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Poesía

El mejor antídoto

El autor gallego Xulio Valcárcel recupera 'El cansancio de los cuerpos', un libro editado en 2008 que no ha perdido vigencia estética y, menos aún, temática con una melancólica visión del paso del tiempo

Carlos Alcorta

Santander

Viernes, 23 de mayo 2025, 07:27

Autor de una copiosa obra literaria en gallego, sobre todo en el campo de la poesía, en la que destacan títulos como 'Alba de auga sonámbula' (1983), 'O sol entre os dedos' (1993), 'Memoria de agosto' (1993), 'En voz Baixa' (2002), 'Casa última' (2003), 'A melancolía de los cuerpos' (2008) y 'Outono nos espellos' (2017) por los que ha cosechado importantes galardones como el Premio Celso Emilio Ferreiro, el Antonio Tovar o el de la Crítica de poesía gallega, Xulio Valcárcel (Lugo, 1953) nos presenta ahora 'El cansancio de los cuerpos' en su versión en castellano suponemos que debida, aunque no se explicita en el libro, al propio autor. Aunque su primera edición data del año 2008, el libro no ha perdido vigencia estética y, menos aún temática, pues la visión desengañada del paso del tiempo ha proporcionado una justificación a la melancolía más acorde con la edad actual del poeta, quien, ya entonces confesaba que ya no era «el de antes», y es que, como afirma el poeta, «Nada parece haber cambiado / y nada es igual». El volumen está dividido en cuatro secciones. La primera de ellas, 'Inventario y recuperación', comienza con un poema enumerativo, al estilo borgiano, en el que se hace recuento de las cosas que debe atesorar la memoria y, entre ellas, están «Las palabras que se hacen verdad en el poema». Quizá donde mejor se manifiesta la forma de combatir ese cansancio de los cuerpos al que alude el título sea en la experiencia amorosa, en el desgarro interior que provoca la pasión, como sucede en el poema 'Cuerpos en el amor', bajo la sombra de Cernuda: «Pura melodía de los cuerpos enlazados / Es agonía y bendición / colmado vacío lúcida ceguera Es oración y blasfemia / respuesta a la muerte / acaso redención».

El regreso a la infancia ocupa la segunda sección, 'Espejismos'. Sí, como afirma en verso, «somos lo que recordamos», no cabe duda alguna que mantener ... despierta la memoria resulta imprescindible para no perder las señas de identidad. De «Aquellos veranos aquellos / ojos colmados de candor / y de alegría descubriendo la vida / Diáfana una imagen perdura El proceloso / arrullo del mar y el cuerpo desnudo de un niño / jugando en la arena de una playa infinita y blanca / infinitamente blanca». Como el lector de este comentario habrá notado, los versos carecen de puntuación –un recurso, en su momento, vanguardista, pero hoy ya por completo asimilado–, lo cual les confiere una ambigüedad semántica enriquecedora, aunque, a veces, provoque cierta confusión. Al proceso de idealización de la infancia sucede el de la juventud, en el que se despiertan el deseo y el amor, el primer amor: «Tuve yo la muchacha más hermosa, / seda de su pelo abrasándome los labios, / ofrecido su cuerpo duro y tibio / bajo el vestido ligero del verano». Hay en estos poemas una voluntaria concordancia entre el verano, la juventud y la belleza, solo truncada en poemas en los que asoma la decrepitud de la vejez o el paso del tiempo convierte a los entonces amantes en dos desconocidos. En cualquier caso, Valcárcel narra los sucesos con magnífica precisión, de tal forma que el lector sigue del desarrollo de la historia sin perder detalle.

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