Un paseo por la vida del escritor incesante
La exposición 'Homenaje a Álvaro Pombo. Una narrativa de la fragilidad', que exhibe el Palacio de Festivales, recala tras el Cervantes y forma parte de los actos de concesión de la Medalla de Oro
Si algo no ha cambiado en la larga, prolífica y ocupada vida de Álvaro Pombo, es el cristalino azul de su mirada. Dieciséis ejemplos concatenados ... de esta afirmación observan al visitante en el hall del Palacio de Festivales. Desde el niño santanderino de raya a un lado, hasta el veterano ganador del Premio Cervantes, con su inseparable gorro de lana hace apenas unos meses.
Las fotografías son el comienzo de 'Homenaje a Álvaro Pombo. Una narrativa de la fragilidad', la exposición que se puede visitar hasta el próximo septiembre
Esta muestra, un tanto desdibujada en el entorno, con una nutrida agenda en los meses estivales, se enmarca en los actos de reconocimiento organizados por el Gobierno de Cantabria con motivo de la concesión de la Medalla de Oro al escritor santanderino, como así lo recordó en la apertura la directora general de Cultura y Patrimonio, Eva Guillermina Fernández, que estaba acompañada por el comisario de la misma, Mario Crespo.
El escribir incesante, a pesar de la fragilidad, es la idea central de la exposición, según el comisario. «Esa idea de que él mismo ha construido una biografía que es plenamente coherente con su obra y al revés, su obra con su biografía». En este sentido, «no hay ninguna impostura en lo que escribía el Pombo de los años 60, o los 90, a lo que puede escribir ahora». Ambos retratados en esta muestra dividida en cinco bloques.
Cada una de las imágenes está acompañada por textos del propio escritor. Reflexiones que se dan la mano con los momentos capturados en las instantáneas. En el recorrido visual se pueden ve r desde Santander a La Dehesilla y finalmente, Londres, antes de regresar a España, lo que marcó «el inicio de su ascenso fulgurante» como autor literario. La capital cántabra tiene un protagonismo propio, como no podía ser de otra manera y la relación que Pombo establece con este escenario iniciático, sobre todo en la primera etapa, infancia y adolescencia. Retratos con su madre, de quien heredó los ojos azules, o instantáneas de su prima, Ana de Pombo, «adelantada a su tiempo con el dinero de los demás», según el escritor. «Hay algunas piezas curiosas que tienen que ver con con fotografías familiares así como momentos en los cuales él ha visitado la ciudad en diferentes ocasiones», ya adulto y asentado en Madrid. El retrato que le hizo el artista Juan Navarro Baldeweg cuando estudiaban juntos. Una orla estudiantil de los Escolapios, en 1956, en la que aparce su primer amor, Nacho Collantes. Pombo junto a sus compañeros del Berbick College, posando en Roma y también recogiendo premios; el Montañés del Año, allá por 1977, el Ciudad de Barcelona, dos décadas después, el Cervantes, claro. Nombres propios con quienes estableció vínculos de amistad, como José Antonio Marina o Carmen Martín Gaite. O una representativa toma de Pombo en la azotea de su refugio, su piso madrileño, con casco y de fondo, una bandera pirata. No podían faltar las portadas de múltiples ediciones de sus libros o la visión que de él han tenido ilustradores y pintores como Pablo Sorozábal, Damián Flores, Carlos San Vicente o Íñigo Ansola.
Muchas de las fotografías han vuelto a respirar tras décadas archivadas rudimentariamente en maletas olvidadas desde finales de los años 70. Adjuntos pretéritos en cartas entre familiares. Un Álvaro Pombo vestido de futbolista, en el colegio donde dio clases antes de trasladarse a Reino Unido, una faceta «que ni él mismo reconoce». En esos fondos que ahora está revisando, Crespo espera que salgan a la luz documentos relativos al epistolario con Juan Benet o López de Aranguren, por ejemplo. «Tenía dos opciones, abrirlas o no abrirlas y opté por no abrirlas», respondió el escritor cuando le preguntaron el por qué de esos años sin asomarse al contenido. Un contenido que «es un lujo», dijo Crespo, porque aparece documentación valiosísima que no ha sido consultada. Mencionó las artículos semanales que Pombo escribe en el suplemento Sotileza de este periódico, «en los que está rescatando material y algunas cartas muy antiguas».
«Desbordado» es la palabra para definir cómo está viviendo los sucesivos reconocimientos que se están produciendo en el último año 'Pombiano'. «Recoger el Premio Cervantes fue un momento culminante de su vida». Otros los ve desde la barrera, porque la edad no perdona y su salud es delicada, lo que le impide participar en cenas y festejos de las que sin duda disfrutaría. No hay que confundir este hecho con su producción, pues como destacó Crespo: «Sigue escribiendo sin descanso, que nadie crea que es un hombre agotado intelectualmente».
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