Pienso en todos los asuntos que tengo pendientes. En tantas cosas sin resolver
CUADERNO DE EXCEPCIÓN | DÍA 25 ·
En una zona exterior de mi casa el suelo es de madera. Es una de esas maderas sin barnizar, similares a las que se utilizan en los puertos marítimos o en las cubiertas de los barcos. Maderas que se pueden colocar al aire libre, que reciben la lluvia y el sol sin inmutarse: no se retuercen, no se abren, no se pudren. Aguantan con estoicismo lo que les echen. Su única forma de protestar es que se van quedando gradualmente blanquecinas. Como la degradación no llega de repente, es difícil darse cuenta.
Creo recordar que en el garaje tengo un bote de aceite. Lo busco, lo encuentro, localizo una brocha, pongo un poco de música, me abro una cerveza. Me siento Bruce Sprinsgteen pintando una tapia en una granja de Wisconsin. Para no desentonar, me he puesto unos vaqueros viejos manchados de pintura. La madera recibe el aceite con gratitud, como si yo esparciera sobre su superficie un poco de amor. Nadie reacciona mal al amor. Los niños que reciben amor, florecen. Los adultos, también. Nada más pasar la brocha emerge un color que ya había olvidado, aparecen también las vetas, esas huellas antiguas. Dejo secar el aceite, miro el suelo como si lo estrenase de nuevo. Da gusto verlo así, resplandeciente. Siento que he hecho algo bueno hoy, algo que ha merecido la pena. Trabajar con las manos me ha hecho sentir bien. Hacer algo real y terminarlo. Mi padre se ganó la vida reparando coches, siempre le gustó su trabajo, supongo que por eso. A mi madre le gustaba la costura, me hacía jerséis y pantalones, hizo las cortinas que aún filtran la luz solar en su casa. A veces, cuando escribo, siento que lo hago con las manos y no con la cabeza. Sigo mirando el suelo, como el que mira a un hijo. Me encuentro bien mirándolo. Llevo un año pensando en dar aceite a esta madera. He tardado en hacerlo poco más de una hora. ¿Por qué he esperado tanto para hacer algo que me ha llevado tan poco tiempo?
Pienso en todos los asuntos que tengo pendientes. En tantas cosas sin resolver, en lo que debo cuidar y en cómo hacerlo. El confinamiento me lleva a eso. Me pregunto si esto que me pasa a mí le ocurrirá a más gente. Supongo que sí porque todos, por debajo de nuestro afán de ser originales, nos parecemos bastante. Leo que mucha gente anda colocando sus casas, limpiándolas a fondo, reparando y pintando todo aquello que el tiempo ha ido estropeando. Es como si hubiesen dado un pisotón a nuestro hormiguero y ahora nos pusiésemos manos a la obra, cada uno con nuestras tareas diminutas, para comenzar a reconstruir todo otra vez.
Lea la serie completa pinchando aquí.