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Decía Ortega que las ideas se tienen y en las creencias se está. Por eso entre ideas distintas puede haber debate, pero entre creencias diferentes solo cabe el respeto mutuo o la confrontación. Enrique García-Máiquez es, por un lado, en conferencias y artículos periodísticos, uno de los más diligentes e inteligentes ideólogos del conservadurismo español, del integrismo religioso, y por otro uno de los más destacados escritores contemporáneos. La convivencia de las dos facetas no resulta fácil. Como poeta, como prosista ocurrente y certero, se dirige a todos; como político y como activo militante de una determinada fe religiosa, solo a una facción.
Titulo Contentamiento de haber nacido (2016-2019)
Autor Enrique García-Máiquez
Editorial Homo Legens. Madrid, 2025.
En 'Contentamiento de haber nacido', que reúne apuntes diarísticos escritos entre 2016 y 2019 predomina el escritor que se asombra ante la inagotable maravilla de ... lo cotidiano y al que a menudo le basta un haiku (o una tanka) para dejar constancia de ese asombro. Con esos breves poemas, que tienen a la luna muy a menudo como protagonista, y el marco en prosa que los acompaña y que sitúa su origen en una situación concreta, podía formarse un libro en la estela de las Sendas de Oku, aunque esas sendas sean la autovía del Sur, la AT4, tan frecuentemente mencionada, o los viajes en tren. Pero junto a esas síntesis líricas hay otro libro en este libro: una crónica familiar que tiene escasos parangones en las letras españolas. Buena parte de estas páginas glosan las ocurrencia de los hijos de autor, esas genialidades infantiles que tanta gracia hacen a padres y abuelos, pero que aburren un poco a los amigos y conocidos. Enrique García-Máiquez consigue el milagro de convertirlas en perdurable literatura. Y de no cansarnos tampoco con las burlas y veras del perfecto amor conyugal. Le ayuda a ello el no tomarse a sí mismo demasiado en serio: la auto ironía es un arte que domina a la perfección. A la crónica familiar, se añaden las incidencias de su trabajo como profesor de enseñanzas medias. Un buen ejemplo de ellas: 'Estar en la honda', con su característico juego de palabras ya en el título.
Costumbrismo y humor no es mala mezcla. Enrique García-Máiquez la maneja con una gracia muy gaditana, que a ratos nos recuerda a un autor un tanto denostado, aunque casi nunca por motivos literarios, José María Pemán. Un diario tiene mucho de miscelánea en la que cabe todo. El de García- Máiquez es, fundamentalmente un diario íntimo, pero de vez en cuando se permite algunas escapadas al margen de la familia y la vida laboral: hay un perfil biográfico de Jane Austen; una estancia en Inglaterra para asistir a un curso de Roger Scruton, el gran maestro del pensamiento reaccionario; la participación en una feria del libro en Sevilla; una reunión con escritores en el palacio real con motivo del premio Cervantes; la respuesta a varios cuestionarios, una entrevista y un encuentro con José Jiménez Lozano, otro de sus admirados maestros.
Los diarios están a medio camino entre el documento y la literatura. Enrique García-Máiquez ha querido poner como título general de los suyos un muy citado verso de Antonio Machado: «También la verdad se inventa». Lo cual no quiere decir que sus diarios recreen imaginariamente la realidad, sino que encuentra su verdad al recrearla en la literatura. Porque literatura son, y no borradores ocasionales, estas notas. El hecho de que junto a la fecha (de la que muchos diaristas prescinden, olvidando que la cronología es la columna vertebral del diario) figure siempre un título señala la voluntad del autor de dotar de autonomía al más mínimo de sus textos, al que nada le falta ni le sobra en una lectura independiente. Frente a la escritura descuidada y desaseada de tantos diaristas, García-Máiquez se nos presenta siempre bien peinado o elegantemente despeinado, según la ocasión, pero sin olvidarse nunca de los buenos modales literarios.
No es esta una obra para el enfrentamiento político ni para el proselitismo religioso, pero acá y allá el escritor para todos los públicos, para la inmensa minoría juanramoniana, deja asomar su perfil confesional. La toma de partido viene ya desde la elección del prologuista, Kike Méndez-Monasterio (quien no le conozca, mejor que no busque su nombre en google para que no se quiten las ganas de seguir leyendo). Pero no siempre es buen defensor de sus causas no literarias. Justifica sus felices recuerdos de la educación diferenciada con una anécdota que todavía le hace sonreír y que «en un colegio con chicas no se habría producido jamás»: los alumnos, comenzando por los más pequeños, se organizan en «legiones, centurias y decurias» para organizar batallas durante el recreo: «Con la emoción, se produjo una escalada en las hostilidades y una carrera armamentística. Algunos comenzaron a meter piedras en sus jerseys; otros, a tirarlas con tino; otros, a blandir palos…».
¡Menuda manera de defender la separación de sexos en la enseñanza! Las ideas se tienen, en las creencias se está: no nos parecen construcciones culturales, sino la realidad misma. Podemos discrepar de las ideas políticas de Enrique García-Máiquez, como su rechazo a los impuestos o a las limitaciones en el uso del tabaco o del alcohol y de todo lo que considera «políticamente correcto», pero no de sus catequísticas teologías. Lo absurdo de algunas de sus evidencias nos ayuda a poner en cuestión las nuestras, algunas de las cuales quizá tampoco resisten un análisis racional. En una obra de esta naturaleza, recopilación de anotaciones hechas a lo largo de los años, no molestan las repeticiones, que sirven para marcar el ritmo y poner de relieve las obsesiones del autor, Puede servir de ejemplo la milonga argentina que encontramos tres o cuatro veces: «Mi caballo es andaluz, / de los que trajo Mendoza, / que no tiene miedo al tigre / pero tiembla ante la rosa». Nacionalista, integrista, crítico de la modernidad: todo eso es Enrique García-Máiquez. Al lector «que no le tenga miedo al tigre, / pero tiemble ante la rosa», tal hecho no le debe impedir disfrutar de su literatura, de la levedad y la gracia con la que nos habla de los enigmas del vivir humano, de la inagotable variedad de su pequeño mundo, de la alegría como suprema sabiduría.
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