hermano, es una persona que no recuerdo un minuto de mi vida en que no haya estado. Cuando le dices a alguien «nos vemos mañana» y dos horas más tarde se ha muerto de repente, te provoca angustia. Te vacías. Piensas, me podía haber pasado a mí. Como decía Rimbaud, «yo soy el otro». Hay un tiempo y un espacio para hacer lo que quieras hacer, aunque cuando tienes 25 años te sientes inmortal…

- En los años 90 hace ese alto que mencionaba y se mete de lleno en la TV. ¿Qué le aportó esa etapa?

- El programa ‘Lingo’ me gustó muchísimo. Se juntó con el momento de terminar el diccionario de jerga que me llevó once años; es el más extenso que se ha hecho en este país. La segunda versión fue el que más entradas tenía en ninguna lengua conocida. Mi relación con este otro tipo de artes era muy potente y muchos artistas mayores que yo han desaparecido.

- Como el tipo de televisión de entonces.

- Mentiría si no dijera que me divertí mucho en los programas de debate. Comparar ‘Moros y Cristianos’ con los intentos de los últimos dos años… Allí nos juntábamos gente muy diversa, muy distinta, que teníamos cosas que decir. ‘Crónicas Marcianas’ fue un programa extraordinario durante 4 o 5 años, pero apareció ‘Gran Hermano’ y se convirtió en mercadería y ahí yo me fui. No quiero decirte ya las ‘Noches de Hermida’. Pasaba algo como lo de Puigdemont y te pedían ir a opinar. Llegabas y estaba Cela, Sabina, Marsillach, Sánchez Dragó, filósofos, escritores.

- Los debates actuales son un ‘poco’ distintos...

- Me repugna que se sienten a la mesa con el Ipad. Yo no le pagaría al tertuliano; pagaría al del Ipad. Las ideas tienen que surgir en el momento, tienen que ser arriesgadas. Miran y repiten las ideas fuerza del partido o lo que ven en Twitter.

- ¿Hay menos filósofos o ideólogos?

- Hay menos figuras que no tengan miedo a perder el salario. Hemos visto a gente migrar de unos diarios a otros y, con la nómina, también se va la moral de la mano. ¿Por qué me tengo que sentar con tres partidos políticos que solo van a decir lo suyo? Menos mal que sigue habiendo columnistas de raza.

- El prólogo de su libro de poemas y canciones, corre a costa de un cántabro, Manuel Gutiérrez Aragón, cómo surge esa colaboración?

- Lo conozco mucho porque formamos parte de la Junta Directiva de SGAE y a Manolo lo elegimos presidente de la sociedad. Ya teníamos relación y nos llevábamos bien. También con José Luis Borau, un hombre guapo de todo, dentro y fuera. Manuel está en esa línea, tiene ese humor tan particular.

- Describió la suya como «poesía descaradamente callejera»

- Sí, les estoy fallando porque les prometí que tendría nuevo libro de poemas antes de fin de año y voy tarde. Creo que es un tipo de poesía que se echa de menos. La poesía tiene su música propia. Echo de menos esa cosa tan de la calle. Walt Whitman, en ‘Hojas de Hierba’, describe a obreros en una calle. Puedes vivir en una calle de Nueva York leyendo poesía.

- Ha mencionado la SGAE. Tras verse envuelto en varias polémicas con la entidad, ¿siente que los escándalos actuales en que está sumida, son justicia poética?

- Sería hipócrita que te dijera que no. Me alegro. Tienen lo que se merecen. Hay un aparte de mí que me dice: descojónate. Ya ves lo que hay. Se han perdido en los últimos años más de 400 millones de euros. Eso es una realidad que saben todos los autores, que están enfrentados una mitad a la otra. Es una perversión del sistema que yo denuncié en 2003. Víctor Manuel, Pablo Herrero y yo nos enteramos de todo porque íbamos a la trinchera a trabajar, no a cobrar las dietas. Quizá fue mi error.

- ¿La corrupción es el mal generalizado de todos los estamentos?

- Fíjate, fui un día a Valdemoro porque me llamaron para conocer a un político. Presenté su mitin, lo cual es una putada, porque lo doy yo (ríe). Pues allí estaba Francisco Granados y ya me decían «este es un golfo». Aquel tipo llegó a alcalde de Valdemoro. Dijo que mientras lo fuera, yo no tocaría nunca. ¿Y dónde está ahora? Cuando veo todo esto... Yo que vi sobre mí la palabra imputado y resulté completamente absuelto por un tribunal de la Audiencia Nacional, de donde todo el mundo sale con un regalito... Siento una superioridad moral espectacular. No sobre el portero o el taxista, pero sobre estos que me señalaron, medios, periodistas y demás... porque luego han ido ellos y ahí siguen.

- Con una historia tan intensa, ¿no se plantea escribir sus memorias?

- No va a haber más remedio. Decía que cuando tuviera 60 lo haría. Este mes hago 62 y me parece pronto, pero lo voy a hacer. Además es un género que me vuelve loco y creo que tiene que ser sincera. He leído muchas biografias. La sinceridad de Marlon Brando o Lawrence Olivier, deberían sonrojar lo que se hace en españa. Salvo la de Marsillach, que es demoledora. La gente escribe como para no hacer daño o justificar lo que hace, pero si es de verdad, si cuentas todo lo que viviste, vas a hacer daño a todo el mundo. Por eso ha funciona tan bien lo de Bruce Sprinsgteen, por ejemplo. Él ha contado que es un enfermo de depresión. Sin el teatro del rock. En mi caso me gustaría escribirla al dictado para ordenar el barullo tan grande que ha sido mi vida. Un Umbral de ahora habría sido perfecto. Y ya tengo el título: «Lo siento, me acuerdo de todo».

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