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Todo esto no es una broma
Poesía

Todo esto no es una broma

Julián Cañizares Mata profundiza con 'Poemas para no leer en un instituto' en su peculiar estilo, aparentemente desenfadado, pero que esconde una severa crítica social

Viernes, 25 de abril 2025, 07:22

Aunque el título anuncia un tipo de poesía que se aleja de las prescripciones lectoras que los programas educativos redactan para los alumnos de bachillerato, no es del todo cierto pues bien podrían encuadrarse estos poemas en la tradición del poema satírico burlesco, tan fecunda en nuestro idioma desde el Arcipreste de Hita hasta, por ejemplo, Rafael Alberti o, mucho más cercano en el tiempo, Manuel Vilas, pasando por el inefable Quevedo. Hay, además, algún poema que debería incluirse como lectura obligatoria, más aún durante esta semana en la que se celebra el día del libro, como el titulado 'Que pase el siguiente', que comienza con estos versos: «De niño no me gustaban los libros. / Los árboles si me gustaban. / Después, / me gustaron los libros y los árboles» y finaliza así: «No me gustan los libros / y, sin embargo, tengo un nuevo apellido / para cada uno de ellos. / De niño era muchas cosas, y una incomprensión. / Y si ahora la comprendo, / es porque ahora solo soy un niño / de una cosa».

'Poemas para no leer en un instituto'

'Poemas para no leer en un instituto'
  • Autor Julián Cañizares Mata

  • Editorial Siltolá Poesía

  • Páginas 120

  • Precio 15 euros

Julián Cañizares Mata (Albacete, 1972) profundiza con 'Poemas para no leer en un instituto' en su peculiar estilo aparentemente desenfadado pero que esconde una severa ... crítica social y una visión de la vida timbrada por el desengaño, quizá por eso, y para realzar las paradojas y las contradicciones de la existencia, combina la visión exaltada de la realidad con la descripción de la sordidez y la miseria intelectual de quienes rigen los destinos de la humanidad, todo ello expresado con un tono coloquial y una ironía desmitificadora, lo que apreciamos en versos como estos: «La sinceridad sin control / no sirve de nada. Todo santuario / es una máquina de hacer dinero. Todo / cualquier monstruo es una partícula / de átomo incorrecto, / parte corta / del viaje correcto, asunto dúctil / de la merienda sin flan pero con palabras». Cañizares conoce bien las propiedades del lenguaje ―«El lenguaje que vaga por ahí se incrusta / y deja hacer. / Cuando el lenguaje se llena de reglas, de bombas, / de límites espinosos, / la capacidad de vivir se vuelve indescriptible»―, su valor simbólico, su flexibilidad, por eso hay momentos en los que se pone trascendental («La vida consiste en salvar a los demás, / a través de una historia corta, / con el ejemplo bello de la mano que acaricia / el borde del llanto, / y el lado opuesto de la alegría», por ejemplo), embridando su natural disposición a la profusión verbal, y otros en los que ese coloquialismo se muestra a la vez y sentimental: «El amor, cuando muere, / necesita de su duelo. / El amor necesita del tiempo del olvido, / de la carrera por la playa, / de la sustancia de la que se hacen los sueños».

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