«La poesía es un acto de escucha, de atender a lo que se dice, pero no se oye»
El autor de 'Cerezas sobre la muerte' disertó sobre su obra en el encuentro que ayer programó la Feria del Libro de Santander
Vino a Santander, a sumarse este miércoles a la programación de Felisa, a donde llegó con «especiales ganas». Mario Obrero (Madrid, 2003), ha pasado muchos ... veranos en Liérganes y bajaba a la capital cuando Paloma O'Shea celebraba su concurso de piano. Una etapa que coincidió con la escritura de 'Ese ruido ya pájaro'. Se dio cuenta de que «si escuchaba a Schuman diez veces al día tenía que emplear eso de alguna forma». La más reciente se llama 'Cerezas sobre la muerte' (La Bella Varsovia, 2022) su último poemario.
-¿Regresa a Santander para compartir poesía?
-Sí, así es. Además creo que como Felisa, toda feria del libro, etimológicamente es una fiesta, un lugar de manifestar, que viene del latín manufestare, festejar con las manos. Y todo lo que sea festejar con las manos que escriben, que leen, que participan de la cultura, es algo de lo que sentirnos orgullosos y contentos, especialmente en estos días.
-Tiempos, cada vez más tensos ¿La poesía serviría para templar los ánimos?
-Muchísimo. Desde la juventud es algo que me achaco personalmente. Son tiempos, ante todo, marcados por la inmediatez y el instante, pero no tenemos que olvidar las resistencias históricas a los movimientos de la extrema derecha y el fascismo, como al peligro que supone lo que vemos en las noticias, de cancelaciones a todos los niveles, con todo tipo de propuestas literarias o dramatúrgicas, desde Virginia Woolf a Alberto Conejero, pasando incluso por Lope de Vega en mi ciudad, Getafe.
-O como ha pasado aquí, en Cantabria, con la censura de una película de dibujos animados en la que se besan dos mujeres
-Exactamente. Y es totalmente deplorable. Una feria como esta es también un acto de reivindicación de la poesía, que lleva el prefijo re, la vuelta. La poesía, históricamente ha tenido tendencia a llegar a lugares que no se esperaba que llegaran. Se ha escrito poesía en los campos de concentración y en las cárceles franquista. Un poeta santanderino como José Hierro publicaba 'Alegría', escrita desde el Dueso. La poesía ha dado suficientes cuentas de que es una forma de resistencia y de reivindicar de nuevo el pensamiento crítico y plural. Y nuestra época no es una excepción.
-Si bien es cierto que Hierro necesitó 27 años de pausa para seguir escribiendo. A veces no es tan sencillo.
-Y no somos conscientes de hasta qué punto determinan todas estas decisiones que ahora vemos puntuales, la identidad de una persona. Claro que José Hierro queda profundísima mente marcado por ese viaje de juventud que realiza a Nueva York cuando tiene 70 años. Tampoco somos conscientes de cómo a una generación como la mía, que ahora empieza a abrirse a la lectura y escritura poética, este caldo del odio de la extrema derecha, nos puede llegar a conformar. Creo que hay que tirar de genealogía y de referentes que hoy están en los estantes de la Feria del Libro de Santander, con un discurso que viene de lejos y que ha cuidado y curado en todos los momentos, también en este.
-Háblenos de sus referentes, entonces.
-Me gustan mucho las definiciones que da Paca Aguirre al hablar de maestros cantores. El referente en poesía es ese lugar que abole la jerarquía, el paternalismo y va en contra de esa postura de arriba y de abajo y de percibir irracionalmente unas glosas sacras. Se plantea con la interconexión del diálogo entre iguales. Esto es algo muy revolucionario y que sorprende, pero cuando un poeta habla de referentes está hablando de sus iguales. Aunque tenga 20 años. Y para mí mis iguales, sin menospreciar el aprecio que les tengo son desde Lorca a Concha Méndez o Juan Carlos Mestre. No hay nada de padres e hijos. No hay nada de patriarcas que pasan testigos. Hay diálogos entre amigos. Al hablar de referentes, en poesía se habla de igualdades y afinidades selectivas.
-Menciona cómo Machado señala que el escritor, antes de escribir, es consciente de cómo se habita el mundo. ¿Cómo lo habita usted?
-Pues creo que esta es la gran habitación propia de la poesía. La forma de habitar. Como decía Keats, aquel sentirse igual frente a otro hombre, sea este el rey o el más pobre del clan de los mendigos. La poesía permite no jerarquizar la mirada y convertir el paisaje en conceptos o seres dialogantes. Esto ya es bastante. No se me ocurre una forma mejor de estar en el mundo que escuchando. La poesía es un acto profundísimo de escucha, atender a lo que se dice pero a veces no se oye.
-Lídia Jorge dijo en los Martes Literarios que todos somos fruto de la historia, pero los jóvenes tienen una mirada que se aleja de las raíces. ¿Es su caso?
-Me gusta mucho la denominación fruto de la historia. Que seamos fruto implica que tenemos vitamina, que venimos de un árbol y que alimentamos. Muchas veces cuando se habla de los jóvenes, se pluraliza demasiado; yo no escucho hablar de los adultos como si fueran un grupo uniforme. Yo soy igual de joven que Froilán o cualquiera de las princesas, pero me separan siglos de esas personas. Entender a la juventud como algo uniforme y unitario me parece un error. Habrá tantas opciones como posibilidades éticas de la escritura. La mía sí que es la de estar en las raíces, más entendiendo, como dice Olga Novo, que las raíces no te atan, sino que te elevan al árbol infinito. Ahí encuentro mi experiencia con la escritura.
-¿Está deseando cumplir años para que dejen de preguntarle por su juventud como autor?
-(Ríe) Lo cierto es que sí. La edad es algo anatómico. Nadie se para a decir el escritor asmático. La escritura es el espacio itinerante de los cambios de la conciencia, de los desplazamientos frente a las ideas establecidas, a los grandes consensos, frente a lo que parece que ya es, lo arcaico. Y la juventud es solo algo que tengo en el DNI, pero no me determina más que el pelo rizado.
-Decía Rimbaud que no le gustaba el invierno porque era la época del bienestar. ¿Siente que vive en un invierno largo?
-Vuelvo a José Hierro, que decía que la tranquilidad para el muerto que el vivo pide guerra. La poesía tiene que estar en esos momentos de fricción con la realidad social, cívica y también personal. Se escribe poesía cuando hace falta. Y se escribe desde lo necesario. Esto lo han enseñado Rilke, Gamoneda y tantas otras escritoras. Espero que esos inviernos nunca lleguen si suponen aletargamiento. Espero no tener nunca fríos los pies.
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