«No sé si como narrador soy bueno pero seguro que como portero era peor»
El narrador argentino presenta en Librería Gil su nueva novela, 'El funcionamiento general del mundo', un relato sobre la adolescencia y un torneo escolar
¿Hay cosas que te cuesta mucho comprender? No hay problema: «Si te lo explican con fútbol, lo entiendes», decía hace unos años la ingeniosa ... publicidad de la revista Líbero. Más o menos, lo que intenta hacer con sus dos hijos adolescentes Federico Benítez, cuando se ve obligado a sustituir las vacaciones prometidas en las cataratas de Iguazú por un interminable viaje a lo más recóndito de la Patagonia. Durante las largas horas en el coche, les relatará un episodio clave de su propia adolescencia: el torneo interdivisional que se disputó en su colegio en 1983.
-Un coche, tres pasajeros, dos de ellos adolescentes y bastante mosqueados, dos mil quinientos kilómetros en cuatro días... Es evidente que ahí va a pasar algo...
-Es el disparador para que el padre se ponga a narrarles un pasado que hasta el momento no ha querido compartir con ellos.
«Se puede intentar. El juego es el camino próximo y cotidiano que nos aproxima a cosas profundas»
-Ese mismo viaje, antes de contarlo en la ficción, lo realizó en la vida real, pero ¿con adolescentes?
-¡No, no, iba solo en el coche! Me pareció importante documentarme sobre imágenes y experiencias, e ir pensando en el libro mientras recorría el itinerario; sobre todo, en esas inmensidades de la Patagonia argentina, donde uno recorre cientos y cientos de kilómetros en el medio de la nieve, sin encontrar a nadie.
-¿La literatura tiene que ser viaje?
-Cuando un libro nos impacta, no deposita en un sitio diferente al que estábamos cuando empezamos a leer. Sin ese viaje, un libro es una decepción.
-Aunque 1983 no parece, a priori, el mejor destino para un viaje en el tiempo, para los argentinos es una fecha especial... ¿No mitificamos en exceso los años ochenta?
-Habitualmente se evoca 1983 como el año del regreso de la democracia, pero quería quitarle esa imagen excesivamente luminosa con que lo miramos en Argentina. Esa sociedad todavía estaba cargada de autoritarismo e imposiciones. Y no sólo a nivel gubernamental, sino en la vida cotidiana. Las propias personas tenían interiorizada esa manera de relacionarse.
-«Explícaselo con fútbol»... ¿Con el balón se puede explicar todo?
-Se puede intentar. El juego es un camino próximo y cotidiano que nos aproxima a cosas profundas. Por supuesto queda un trabajo adicional, porque siguen existiendo cosas complejas, pero nos deja mejor preparados.
-Lo que desde luego no parece despertar mucha nostalgia es el colegio que retrata en la novela. ¿Qué recuerdo guarda de la 'vieja escuela'?
-Tiene que ver con aquella sociedad violenta e irracional, pero si he de ser justo también reconozco que en la escuela pública de hace cuarenta años nos mezclábamos todos los argentinos, más allá de nuestros orígenes sociales. Esto hoy ha dejado de suceder, y me parece una pésima noticia.
-Su protagonista es un antiguo portero de fútbol. ¿Le ha prestado parte de su propia biografía?
-En mi adolescencia también fui portero; no porque lo disfrutara, sino porque era bueno. Y pertenecer a mi grupo de amigos y que me valorasen me importaba mucho más que divertirme.
-¿Entonces el joven Sacheri soñaba con ser un gran futbolista o un gran escritor?
-Ni la literatura ni la historia, que luego estudié, eran el camino soñado en mi adolescencia, se lo garantizo...
-Aunque sean incomparables, ¿era mejor portero o mejor escritor?
-No sé si como narrador soy bueno pero seguro que como portero era peor.
-El fútbol ha sido importante en su carrera, con sus cuentos
-En realidad no fue algo voluntario; no me dije «voy a empezar a escribir sobre fútbol», pero como tomé materiales cotidianos de mi propia vida para organizar mi literatura, el fútbol ingresó naturalmente.
-¿Y no temía que se convirtiera en un monotema, después de dedicarle tantos libros?
-Para no encasillarme ni repetirme, traté de que mi literatura se diversificara en su temática y sus herramientas. Pero de vez en cuando me gusta volver, como a esos lugares en los que hemos sido felices.
-Y a los lectores a los que no les gusta el fútbol, ¿les agradará su novela?
-Es el gran desafío. Ojalá que sí; cuando un lector me comenta: «te leo, aunque no me gusta el fútbol», y me pasa con cierta frecuencia, me lo dicen como temiendo ofenderme. En realidad, es un elogio encontrarnos en la literatura sin compartir la complicidad por ese deporte.
-Para ser tan futbolero, ha llegado un poco tarde para la celebración del ascenso del Racing.
-Pero justo a tiempo para verlo en Segunda, ¿no?
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