Una condena familiar
El cántabro Pablo Alaña ambienta su segunda entrega criminal en la Reinosa industrial del año 1975
Más que de frío, como decía la canción, últimamente el norte está lleno de crimen. De crimen literario, al menos. En la última década, Cantabria se ha convertido en escenario habitual del género negro, y en este 2025 es un autor cántabro, Pablo Alaña, el que da el salto a las grandes ligas editoriales con su segunda novela, 'El hijo del asesino', que acaba de publicar Grijalbo, sello especializado dentro del macrogrupo Penguin Random House.
'El hijo del asesino'
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Autor Pablo Alaña
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Editorial Grijalbo, 2025
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Precio 21,90 euros
A Pablo Alaña, como ya demostró con su primera entrega narrativa, 'La sospecha eterna' (Ed. Versátil, 2023), le gusta jugar en casa, y de nuevo ... para ambientar su novela ha elegido Cantabria, en concreto Reinosa, lo que le permite recrear un entorno pequeño y donde las relaciones personales son muy cercanas; pero con una gran tensión social y política. O, al menos, así era la Reinosa de 1975, momento en el que se sitúa la acción de la novela, en la trama criminal, uno de los dos ejes del libro.
Y es que el otro, la trama de investigación, transcurre treinta años y una generación más tarde, cuando el abogado Daniel Somoza –de nuevo Alaña recorre territorios conocidos, pues él mismo es abogado en ejercicio–, que lleva décadas instalado en Madrid y negándose a volver a Reinosa, en plena crisis vital y laboral se ve obligado a regresar y enfrentarse a los fantasmas de su pasado. Allí tratará de arrojar luz sobre el estigma que arrastra desde la infancia: ser el hijo del asesino confeso de un empresario local, Lorenzo Orduña.
Un crimen inexplicable y sin móvil aparente. Las pesquisas sobre el asesinato se convertirán también en una búsqueda de la propia identidad de Daniel, quien no solo deberá esclarecer secretos familiares sino sumergirse en una época oscura cuyos mecanismos sociales y jurídicos poco tienen ya que ver con la sociedad actual en la que se desenvuelve.
Con un estilo directo y evitando estancarse en disquisiciones legales, Alaña construye una trama inquietante y adictiva, que se desenvuelve en varios planos; en el psicológico, Daniel nunca terminará de asimilar las consecuencias del crimen paterno. Un crimen en el que descubriremos, tras varios giros inesperados, que nada es como en principio parecía en esta historia que avanza con mucho ritmo hacia un final sorprendente y de alto voltaje. Difícil no caer, pues, en las redes de este narrador que apunta alto, muy alto.
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