Mario Obrero
El escritor madrileño imparte esta semana un curso en la UIMP, donde protagonizará las Veladas Poéticas y recibirá el XIV Premio Pedro Salinas
Entre las paredes de un palacio, da rienda suelta a las palabras un poeta. Hasta el próximo viernes, Mario Obrero (Madrid, 2003) imparte un curso ... en la UIMP, donde mañana protagonizará las Veladas Poéticas y recibirá el XIV Premio de Poesía Pedro Salinas. Y todo con la profundidad de sus reflexiones, que combina con el brillo inteligente de su mirada oscura y una amabilidad constante.
-¿Qué sensaciones produce a alguien que escribe poesía, recibir un premio con el nombre de Pedro Salinas?
-Pues mucho orgullo, diré. No es un espacio al que esté habituado la poesía, el reconocimiento y el premio, en un mundo y en un país donde la palabra poética queda en un espacio tan marginal. Tanto la escrita, como en la lectura, son lugares marginados desde la academia, desde muchos ámbitos y de repente ver que se reconocen, junto a un nombre tan importante, tan republicano, tan migrante y tan exiliado como Pedro Salinas, un Pedro Salinas que todavía a día de hoy sigue enterrado fuera de nuestras fronteras y fuera de nuestro país, es una profunda ilusión e incluso un premio que además tiene esa apostilla de trayectoria literaria.
-¿Por qué señala especialmente esa referencia?
-Que se apueste por la trayectoria desde la juventud, que se entienda que los tiempos poéticos no corresponden al DNI necesariamente o a una anatomía prolongada y que hay una posibilidad de entablar relaciones con lo poético e incluso ser reconocido por ellas desde la juventud o desde espacios de la edad que no se corresponden a la idea que tenemos de trayectoria, también habla mucho y muy bien de una institución como la Menéndez Pelayo y de una propuesta que, efectivamente, no solo trae las humanidades al centro de estos talleres y de estos cursos de verano, sino que además lo hace desde lugares muy valientes, muy interesantes y no tan frecuentes por desgracia en nuestro día a día.
-¿Siente que la edad le ha pasado factura a la hora de ver reconocido su trabajo literario?
-Claro; a mí me da mucha pena porque con respecto a la edad y a la juventud que uno tiene, poco puede hacer. Muchas veces aparece una especie de cajón desastre, que ya cuando lo nominamos en singular, cuando decimos la juventud, como la vejez o como la infancia, estamos aglutinando en singulares cosas muy diversas. Hay hechos que atraviesan una edad y que son mucho más vitales para definir el lugar desde donde hablamos, como pueden ser las condiciones materiales.
-26 perfiles conforman el alumnado que viene a un curso con el sugerente nombre del 'impacto y la movilización de la palabra poética'. Impacto no es una palabra casual.
-Efectivamente. Creo que hay algo de choque que responde a la idea de que la poesía, siendo necesaria para la poeta que lee y la poeta que escribe, siendo necesaria para un cántabro como José Hierro, que en la cárcel de El Dueso debe hacer un poemario y tiene la necesidad de reclamar una alegría entre los barrotes de una prisión franquista,y tiene la necesidad de poder ver un mar desde una cárcel como empieza su poema 'Reportaje', esa necesidad no es más que una vocación del género humano. No es algo a lo que lleven los poderes, no es, digamos, una ocurrencia que se imponga a nadie desde arriba.
-¿Qué papel juega la educación en el fomento de esa necesidad?
-Si vemos los perfiles de los currículos educativos o de las consejerías de Educación, no es que nadie esté forzando al alumnado a hacer o a escribir o a leer poesía, muy al contrario. La fuerza con la que se interactúa con lo poético desde el poder es siempre la de relegarlo, marginarlo o hacerlo desaparecer de la conversación cotidiana. Que 26 personas en verano y en una institución como es esta universidad, decidan valientemente acercarse a la palabra poética, que es acercarse a la reflexión, pero también a ese no saber sabiendo, que decía Juan de Yepes, esa asunción de la debilidad cuando no se tiene por qué entender todo y no se somete toda la lógica al raciocinio o al discurso dominante en el que estamos sumergidas en la cotidianidad. Cuando hay 26 personas haciendo esto, creo que nos queda una imagen muy positiva de cómo la poesía da respuesta una vez tras otra desde el 33, que Pedro Salinas y la universidad empieza con estos talleres hasta el día de hoy y al revés.
-Hace dos años, cuando vino a Felisa, afirmaba que para una generación como la suya, que está abriéndose a la lectura y la escritura poética, el caldo del odio que se está generando, puede llegar a conformar una visión de la vida. ¿Qué lectura hace a día de hoy?
-Creo que cada vez más se demuestra que la poesía ya solo por oponerse a ciertas asunciones, a ciertas inercias que cada día está más presente en el discurso social desde la institución, desde las tribunas, desde los medios de comunicación y también desde nuestra vida más particular, desde nuestras cocinas, en nuestras calles, solo por oponerse a todo ello, se revela como un espacio de profundo sentido.
-Usted ha migrado de la poesía al ensayo, ¿se ha sentido cómodo en esa forma de relato?
-Ha sido una experiencia muy hermosa, porque me he dado cuenta de repente en el ensayo, de esa matriz que nos dio Montaigne cuando empezó la escritura ensayística con ese nombre y recordando que el ensayo tiene que ver con ensayar, con proposiciones, potencialidades.
-¿Tiene una palabra para definir el plurilingüismo?
(Piensa). Ay, pues qué buena pregunta. Yo diría que placer. El placer tiene mucha ambivalencia; por supuesto, es el gozo, es el disfrute, pero el placer si te lo llevas al catalán, es lo que tiene que ver con la plaza. Creo que en ese placer que es a la vez lo colectivo, lo que tiene que ver con espacios públicos, donde hay mucha gente y por tanto muchos hablantes y muchas lenguas, pero también que lleva ahí ese peso o ese esa influencia del gozo, del disfrute, de la alegría de poder tener palabras en tu boca, sintetiza muy bien.
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