Una memoria llena de árboles
Reflexiones del pintor y poeta José Saborit en las que se combinan la estética con la ecología, la admiración con la necesidad, con un lenguaje sencillo cargado de emoción
Carlos Alcorta
Viernes, 12 de septiembre 2025, 07:37
La hermosa colección 'De la belleza', dirigida por el novelista Gustavo Martín Garzo, alcanza con 'La belleza de los árboles', el número 30, de José ... Saborit (Valencia, 1960), es un reconocido pintor que ha expuesto su obra en museos y galerías de toda España y un no menos valioso ensayista con varios libros publicados en torno al arte plástico y poeta, autor de títulos como 'Flor de sal' (2008), 'La eternidad y un día' (2012). 'La misma savia' (2016), 'Con ojos de nadie' (2021) y 'Más vida' (2025), todos ellos publicados por la editorial Pre-textos, a los que hay que añadir 'Carta el hijo' (2017), publicado por Banda Legendaria. Además, podemos leer 'Perspectiva aérea' (2022), una especie de diario que guarda innegables similitudes con 'La belleza de los árboles' porque ambos son un compendio de ensayo, de diario y de poesía, sin que queden claras, ni falta que hace, las fronteras entre un género y otro.
Los árboles, esas «Presencias permanentes por debajo del cambio constante, asideros que permiten un andar más firme en el torbellino desordenado de los días. Tablas, refugios, compañías: ángeles de madera», son el eje sobre el que giran estas reflexiones en las que se combinan la estética con la ecología, la admiración con la necesidad. Cuánta falta hacen reflexiones como esta: «Habitar el tiempo y el espacio significan también ir encontrando árboles, y si podemos verlos ―y apreciar su belleza― es gracias al bosque que llevamos dentro, donde cada nuevo ejemplar que nos sale al paso encuentra su eco, su familia, su raíz», sobre todo en estos momentos en los que dichos bosques, y nosotros con ellos, están sufriendo las consecuencias de la ineptitud, cuando no la mala fe, de quienes debería velar por su conservación, quizá sin ser conscientes de que nos estamos haciendo daño a nosotros mismos, a nuestras raíces o, lo que resulta más probable, pensando solo en el beneficio inmediato, en detrimento del bien común.
'La belleza de los árboles'
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Autor José Saborit
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Editorial Eolas Ediciones
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Páginas 196
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Precio 15 euros
A Saborit le gusta además fijar su mirada en algunos ejemplares concretos, como el algarrobo, el naranjo o el ciprés, del que dice que «de todos los árboles que se afinan para ir ganando palmo a palmo el cielo, quizá sea el ciprés el más emblemático y popular, el que mejor encarna la voluntad de adelgazarse en el ascenso», y nos ofrece una breve relación de algunos pintores que lo han integrado en sus cuadros, como Van Gogh o Böcklin. También recuerda el humilde membrillo de Antonio López al que Víctor Erice dedicó una película, la enriscada higuera que, «indiferente a todos los cuidados que le faltan, cada verano, a mediados de agosto, puntual como un reloj de higos, nos da higos, tan buenos que debemos estar atentos y apresurarnos para evitar que terminen todos ellos en el buche de las aves…», las sabinas con sus «formas retorcidas […] debido a los fuertes vientos» o el ginkgo biloba, un árbol sagrado que procede de China y que ha arraigado en algunas zonas del levante español: «De vez en cuando ―escribe José Saborit― me acerco a presentar mis respetos al ejemplar que hay cerca de la entrada del Jardín Botánico de Valencia. Fruto del contacto y de la observación de estos y de otros muchos ejemplares son estos textos en lo que la erudición, siempre bienvenida, de Saborit no interrumpe en ningún caso la fluidez de un discurso de admiración y de respeto.
'La belleza de los árboles' es un libro en el que caben la propia vida del autor porque, como en todo ser humano, pienso yo, en la vida de un árbol, se enlazan «sucesivos movimientos de apertura y ofrece un cuerpo abierto por arriba, por abajo, por los lados, un cuerpo que se extiende y se despliega». Las decenas de árboles que se describen en estas páginas ―«Muchos de los árboles que he visto a lo largo de mi vida son árboles sin nombre porque no he sabido darles ninguno», reconoce―con un lenguaje sencillo, pero cargado de emoción, sí dejan ver el bosque, y tanto en el conjunto como en el ser individual, podemos ver su fragilidad, su estoicismo. Solo para quienes saben escuchar, «aprenden a hablarnos en silencio». Ojalá seamos capaces de escuchar sus advertencias y de preservarlos ―los recientes incendios, cada vez más devastadores, y las escasas medidas previsoras para combatirlos nos obliga a ser muy cautos al respecto― para que otros Saborit del futuro puedan entregarnos frutos tan sabrosos y emocionantes como este libro.
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